ENTRESEMANA/ ¿Quién lee en el año nuevo?

 

“Yo sin ti
No volveré a sonreír
Como antes…” Arturo Castro Muñoz

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

¿Al amanecer y correr del nuevo año le apetece saber quién lee en estas horas neonatales?

¿A usted se le antoja leer?

Abrir un libro, el periódico extraviado, quizá las insulsas y cursilonas redes sociales cuando la prioridad es el paso de las viandas recalentadas y el café humeante, o el elíxir mágico que convoca al remanso después de la velada con los cantos y las charlas de la reunión en familia, con los amigos o en el trance solitario.

Leen los niños y las niñas la carta pendiente para los Reyes Magos.

¡Ajajá! Canijo Santa Claus, se hizo que la virgen le habló y ni unos pinches chocolates regaló.

Y conste que la carta era la pura verdura, como la escrita por la chavita de secundaria que pidió un celular última generación y está que se la lleva la tía de las muchachas y repasa una y otra vez el mensaje en WhatsApp.

“Pero, mija, usted ya está grandecita y entiende lo que debe entender”, diría el licenciado a quien le bajaron quincena y prestaciones y apechuga en la Secretaría que el aguinaldo haya llegado con recorte de austeridad franciscana.

Sí, sí, el empleado que ha estirado el aguinaldo y apenas le alcanzó para romeritos y regalos de segundo cachete, porque así es esto de los nuevos tiempos, del naciente gobierno encabezado por la Princesa Caramelo y su desprecio por la oposición.

¡Ay!, la señora presidenta con A que recicla posturas, yerros y mentiras del licenciado presidente que se fue, pero no se ha ido y sus muchachos se pelean el poder en el Congreso de la Unión, como aprendices de brujo.

¿Leerán ellos en el nuevo año? Sin duda buscarán, como Maléfica de Palacio en su espejo, saber qué se dice de ellos en el amanecer del 2025. Como la doctora Shein que ni ella se cree aquel mensaje de año nuevo con pala en mano dizque sembrando un árbol sin mancha en el fino traje.

Así son. ¿A poco no?

Lee la madre los mensajes de los hijos que añora y han hecho vida propia, ausentes por ello en aquella mesa que cada noche del 31 de diciembre se colmaba con risas, bromas, anécdotas y muchos, muchos sueños apergollados del brazo de la ilusión que se comenzó a tejer apenas abandonadas las calcetas y los chalecos con el escudo de la secundaria.

Y el padre que repasa las prioridades de la nueva agenda que irrumpe con enero y se ha desvelado sin que nadie sepa que ha sido entrega incondicional porque tiene enfrente al reto de los hijos adolescentes o los pequeños que en la Navidad le dejaron cartas con peticiones imposibles de atender.

Seguramente usted es de aquella generación en la que aspiraba a estar en el cuadro de honor y hoy se enorgullece cuando lee en el periódico mural de la primaria o la secundaria el nombre de su niña como ganadora en el concurso de lectura.

¡Ah!, el asunto es leer, pero ¿quién y qué lee en el año nuevo?

Se leen los mensajes en las redes que se tornan cursilonas inundándose de mensajes de copiar y pegar porque, dígame si miento, se trata de no dejar pasar el momento y felicitar a todo el mundo, incluso a quienes a lo largo del año no se agendan.

Y, ¡caray!, también se leen los mensajes que conmueven y llaman a la solidaridad. Ahí tiene usted que me entero de que el señor padre de mi amiga Lety Carbajal se despidió en el año nuevo. Y la abrazo con fraternal solidaridad.

Las horas transitan impunes entre el último día del año viejo y las que se avecinan del gélido amanecer del nuevo año. Y leemos los mensajes y se siente en el pecho esa presión que se confunde entre el dolor y la alegría, la nostalgia por mil cosas idas.

