MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN. Veamos. Si todo está de rechupete en el país ¿por qué el discurso del licenciado presidente borda en hilos de ira contenida cuando se le refiere que la 4T destila fracaso?
¿Por qué soltó a sus mastines para perseguir, con la idea de acorralar e intimidar a la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández?
Porque con su postura dio el visto bueno para que cualquier pelafustán y pelafustana a sueldo y oficiosamente, incluso, se cebara en la figura respetable de la primera mujer que ascendió al cargo de presidenta del máximo tribunal del país.
No, no, públicamente no mienta la madre a quienes lo critican y menos manda a la chingada, así, literal, a la prensa que llama vendida, porque una brizna de civilidad asoma en sus disertaciones mañaneras. Pero por ganas no queda en él… ni en sus opositores.
Atrás quedaron los barroquismos, la cortesía para dirigirse el Presidente de la República porque se trataba del Presidente de la República y se respetaba a la investidura, al propio personaje aunque su destino sería el lado oscuro de la historia.
Ocurre, y usted estará de acuerdo, que muchos ciudadanos –para no decir millones y me digan exagerado– en la calle descalifican al licenciado presidente y su figura, la de él no de la investidura.
Pocos lo defienden, muy pocos; los más desaprueban su gobierno y otros, aquellos que se fueron tras el espejismo se llaman decepcionados, arrepentidos de haber votado por el que ya ni en Macuspana se le considera hijo pródigo.
Y debe decirse que en tierras tabasqueñas opera singular censura salpicada de miedo entre la familia política y los medios de comunicación que no se atreven a criticar ni en público ni en privado al licenciado presidente.
Hay sus salvedades pero se pueden contar con los dedos de una mano.
Andrés Manuel se ha vuelto caricatura, personaje de videos en las redes que sus amanuenses y operadores en los medios públicos no atinan a desactivar porque no hay materia de defensa.
Y desde la mañanera la respuesta del licenciado presidente se ha entronizado en el insulto, la descalificación y el descrédito hacia la oposición y especialmente contra la prensa, apoyado por mercenarios que le siembran preguntas a modo. Pero…
Todo tiene un límite.
Especialmente cuando una figura pública respetada y respetable es atacada, descalificada frente a su centro de trabajo, insultada y ridiculizada en carteles pegados en la pared del inmueble sin que haya una autoridad doméstica que detenga ese frenesí soez, corriente como el nivel de quienes les pagan en el submundo de la 4T.
Imagínese que un día la entrada principal de su casa amanece con carteles en los que le llaman ratero y vendido. Y un sujeto con alta voz le dice que le pesan las nalgas por estar sentado en su oficina; vaya, incluso una señora igual con alta voz le mienta la madre.
¿Por qué? ¿De parte de quién?
Y usted se reserva y confía en que la autoridad, vecina suya, pondrá freno al exceso y llamará a la cordura a diputados y senadores oficialistas que aderezan sus discursos relacionados con su tarea, la de usted, con descalificación y el insulto al sentido común.
Y todo porque usted no está hecho de la misma madera que ellos, ni atiende órdenes de quien se adueñó del país, oficialmente desde el sábado 1 de diciembre de 2018.
¡Ah!, pero cae usted en la cuenta de que ese personaje que tiene toda la autoridad para detener embestidas en su contra, las alienta y lo injuria desde el púlpito de la homilía mañanera, apoyado en preguntas de catecismo que le acercan los acólitos maiceados por un personaje multiusos y falto de respeto por sí mismo, cuyas iniciales son Jesús Ramírez.
Por eso, por eso…
La reacción de la ministra presidenta Norma Lucía Piña Hernández fue consecuencia del hartazgo; no acostumbrada a enfrentar a un gobierno que dista de conducirse con civilidad, estalló aunque cuidó la forma.
No, no me sumo a la jauría que un día antes la apoyó y al siguiente la descalificó, cuando conoció la carta en la que la ministra presidenta asumió la autoría de los mensajes enviados a la cuenta de WhatsApp del licenciado Alejandro Armenta, quien procedió como mozalbete al que una dama le dio bofetada por atrevido.
¡Nos decepcionó!, dijeron ofendidos estos colegas que se creen líderes de opinión. ¿Los decepcionó?
Vaya, hasta le imaginaron un futuro en el que no se podrá deshacer de esta mancha en su expediente profesional. ¿En serio?
¿Por qué no sostener el apoyo a la ministra Norma Lucía? ¿Por qué no les gustó que haya respondido y puesto en su lugar al senador Armenta, aunque no en los términos que se han utilizado en su contra desde el púlpito presidencial y la tribuna legislativa de diputados y senadores?
Quizá debió haber ido más arriba, con el dueño del poder. Pero es cauta.
Tanto que, a la airada reacción del senador Armenta, la Corte informó un día antes que no haría pronunciamiento público porque se trató de una conversación entre particulares.
Pero, la ministra presidenta decidió atender reclamos y divulgó una carta, sin membrete para no involucrar a la Corte ni al Poder Judicial de la Federación, en la que puntualizó:
“Hago esta aclaración por respeto a quienes han mostrado apoyo a mi persona. Por respeto a mis pares y a mi familia. No quiero que mi silencio deje lugar a dudas. Como lo manifesté expresamente en la comunicación personal con el Senador Armenta Mier, sostengo en público lo que dije en privado.
“Sus expresiones sobre datos inexactos, así como sobre la labor de quienes formamos parte del Poder Judicial me indignan.
“Reconozco que la vía utilizada no fue la más adecuada. Confío en que mi modo frontal y directo de hablar se distinga claramente de una amenaza.
“La honestidad es el criterio para construir el México que la Constitución garantiza y que las y los mexicanos nos exigen.
“Norma Lucía Piña Hernández”
¡Vaya respuesta!
¿Podría el licenciado presidente hacer lo mismo, es decir, disculparse con quienes se han convertido en sus clientes favoritos y otros no tanto, para golpear, insultar, descalificar y decir barbaridades de ellos todos los días?
El que se ríe se lleva, señoras y señores. La ministra presidenta respondió en términos amables a quienes la han insultado e insultan desde el oficialismo porque no es de su madera, porque no es el togado que recibe órdenes y defiende sin rubor ocurrencias de Su Alteza Serenísima.
¿Depecionó la doctora Piña Hernández? ¿A quiénes y por qué?
¿Hay que callar frente a la diatriba?
Seamos serios, senoras y señores diputadas (os) y senadoras (es) del oficialismo dorado, coleguitas dizque líderes de opinión.
¡Ah!, no fue la vía ni la forma adecuadas, como asumió la ministra presidente. Es posible, pero, aunque no rime, la gente se cansa de tanta pinche mentira y mentada de madre proferida desde el poder. ¿A poco no? Digo.
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