MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN. En serio, en serio, sin apasionamientos ni politiquerías, dígame usted qué le pareció la visita de Su Alteza Serenísima a Washington y las dos horas que estuvo en la Casa Blanca con el presidente Joseph Biden.
¿Vimos a un estadista?
No se ría, por favor. Deje de lado el estilo personal de sentarse y portar un traje caro del licenciado presidente y la ausencia de respeto por las medidas de seguridad del servicio secreto gringo para comportarse como si anduviera de gira por Cuajinicuilapa, y atendamos lo imporante.
En serio, como un buen ciudadano y ciudadana mexicana, olvídese si es beneficiaria o beneficiario de las bondades de la 4T, no tema a perder su pago bimestral o el apoyo para su nini, dígame qué opina de esa visita del Andrés Manuel I.
¿Vimos al líder de los descamisados latinoamericanos, por supuesto los mexicanos incluidos?
Porque, seamos realistas, no hubo enchilada completa, es decir, lo del antecedente de míster Franklin Delano Roosevelt con el Programa Bracero, se quedó como una buena referencia histórica reiterada por Su Alteza Serenísima Andrés Manuel I, que el presidente Biden recibió con sonrisa de escolapio que se sabe la historia patria de Estados Unidos. ¿A poco no?
Y es que, a reserva de su mejor opinión reflexionada, en la agenda política de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión de este miércoles, escuchamos dos visiones: la de los aplaudidores despojados de rubor –senadores y diputados federales del Corporativo Morena y socios– y por supuesto de la oposición de legisladores del bloque PAN, PRI, PRD con la consonancia de Movimiento Ciudadano y el grupo independiente.
La senadora albiazul Gina Andrea Cruz Blackledge, dijo que ese encuentro en la oficina oval de la Casa Blanca demostró que, en la conducción de la política exterior, es decir, bajo la dirección de escena del licenciado López Obrador, se basa en ocurrencias e ideas del pasado.
Y doña Gina Andrea tiene razón, porque horas antes de treparse al avión que lo llevó al aeropuerto internacional de Dulls en Washington, el licenciado presidente habló del Programa Bracero firmado por Roosevelt.
“Son otros tiempos –dijo–, pero hay circunstancias parecidas. Entonces, ¿por qué no dar ese paso?”
“¡Ah!, que van a dar el grito en el cielo, van a poner el grito en el cielo los conservadores. ¿Y? Es como si yo aquí no hiciera nada, no cambiáramos el horario de verano, porque ponen el grito en el cielo los financieros; o no ayudáramos a los pobres porque los conservadores hablarían de paternalismo, de populismo. Nooo”, exclamó en la mañanera del lunes de esta semana.
Y sostuvo que, “sin arrojo, no hay porvenir; sin cambios de fondo, no se resuelven los problemas. Se requiere transformaciones, ese es el planteamiento, o sea, vamos a cambiar”.
¿Y?
Pues la senadora Cruz Blackledge dio en el clavo, porque fíjese usted que, palabras más, palabras menos, el licenciado López Obrador le recetó al presidente Biden, en esa media hora de aportación discursiva histórica, el mismo rollo de la mañanera.
Lea usted.
“Sé que sus adversarios, los conservadores, van a pegar el grito en el cielo, pero sin un programa atrevido de desarrollo y bienestar no será posible resolver los problemas ni conseguir el apoyo del pueblo. Frente a la crisis, la salida no está en el conservadurismo sino en la transformación. Actuar con arrojo, transformar, no mantener el statu quo”, leyó el licenciado presidente.
¿Algo nuevo?
¡Caray! Su Alteza Serenísima, con esa visión basada en el crudo presente le dijo al presidente Biden que las circunstancias actuales, resultado de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania, demandan cerrar filas de cara a los desafíos globales.
O sea, no estaba enterado que justo el presidente Biden volaría, inmediatamente después de concluir con ese encuentro en su oficina, a Medio Oriente para atender la crisis en esa región y que Estados Unidos ha estado en primera línea en apoyo a Ucrania.
Bueno, bueno, la diputada federal de Morena Aleida Alavez Ruiz sostiene que las y los legisladores del Corporativo Morena están muy satisfechos porque Andrés Manuel I se coloca en esta visita como un líder en la región, que no sólo habla por los migrantes de nuestro país, sino de América Latina.
Pero, quizá la diputada Alavez no se percató de las prioridades del licenciado presidente frente a míster Biden, a quien le dijo:
“Vengo a verle, presidente Biden, para expresarle en nombre del pueblo de México la disposición a trabajar juntos en bien de nuestras naciones. Esta no será la primera ni la última ocasión en que cerremos filas para ayudarnos mutuamente. (…) En muchas ocasiones hemos podido coincidir y trabajar como buenos amigos y verdaderos aliados”.
