ROCÍO FIALLEGA (SemMéxico, Ciudad de México). La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede México junto con el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad en México (ODIM) publicaron el año pasado “Nombrarlas para encontrarlas Contexto, dinámicas y respuestas en torno a la desaparición de mujeres en el centro de México”, coordinado por Sandra Serrano, con un enfoque particular en la zona central del país, en particular la Ciudad de México, el Estado de México, Morelos, Puebla y Tlaxcala (36 % del total de mujeres desaparecidas, no localizadas y localizadas del país).
Dado que la desaparición de las mujeres tiene una dimensión de género que debe ser visibilizada y considerada, este libro se hace un análisis de las desapariciones de mujeres, se analizan los alcances, limitaciones y perspectivas de la coordinación interinstitucional para la búsqueda de mujeres y se presentan recomendaciones.
En el texto se detalla que en México los mecanismos de búsqueda iniciaron por el caso Campo Algodonero (Caso González y otras vs. México, en el que la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió la sentencia al Estado mexicano como responsable en la desaparición y muerte de tres jóvenes, cuyos cuerpos fueron hallados en un campo algodonero de Ciudad Juárez, Chihuahua) y se crearon los Protocolos Alba antes de la Ley General en materia de Desaparición de Personas. Actualmente se cuenta con el Protocolo Homologado para la Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas para desarrollar mejores estrategias de búsqueda de mujeres desaparecidas.
Las investigadoras identificaron que se incrementó la vulnerabilidad de las mujeres a partir de 2005 encontrándose el mayor pico en 2016, pero “aumenta la proporción de desapariciones de mujeres en la región y disminuye la cantidad de mujeres que permanecen desaparecidas”; además, las mujeres víctimas de desaparición “son diez años más jóvenes que los hombres en la misma situación”.
También encontraron que en la región metropolitana objeto de estudio, los regímenes de violencia tienen tres características comunes: 1) diferentes perpetradores; 2) patrones socioculturales patriarcales; y, 3) impunidad y debilidad de las respuestas estatales. Y que las desapariciones “se han feminizado, aproximadamente el 50 % de la personas desaparecidas y no localizadas son mujeres”.
Sobre los alcances, limitaciones y perspectivas de la coordinación interinstitucional para la búsqueda de mujeres, se analizan los avances y retos de la coordinación para la búsqueda y la colaboración y coordinación interestatal, concluyendo que hay más retos que avances.
Entre las conclusiones es necesario destacar que: la desaparición de las mujeres “se conecta y refuerza” con contextos de violencia; prevalece la impunidad en el sistema de justicia; no se busca a las mujeres de manera inmediata por “la creencia de que se han ido por su propia voluntad” y no se cuenta con estrategias de planeación para la búsqueda y la investigación de las desapariciones
Dentro de las recomendaciones encontramos: 1) contextualizar las desapariciones de mujeres; 2) identificar los regímenes de violencia operantes; y, 3) coordinación. Este volumen se hace necesario como un referente sobre la manera de realizar los estudios sobre este tema tan importante y sensible, que esperemos se pueda realizar de manera nacional.