Grito en un domingo lluvioso

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO*

SemMéxico, Mérida, Yucatán. Apenas rebasas la mayoría de edad, los 18 años que te permitieron solicitar tu credencial de elector. A partir de que la recibiste, nadie pondrá en entredicho tu derecho a entrar a los antros y tomar una copa de alcohol. Estás dispuesta a ir a votar el 2 de junio, muy probablemente porque tienes que “estrenar tu INE”. Pero el domingo pasado no estuviste en el Remate de Montejo, ni en el Monumento a la Patria.

La mayoría de l@s neci@s que desafiaron los efectos del “norte” eran adult@s madur@s. Pocos rostros jóvenes se entreveraban con las canas y bastones que parecían predominar. Tal parece que la urgente llamada a “defender la democracia” no alcanza todavía a tener eco en la generación que nació después de 1994. Las y los veinteañeros y treintones de hoy —millennial o centennials— llegaron cuando las luchas por ampliar los espacios democráticos de México habían registrado sus principales logros.

A esta joven generación le resultan ajenos los conflictos poselectorales, habiendo tribunales encargados de resolver las diferencias. La Suprema Corte de Justicia, imparcial y autónoma, surgió en 1995. El ejercicio efectivo del derecho a la información y de saber qué hace el gobierno con nuestro dinero llegó con el siglo XXI, con el ahora INAI. Órganos constitucionales autónomos, como la Comisión de Competencia, tutelan los derechos de la ciudadanía y han puesto límites a la concentración de poder.

Pensar en modo “América del Norte” es algo consustancial a la generación que nació con el Tratado de Libre Comercio hace 30 años. Ustedes, querida nieta, no perciben el aire de libertad que todavía se respira en algunas regiones de México, como en nuestro querido Yucatán. Dicen que respirar es un acto reflejo, que solo somos conscientes de la función del aire vital cuando por cualquier circunstancia se ve interrumpida su llegada a los pulmones.

Algo similar sucede con la democracia a la juventud. Quizá por tenerla, sin haber tenido que luchar por ella, no perciben su importancia para la vida en colectivo. Me parece ver tu mirada de hastío cuando te vuelvo a relatar sobre los tiempos en que las mujeres no podían votar; cuando había que conseguir permiso de los maridos para poder trabajar fuera del hogar.

No fue hace tanto, todavía en mi juventud leyes y normas, costumbres y tradiciones nos impedían pensar libremente en un futuro distinto al matrimonio y a la maternidad. Siempre he pensado que la lucha por los derechos de las mujeres y la democracia son una sola. Por eso, cuando se trata de defender la democracia, defiendo también el derecho de las mujeres a ejercer plenamente sus derechos. Por eso te extrañé este domingo.

Me hubiera gustado escuchar junto a ti la enjundiosa intervención de Lorenzo Córdova (1). Cierto: democracia es mucho más que votar: es construir día a día ese ambiente de libertades que fue resultado de muchas luchas ciudadanas. Me dirás: “si tú eres del PRI, del partido que en ese entonces ganaba de todas, todas”. Y te contestaré una vez más: “sí, pero desde el centro del poder luchamos por transformar la vida democrática de México”, escuchando la exigencia ciudadana para abandonar la concentración del poder y el autoritarismo. Lo hicimos bien y, con las nuevas reglas, perdimos respetándolas.

Asistí al nacimiento de las reformas constitucionales para crear el ahora INE, antes IFE, y al establecimiento de las “reglas para votar en libertad con elecciones auténticas y equitativas”.

Como parte del poder Legislativo, discutí y voté a favor de las grandes instituciones de la democracia, como son la actual Suprema Corte de Justicia, el INE, y los órganos constitucionales autónomos. Y sobre todo, te hubiera sacudido el hombro para que escucharas con la máxima atención la importancia de defender a la Constitución, ese “pacto político que nos hemos dado para que todos tengan cabida”.

Me gustó la contundencia de Lorenzo: “En la Constitución cabemos todos o se acabó la democracia”. Y la razón es simple: ella, la Constitución, es “nuestra casa común”.

Hoy, la democracia mexicana se encuentra amenazada por la polarización y el enfrentamiento generado desde la misma presidencia de la república. Esta actitud, coincido, es “profundamente autoritaria”. Obstruir o cerrar los vasos comunicantes del oxígeno democrático facilitaría la “restauración autoritaria para regresar a la época de partido hegemónico”. Las manecillas del reloj se moverían atrás unos 50 años, cuando las minorías de todo tipo eran ignoradas o peor aún, perseguidas en busca de una unanimidad que solo existe en los regímenes dictatoriales.

Luché muchos años para descentralizar las decisiones y darles a los estados, como Yucatán, la parte que les corresponde en las grandes definiciones sobre la inversión y el gasto público. Ahora, la amenaza de dar marcha atrás es real. Todo quieren que se decida en Palacio Nacional. Y lo más peligroso: volver al tiempo de la concentración del poder en la figura presidencial, que es la antítesis misma de la ciudadanización por la que hemos venido luchando tantos años.

Sé que algunas veces cuando hablamos de estas cosas, de lo que podría suceder en México si no actuamos en un frente común las distintas generaciones de demócratas, me has dicho con cierta ingenuidad: “pues me voy a vivir a otro lado”.

Eres ciudadana del mundo, sí, pero mírate en el espejo de cientos de miles de jóvenes cubanos, venezolanos, nicaragüenses, argentinos, etc., que han tenido que abandonar sus hogares y lanzarse a la peligrosa aventura de la migración. Mírate también en las y los jóvenes mexicanos que han tenido que arriesgar sus vidas para huir de la violencia que azota los lugares donde nacieron. Quizá ellas y ellos no sintieron la urgencia de luchar, y cuando lo intentaron, era demasiado tarde.

Las soluciones individuales a los grandes desafíos son limitadas y transitorias. Por eso, querida generación Z, hay que activarse. Convencer a amigas y amigos, al novio y a quienes te rodean y escuchan por las redes o en las cada vez más escasas conversaciones cara a cara, que lo que viene es demasiado importante para simplemente dejarlo pasar. A mí me quedan algunos años; a ti, varias décadas. Defiende lo que es tuyo, porque otras generaciones lucharon para que tú vivieras en una sociedad distinta, mejor a la que nos tocó en nuestra juventud. El futuro es tuyo, defiéndelo democrático.  Mérida, Yucatán.

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1) Lorenzo Córdova Vianello. “Manifestación por la democracia”. Intervención en el Zócalo de Ciudad de México, 18 de febrero 2024. Artículo parte del archivo de Nexos.

*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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