ESCARAMUZAS POLÍTICAS/ ¿Inevitable suicidio político de Europa?

GLORIA ANALCO

Asistimos al fiasco de las élites corporativas -de ambos lados del Atlántico- que buscaron tenderle una trampa a Donald Trump, para intentar parar en seco su intención de estrechar lazos con Rusia y a la vez lograr detener la guerra en Ucrania, o al menos conseguir desestabilizarlo.

Como van las cosas hasta ahora, a Rusia no le quedará otro remedio que ganar la guerra en Ucrania, hasta alcanzar la capitulación de Vladimir Zelenski.

Y esto, con la asombrosa salvedad de que Estados Unidos podría estar de su parte maniobrando mecanismos de comunicación y seguridad, si es que el ‘Estado Profundo’ no consigue obligar a Donald Trump a aceptar el nuevo plan europeo de paz en Ucrania, que la cumbre europea de este domingo ha puesto sobre la mesa.

Un Zelenski domado por líderes políticos europeos llegó muy orondo a la Casa Blanca el pasado viernes 28 de febrero, convencido de que él ejecutaría muy bien su papel para el cual había sido adiestrado, en el que según las indicaciones recibidas él podría hasta darse el lujo de ser grosero ante la figura presidencial de Trump.

¿Cómo caería a los ojos del mundo que a Donald Trump le faltaran el respeto en el lugar donde despacha su gestión gubernamental?

Así que Zelenski sólo tenía que esperar el momento en el cual debería expresar su enfado y negarse a firmar cualquier documento. Lo demás se produciría solo, pensaban sus impulsores europeos.

No en vano habían acudido a Kiev -días antes- el ex primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para comprar la conciencia de Zelenski, y lograr que hiciera caso omiso del proyecto de paz para Ucrania de Trump, en consonancia con Vladimir Putin.

Al mismo tiempo, el presidente francés, Emmanuel Macron, no dejaba de estar colgado del teléfono con el ilustre líder ucraniano, también para asegurarse que él permaneciera dentro de la parcela europea, muy lejos de Washington y el Kremlin.

Pero he aquí que Trump estaba más que prevenido: había recibido las advertencias del propio Putin, que posee unos impecables servicios de inteligencia, por si los suyos -los de Trump- le fallaban.

Y el presidente estadounidense tuvo una adecuada respuesta a las ínfulas de Zelenski, y no se dejó robar el protagonismo.

Putin acusó a Occidente de intentar torpedear las negociaciones con Estados Unidos, justo cuando se estaba celebrando en Estambul la segunda ronda de contactos entre rusos y estadounidenses.

El líder ruso dejó bien sentado que esas fuerzas estaban intentando torpedear y desacreditar el diálogo ya iniciado con su contraparte estadounidense, arguyendo que algunas élites occidentales querían mantener la inestabilidad global, por lo que abogaba a trabajar conjuntamente para desarticular ese boicot, al tiempo que reafirmaba que los primeros contactos con la administración de Donald Trump “invitaban a un optimismo”.

El canciller ruso, Serguéi Lavrov, fue aún más allá, y habló sin tapujos.

Dijo que no podía dejar de mencionar la actuación del secretario general de la OTAN, Mark Rutte -quien se desempeñó como primer ministro de los Países Bajos desde 2010 hasta 2024-, “quien habla como si fuera el presidente de una nación muy grande y poderosa, en lugar de un funcionario que debe reflejar el consenso de todos sus miembros cuando viaja por el mundo y a las capitales de los países miembros de la OTAN”, señaló Lavrov.

Añadió que Rutte va exigiendo, en esos lugares que visita, que no haya un acuerdo de paz que permita a Rusia obtener beneficios de su Operación Militar Especial en Ucrania.

Abundó en que, según fuentes rusas, el propio Rutte presiona a Zelenski para que se mantenga firme, exigiendo que no muestre debilidad, antes de que comiencen las negociaciones y haciendo hincapié en que es inadmisible que Kiev haga cualquier tipo de concesiones, especialmente territoriales, como si no se las hubiera ganado en el campo de batalla.

Estos hechos sacados a la luz, mostraron el nivel de resistencia a la paz por parte de esas élites corporativas que se valen de los líderes políticos europeos, a los cuales dominan para sentar sus reales.

Ambas expresiones rusas centraban muy bien cuál era la situación por la que se estaba atravesando:

Macron, quien había tomado la batuta europea, fue el primero en visitar la Casa Blanca para persuadir a Donald Trump de que apoyara la presencia de tropas europeas, principalmente francesas e inglesas, una vez concluido el proceso de paz en Ucrania, pero fracasó en su intento, lo mismo que el británico Keir Starmer.

En realidad, se trataba de asegurar esa presencia militar europea para poder seguir desestabilizando a Rusia, hasta lograr los fines de las élites corporativas -a las cuales sirve Macron y otros líderes europeos- de conquistar Rusia y luego repartírsela con sus aliados.

Ése ha sido el señuelo mediante el cual la administración de Joe Biden consiguió el apoyo incondicional de la mayoría de los líderes políticos europeos, salvo de Hungría y Eslovaquia, quienes se negaron a jugar esa carta.

Desde los tiempos de Lord Palmerston, quien fue primer ministro británico en 1853, se intentó cercar a Rusia en el Mar Negro para negarle el acceso al Mediterráneo Oriental con el fin de aislarlo de Occidente, al mismo tiempo que ya debilitado, proceder a la invasión de su ambicionado territorio.

Dice Jeffrey Sachs, quizás el más famoso intelectual estadounidense en la actualidad y quien ha observado muy de cerca los acontecimientos de los últimos 36 años, tratando directamente con líderes políticos del más alto nivel, que lo que ocurría a mediados del siglo XIX, “es lo mismo que siguen viendo las élites corporativas para repetirlo en el siglo XXI”.

Puede afirmarse que el pecado de Rusia es su territorio, los europeos mueren de ganas por repartírselo.

Son precisamente esos grandes poderes que actualmente dominan Wall Street y la City de Londres a los que Donald Trump va a tener que enfrentar, porque si no va a haber paz, seguramente tampoco va a haber negocios.

En la cumbre celebrada este domingo en Londres, los líderes europeos reunidos acordaron crear una coalición -de voluntarios europeos-, liderada por Reino Unido y Francia que ofrecería enviar tropas al terreno de Ucrania, su principal y esencial punto que les permitiría continuar haciéndole la guerra a Rusia con el paso del tiempo.

Hay que esperar a ver si la opción de este plan de paz europeo, con el que además los líderes europeos intentan tener una silla en las negociaciones con Rusia, es válida o Estados Unidos y Rusia la tiran a la basura, incluso antes de haber comenzado a sentar las bases de la paz.

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