Entonces la lectura es obligada en la memoria que despliega la red de retenidos recuerdos de los años que nos han dejado huella en el alma porque en esas horas que se despeñan hacia el abismo de lo pasado, pasado, se recuperan dolor, alegría, sinsabores y los etcéteras que solo cada uno sabe que lleva dentro.

Y nos leemos el pensamiento, en el repaso elemental.

¿Recuerda usted sus días adolescentes? ¡Ah!, se nos hacían cortas las vacaciones, y disfrutábamos de las posadas que tenían el embrujo de convertirse en bailes particulares, en la casa de los amigos.

Por ahí su memoria como la mía dejan girar al carrusel de lo que nos marcó. Nombres, fechas, amores, rostros de quienes fueron y son parte de nuestra vida. Sí, ¡caray!, andan por aquí Daniel Benítez Gordillo, mi compañero de primaria, secundaria y prepa y luego ya mayorcitos que nos veíamos como ex cecehacheros.

También David Tarango Buchacras que, como Daniel, se adelantaron como otros colegas que, en años y meses recientes, dejaron el espacio terrenal y su ausencia es recordatorio de lo que somos y seremos. Un recuerdo que se lee obligadamente en el fin de año con el recuento de lo vivido.

¿Leerá usted como hoy leo la ausencia de mi amada Yaz y mi amado Moy?

No lo dudo; aunque quizá comulguemos en la coincidencia de no compartir esas horas de obligada soledad cuando lloramos a quienes no estuvieron la noche del año viejo en torno de la mesa preparada con cariño para cenar y brindar.

Y al amanecer, ¿quién lee?

Por supuesto, leemos incluso en la madrugada cuando alguien encuentra la carta leída mil veces con dolor y alegría, pero siempre con nostalgia porque ahí está en el archivo. Ahí está la palabra que remueve conciencia y arranca suspiros y…

Carta impresa en papel o el texto en el archivo del correo electrónico porque, rara avis quien escribe de pulso y letra el mensaje que duele y alegra. ¿De cuál prefiere usted leer?

Escribo de madrugada en dos tiempos, cuando ya fue el año viejo y brindé y cené con mi mamá-tía doña Barbarita y mi hermano César y mi cuñada Anel y mi sobrino César Aarón, y cuando corren las horas del nuevo año.

Y le comparto lo vivido porque traigo el corazón repleto de alegría porque mis hijos Brenda, Daniela, Daniel y Carlitos, y mi hermana Conchita y mis hermanos Anselmo y Filemón han pasado cada uno esas horas de transición en el resguardo de ser grandes seres humanos.

Yaz y Moy nos acompañan.

Hoy, la Princesa Caramelo y los asuntos políticos no tienen cabida. Hoy el día es nuestro para acurrucarnos en familia o solitarios, queriéndonos, amándonos, llorándonos en el recuerdo y las ganas de seguir de frente, cuando el premio de vivir lo tuvimos al amanecer.

¿Usted se atreve a compartir públicamente lo vivido en este festejo con todo y sus bemoles? ¡Hágalo! Le hará bien porque provocará que le lean esas líneas. Ande, ande, no sea egoísta.

Y dígale a sus compadres, amigos, comadres, amigas, cuates y cuatas, conocidos y vecinos, incluso a sus malquerientes, a los amores vigentes y los que se desprendieron porque le consideraron carente de vigencia, que también lo hagan.

Por eso, por eso, señora y señores, he pasado minutos pausados en la lectura de los parabienes que me han enviado vía redes. Los leo con cariño y en algunos casos me gana la lágrima, como le ha de ocurrir a usted, porque vienen acompañados de recuerdos de esos tiempos idos.

Y a todo ellos, como a usted que ha dedicado un momento para leerme, le deseo que este año que apenas gatea le sea de éxito y salud plenos.

¡Ahí vienen los Reyes Magos! ¿Qué opinas, Drakko? Digo.

[email protected]   www.entresemana.mx   @sanchezlimon1

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