MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN. ¿Recuerda usted que el sábado 23 de marzo de 2019 el respetable asistente a la inauguración del estadio de béisbol de los Diablos Rojos del México abucheó al licenciado presidente?
Esa noche, Su Alteza Serenísima aguantó vara, mas no olvida y, ahora, la prueba del estadio le cae como anillo al dedo en eso de desviar la atención ciudadana con el juego de sus corcholatas, en esta sucesión adelantada por obra y gracia de él, Andrés Manuel I. Pero…
Sin duda no todos los mencionados por el Santo Patrono de los otros datos gozan ni asumen con docilidad el perverso calificativo que, con ese desparpajo y ausencia de respeto les endilgó con ese ánimo dizque innovador de acabar con el “tapado”, el seguro sucesor presidencial que Abel Quezada caricaturizó encapuchado, en aquellos años de la hegemonía priista.
Y se lo comento porque, salvo Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los senadores de Morena que se ha significado como el hijo desobediente en este juego de la sucesión, el resto de los aspirantes no rechaza el epíteto.
Pero, estará usted de acuerdo, no todos están en condiciones de pasar con buena calificación la prueba del estadio, es decir, que un político, en este caso aspirante a suceder al licenciado López Obrador, pueda recibir el aplauso que implica aprobación de un público no acarreado.
Eso le ocurrió a Su Alteza Serenísima cuando apenas cumplía cuatro meses y días de haber asumido la Presidencia de la República. ¿Por eso ya evita los aeropuertos y los espacios carentes de público a modo’
Porque aquel sábado 23 de marzo de 2019, se trataba de un público especial, el que puede pagar una entrada al estadio de béisbol y que Andrés considera fifí.
Lo cierto es que ya había rechazo a su recién iniciada gestión
La prueba del estadio suele marcar el futuro de un político, el destino de un gobernante como fue el caso de Felipe Calderón, abucheado el jueves 12 de noviembre de 2009 cuando asistió a inaugurar el nuevo estadio del club de futbol Santos Laguna, en Torreón, Coahuila.
Años atrás, el sábado 31 de mayo de 1986, en la inauguración del Mundial de Futbol, en el estadio Azteca más de 100 mil aficionados abuchearon al entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado. Le cobraban el pésimo manejo del auxilio a los damnificados del terremoto de la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985 y la severa réplica en la noche siguiente del viernes 20.
No, el ciudadano tiene memoria, aunque sea selectiva, pero no olvida y suele cobrar en las urnas las facturas; prueba y desaprueba desde el estadio, en el mitin aunque sea parte del acarreo.
Y Gustavo Díaz Ordaz, cuando presidente supo de ese rechazo por doble partida. Era sábado, el 12 de octubre de 1968, cuando desde el palco principal del Estadio Olímpico Universitario de la UNAM, declara inaugurados los Juegos Olímpicos en su XIX edición de la llamada era moderna- Y una rechifla descomunal le evidencia el rechazo popular, estaba fresca la sangre derramada en la Plaza de las Tres Culturas. Ahí estaban congregadas 80 mil personas, el estadio repleto.
Y luego, el domingo 31 de mayo de 1970, como una terrible despedida, porque el 1 de diciembre siguiente entregaría la banda presidencial a su sucesor, Luis Echeverría Álvarez, Gustavo Díaz Ordaz fue abucheado por los asistentes a la inauguración del Mundial de Futbol en el estadio Azteca.
Hoy tenemos al beisbolero López Obrador. En Paraíso, Tabasco, el domingo último, 1 de mayo, blofeó ante trabajadores petroleros e integrantes de su primer círculo de colaboradores y predijo, para su sucesión en 2024, “paliza” a la oposición política.
En la ceremonia conmemorativa del Día del Trabajo, celebrada en instalaciones de la obra en construcción de la refinería “Olmeca” Dos Bocas, en esa localidad costera tabasqueña, sin que viniera al caso, como casualmente es praxis del Duce, abordó el tema de su sucesión con la insistente referencia de que no aspira a la reelección.
El licenciado presidente tocó el tema de las inversiones porque éstas generan trabajo. Y se echó el rollo correspondiente, preámbulo de su objetivo.
