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ROCÍO FIALLEGA
SemMéxico, Ciudad de México. El sol deja al descubierto los secretos, los primos que se aman bajo la mesa, las lágrimas que ocultaron la guerra interior, la furia convertida en veneno de amor, la rivalidad de las hermanas, mientras que una laguna se seca y deja al descubierto un templo.
Abierto queda el corazón como si una profunda llaga lo partiera a la mitad, tan sólo por recordar la ausencia de lo amado. Manos vacías, llenas de grietas, ya nada tiene sentido.
La memoria también se va secando, ya no es el jardín frondoso ni la cascada con la cueva, sino el páramo que me ofrece una visión distorsionada de mí, acalora mi propio desasosiego; ya no puedo caminar ni reconocer mis pasos.
También hay sequía en la creatividad, como si pasaran los meses y las horas en otro universo, ese que es opaco, si por lo menos fuera la obscuridad del alma, pero no, es un entramado sepia sin piezas para construir un nuevo mundo.
Sin humedad ni vida, se van acabando la piel y la pasión, y no hay sonrisa ni susurros en la noche, tan solo las delgadas sábanas que ocultan dos cordilleras en paralelo que no volverán a sentir el magma que circula para expandirse en el universo.
Quisiera pensar que el silencio es la única sequía buena, pero no, a veces hay que gritar para vivir, escoger las palabras profundas que le den voz a mi diosa interior.
Y, por último, las cicatrices que en realidad tan sólo son la combinación de la sequía y el sacrificio que ocultan un misterio.
Hoy quiero llenarme de la humedad de tus ojos, para volver a sentirme viva otra vez.