Y por si alguien dudaba de esa disposición, entre ellos los ciudadanos estadunidenses que viven en la franja fronteriza y que diariamente pasan lo mismo a Tijuana que a Ciudad Juárez, Piedras Negras o Reynosa para llenar el tanque de sus patas hule con gasolina distribuida por Pemex, Su Alteza Serenísima ofreció al presidente Biden que Petróleos Mexicanos podría incrementar de inmediato sus inventarios y garantizar al doble el abasto de gasolina regular en las gasolineras de ciudades fronterizas en las que se abastecen automovilistas de Estados Unidos debido a que al día de hoy un galón de cuesta 4.78 dólares en promedio en ese país y 3 dólares con 12 centavos en México.
Sin duda, las gasolinerías mexicanas en la frontera con Estados Unidos registraron largas filas para aprovechar la oferta del licenciado López Obrador.
¡Ah!, el Santo Patrono de los otros datos le comentó al presidente Biden que esto de la gasolina más barata “sería un considerable apoyo” para la economía de Estados Unidos en la frontera y, de pasadita, le refirió;
“(…) Quiero aclarar algo y aprovechar para agradecerle. La mayor parte de esta gasolina la estamos produciendo en la refinería de Pemex, que usted nos permitió comprar en Deer Park, Texas”. ¿No que muy patriota?
Por eso, por eso, el senador tricolor Jorge Carlos Ramírez Marín cuestionó los alcances de los acuerdos habidos en ese encuentro y pidió citar a una reunión de trabajo a Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, para que explique qué se ganó, si es que algo se ganó en este encuentro en la Casa Blanca.
Usted dirá, con toda razón, que la oposición senatorial está en su papel de cuestionar el manejo de la diplomacia en manos del sabelotodo de Palacio, pero dígame si es que no procede porque el licenciado presidente, ¿a cambio de qué?, puso a disposición más de mil kilómetros de gasoductos a lo largo de la frontera sur con México para transportar gas de Texas a Nuevo México, Arizona y California por un volumen capaz de generar hasta 750 megawatts de energía eléctrica y abastecer a tres millones de personas aproximadamente.
Vaya, vaya. No habría estado mal, ya entrados en gastos, poner a disposición de nuestros vecinos el servicio de Gas Bienestar. ¿A poco no?
Y por si faltara poco, planteó ampliar la suspensión de aranceles para reducir precios de alimentos y bienes, lo que fortalecería los avances obtenidos a partir de la renovación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
Usted se preguntará por qué entre los cinco planteamientos prioritarios expuestos al presidente Biden, el licenciado López Obrador puso al final el tema migratorio. ¿Por qué?
Andrés Manuel I propuso a míster Biden otorgar visas temporales de empleo y legalizar la estancia de quienes viven en aquel país, es decir, “ordenar el flujo migratorio y permitir la llegada a Estados Unidos de obreros, técnicos y profesionales de las distintas disciplinas, mexicanos y centroamericanos con visas temporales de trabajo para asegurar que no se paralice la economía por falta de mano de obra y talento”. Así de fácil, lo expuso Su Alteza Serenísima.
¿Y cuál fue la respuesta del presidente Biden? Algo así como “lo veremos”, o “tomo nota”.
“Nosotros llegamos a niveles históricos en los últimos cinco años en la emisión de visas para centroamericanos y estamos en un ritmo que nos va a permitir duplicar la cantidad de visas en el próximo ejercicio. (Pero) Quería agradecer porque ustedes también están emitiendo más visas de trabajo en México para centroamericanos, así que gracias por ello”, respondió Joseph Biden a Andrés Manuel.
Pero, qué le digo, con esa humildad franciscana que le caracteriza y la firmeza de convicciones, como ocurrió frente a míster Trump, Andrés Manuel I ofreció al presidente Biden:
“Por nuestra parte, actuamos de buena fe y con toda transparencia porque no debe haber egoísmos entre pueblos vecinos y amigos; además, integración no significa hegemonía ni sometimiento, y a usted, presidente Biden, le tenemos confianza porque respeta nuestra soberanía. Estamos dispuestos a seguir trabajando con usted en beneficio de nuestros pueblos. Cuente siempre con nuestro apoyo y solidaridad”.
Tal vez por eso la diputada federal morenista Yeidckol Polevnsky Gurwitz sostuvo que la visita “fue muy exitosa para la mayor parte de los mexicanos, para toda América Latina” y aseguró que López Obrador es un presidente diferente “del que estamos orgullosos”. ¿Estamos? ¿Toda América Latina?
O le hacemos caso al licenciado y filósofo Gerardo Fernández Noroña, diputado del Partido del Trabajo para mejores señas, cuya voz cristalina se escuchó en el salón de plenos del Senado de la República. “El compañero presidente es un patriota y un hombre que representa con dignidad, la soberanía e independencia nacional”, dijo don Gerardo con esa enorme convicción nacionalista. ¿A poco no?
Pero dejemos de lado la opinión de los expertos, de legisladores y legisladoras. Por favor, dígame usted qué opina de esa visita, en serio, con el corazón en la mano, no importa que me descalifique como mis críticos que son una ternura. ¿Vimos a un estadista en la Casa Blanca? No se ría, opine. Digo.
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