“Entonces, dijo, vamos a seguir invirtiendo en obras, porque tiene un efecto multiplicador: se hacen las obras, las plantas, que son indispensables para el desarrollo, se reactiva la economía en los estados de abajo hacia arriba y se generan empleos.
“Por eso vamos a seguir con esta política. Todavía nos quedan dos años y cuatro, cinco meses, pero nosotros estamos acostumbrados a trabajar el doble, diario.
“Aquí decía Luisa María (Alcalde Luján, secretaria del Trabajo y Previsión Social) de que, de acuerdo al horario de San Benito, eran ocho horas para trabajar, ocho para pensar y ocho para descansar. Eso lo definió así San Benito porque estaba en un monasterio y los monjes se la pasaban mucho tiempo en la meditación, pensando, y dijo San Benito: ‘A ver, ocho horas para trabajar, ocho para descansar y ocho para pensar’.
“Pero ya nosotros qué vamos a estar pensando si ya sabemos lo que hay que hacer. Entonces, son 16 horas y entonces los dos años, tres, cuatro meses, que nos faltan, son como cinco años todavía.
“Entonces, le vamos a sacar mucho jugo al tiempo y no vamos a dejar ninguna de las obras que mencioné en proceso, las vamos a terminar todas para que entreguemos la estafeta y haya un relevo generacional”.
Entonces, entró en materia y por enésima ocasión reiteró, con ilustración de la historia patria y en términos beisboleros, su decisión de no buscar reelegirse en el cargo.
“No a la reelección –acotó y obsequió para tranquilidad de los mexicanos–, porque tenemos que seguir el ejemplo del Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero: sufragio efectivo, no reelección”. ¿Qué le parece?
¡Ah!, pero demócrata finalmente y patriota como es, reiteró que “va a haber relevo generacional. Tenemos —ya saben ustedes, los que juegan béisbol—, tenemos como cinco pícheres abridores, mujeres y hombres, y como 10 cerradores, mujeres y hombres, y todos tiran más de 100 millas, pura recta, como se decía que tiraba…
“¿Cómo se llama el panameño? Marino Rivera, recta cortada, la recta cortada.
“Y no sólo recta cortada, como la de Mariano Rivera, que entró al Salón de la Fama, es el único que ha entrado con todos los votos. Fíjense qué tremendo pícher; caballo, como se dice en el béisbol.
“Y además tenemos hombres y mujeres también que tiran moña, que no sólo es la recta, sino curva, y screwball y otras pichadas que no son fáciles de batear.
“Lo que sí les puedo decir es que vamos a seguir ganando, sí vamos a seguir ganando los juegos por paliza”.
¿Paliza? ¿Con sus candidatos?
¿Alguien le informó que precisamente ahí, en ese acto, su secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, a quien recién incorporó a la cabeza de sus corcholatas, fue abucheado por los trabajadores que, seguramente asistieron por voluntad propia y llenaban la explanada?
Y conste que Adán Augusto era gobernador de esos tabasqueños hasta hace poco. ¿Y alguien informó a Su Alteza Serenísima que similar rechazo recibió su paisano y amigo del alma Octavio Romero Oropeza, dizque director de Petróleos Mexicanos?
La prueba del estadio marca. Adán puede tener la bendición de Su Alteza Serenísima pero el pueblo es el pueblo.
Y, bueno, el domingo último, Marcelo Ebrard Casaubon fue aplaudido en un acto de campaña de Julio Menchaca, candidato de Morena al gobierno de Hidalgo, celebrado en Acatlán. Casualmente y sólo casualmente, quienes aplaudieron y vitorearon al secretario de Relaciones Exteriores, llevaban playeras con la frase “Marcelo es mi carnal”.
¿Quién de las corcholatas osará someterse a la prueba del estadio sin acarreados ni maiceados? Porque, todo cambia para seguir igual, como en los tiempos del partidazo tricolor. Por ejemplo, Francisco Xavier Berganza cuenta que César Cravioto, senador suplente de Martí Batres, lo citó en un café de la Ciudad de México para comunicarle que Mario Delgado le mandaba decir que no sería el candidato de Morena, aunque las encuestas le favorecieran. Berganza es candidato de Movimiento Ciudadano al gobierno del estado de Hidalgo. Conste.
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