NOEMÍ MUÑOZ (SemMéxico, Toluca, Estado de México). El alto a la violencia. El basta unánime a no ser una más de las estadísticas que cada día tiene más ramificaciones: asesinada, secuestrada, rociada con ácido, violentada, abusada, etc.
No salen a conmemorar los logros de todas las demás, las que lucharon y también fueron abatidas por la indiferencia y la incomprensión. La realidad es que el motivo no es el pasado. El terrible contexto actual es lo que nos mantiene en pie de protesta.
No existe justicia ni seguimiento a los casos de desaparecidas y desaparecidos. Los feminicidios ocurren todos los días.
En suma, nos falla el sistema judicial cuando nos convierte en números, en archivos sin resolver. Nos deja atrás y en el olvido cuando minimiza las situaciones de peligro y sus propias anomalías.
El Sistema de Salud también nos falla cuando niega medicamentos a todas las mujeres que padecen una enfermedad como el cáncer, pero también se equivoca cuando no da la atención que necesitamos al estar embarazadas o al no protegernos de las malas prácticas médicas.
También nos falla la institución familiar cuando en lugar de cobijarnos nos aprieta con las manos o nos golpea los ojos. Esos dedos que deberían dar amor, esos puños que deberían derribar barreras para futuros prometedores, tiñen de morado los ojos, las ilusiones y borran de una bofetada al amor.
Nos fallan las mujeres, aquellas que no se nos unen, las que permiten, las que hacen rumores, las que desdeñan la lucha porque nunca les ha tocado la desgracia.
Nos fallan los amigos que se convierten en depredadores, aquellos que se aprovechan del momento y atacan nuestra confianza con sus afilados dientes.
¿Cómo no marchar? ¿Cómo no gritar? Cuando sabemos que es cierto que no hay nada que celebrar, pero tampoco sabemos cómo conmemorar si se nos junta el presente en hechos terribles. Estamos asustadas.
Soy mamá, hija, hermana, amiga, compañera y no tengo la confianza de que ninguna o ninguno de mis conocidos estén seguros al salir a la calle.
Esta percepción de saber que no hay quien nos proteja es unánime. ¿Cómo confiar?
Al ver a todas esas mujeres caminando juntas tengo esa esperanza de que las cosas pueden mejorar si permanecemos unidas. No solo por esta marcha sino en todas las causas que se nos presenten.
La sororidad debe tomarse en serio. Somos ojos, somos palabras y la oportunidad constante de no permitir que una mujer sea violentada. Debemos grabar en nuestros mantras que “calladita no te ves, no te ven”.
En las marchas de ayer no faltó la violencia de ambos lados. Tanto de incendiar y pintar las calles en algunos lugares, hasta lo que sucedió en Nuevo León, donde algunas mujeres fueron golpeadas por elementos policíacos.
A pesar de que todos los gobiernos dijeron que se iba a mantener la calma, no fue así. La violencia nunca va a solucionar nada, venga de donde venga. Sin embargo, comprendo el hartazgo, comprendo que esto nos rebasa y nos desestabiliza. Una manifestación con tanto encono no es fortuita, está llena de lágrimas y de más gritos que respuestas.
Por eso, desde lo que me toca, celebro a todas las que luchan conmigo trabajando, dando todo, ofreciendo su corazón por seguir viviendo en un contexto que no es prometedor, pero es en el que nos tocó vivir.