HALLAZGOS/ Hay que tener historia en la vida: Yol Itzma

ROCÍO FIALLEGA (SemMéxico, Ciudad de México). Érase una vez una niña nacida 23 de enero de 1904 en una familia mexicana que la bautizó como Rebeca Viamonte Fernández, pero desde la convicción de sus ojos azules ella se convertiría, bajo el auspicio del Dr. Atl en Yol Itzma: la mujer de corazón sensible; bailarina y coreógrafa mexicana que dejó su huella en la danza, entre el nacionalismo y la modernidad.

Además de los periódicos de la época, para saber sobre ella, Patricia Aulestia especifica que desde 1927 fue alumna de Miss Carroll y también solista con el Ballet Carroll; también contamos con la información reunida en entrevistas e investigaciones de César Delgado y Julio César Villaba, quienes escribieron un libro sobre ella: Yol Izma. La danzarina de las Leyendas.

Estudió también piano con el maestro Manuel M. Ponce, declamación con Enrique Tovar Ávalos y danza con Armen Ohanian.

Yol Itzma fue parte de las misiones culturales de Vasconcelos y se convirtió en una investigadora de las danzas indígenas, y también una gran cronista: publicó sobre las danzas indígenas de nuestro país, la china poblana, como de las catalanas, hindúes, rusas, sobre el ballet de Londres, el folklórico georgiano y el de marqués de Cuevas.

En los años treinta, participó en los teatros Orientación, Nacional Iris, Regis, Arbeu y en el Palacio Nacional, conoció a los muralistas, poetas y cantantes de la época.

Como coreógrafa creó La danza Azteca, Payambé, El Sol de Palenque y Coatlicue. Estudió en Nueva York, ya en México las más de las veces sus presentaciones corrían a cargo del bolsillo de su padre; también dio clases en la Escuela Nacional de Danza, pero abandonó este centro educativo por diferencias con Nellie Campobello (directora), según cuentan Delgado y Villalba; sin embargo, fue profesora de danza en Los Ángeles alrededor d ellos años cincuenta.

Para ella lo importante era “Hay que tener historia en la vida”, pues tan generosa es la vida con nosotras como nosotras con ella; en su casa de San Ángel vivió sus últimos días, hasta que la muerte la tomó de la mano para danzar en tierras eternas el 18 de mayo de 1992.

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