MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN. O lo que es lo mismo: ¡pégame!, pero no en la cara porque de esa vivo, según reza el dicho popular y aplicable en los tiempos que corren al hijo mayor de Su Alteza Serenísima, porque nos salió más cabrón que bonito. ¿A poco no?
Por cierto, ¿dónde está el influyente junior machuchón de la 4T conocido como Pepe Ramón que hace tres años no sabía a qué se dedicaría, mas sostuvo que no trabajaría en el gobierno de su padre pero se da vida de jeque petrolero? Se armó el escándalo con la Casa Gris de Houston e hizo mutis y dejó que su progenitor busque lavar la afrenta.
¡Ah!, chingaos, ¿a poco piensan que no tiene padre?, diría el Duce frente al respetable y en contra de los conservadores y de Carlos Loret de Mola y los incómodos colegas que, aduce el licenciado presidente, están al servicio de la mafia del poder. Pero, veamos.
La historia patria es terca y aleccionadora.
Y el licenciado presidente, es terco en esto de repetirla y, más aún, parecerse a los de endenantes, es decir, los de más atrás de la época neoliberal, especialmente uno de ellos, José López Portillo y Pacheco quien pautó, el 17 de enero de 1979, a la economía mexicana hacia la apertura rumbo al neoliberalismo cuando se firmó la carta de intención para el ingreso de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que se formalizó el 24 de julio de 1986, en el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado.
La referencia viene al caso con lo que ocurre en la forma de gobernar de Su Alteza Serenísima Andrés Manuel I, cuya insistencia en decir que él y su gobierno dista parecerse a sus antecesores. ¡No!, toco madera, exclama, cuando niega cualquier parecido, digamos, al culto Enrique Peña Nieto, o el mechacorta Felipe Calderón.
Pero este zanjar similitudes choca con la dinámica impresa a la 4T que tiene, en esencia y práctica, parecido vario con las administraciones de José López Portillo y Pacheco y del centenario Luis Echeverría Álvarez.
Porque, mire usted, para quienes lo saben y los millenials que lo desconocen, el gobierno de la 4T ha copiado programas que en esencia tienen el aroma del populismo lópezportillista como la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginales (Coplamar), creada en enero de 1977 que devino en IMSS Coplamar y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM) que hoy está inscrito como Seguridad Alimentaria Mexicana, cuyas siglas deben ser SAM pero, para no parecerse a los de antes le llaman SEGALMEX.
Pero, vale recordar que, al frente de esas empresas en la administración de don Pepe López Portillo y de la SEGALMEX lópezobradorista, estuvo y está Ignacio Ovalle Fernández, quien fue secretario particular del entonces presidente Luis Echeverría. Además, desde esos días, se convirtió en mentor del clasemediero y aspiracionista Andrés Manuel López Obrador. Pago de favores.
Y hasta en la praxis del nepotismo, Andrés Manuel I se parece a don Pepe López Portillo.
No hay rubor en el licenciado presidente cuando defiende a su hijo mayor, José Ramón López Beltrán, quien ha cumplido 41 años y se escondió bajo el saco de su padre y evita atender al reclamo de explicaciones respecto de la fuente de recursos que le da para ocupar casonas de lujo en Estados Unidos.
José Ramón López Beltrán es el orgullo del nepotismo de Andrés Manuel, quien no requiere dar un nombramiento al vástago mayor para incurrir en nepotismo, como lo hizo en su momento don Pepe cuando a su hijo José Ramón López Portillo Romano, nombró subsecretario de Planeación en la Secretaría de Programación y Presupuesto, lo que provocó molestia ciudadana y entre la incipiente oposición de izquierda que se estrenaba en el Congreso de la Unión.
“Es el orgullo de mi nepotismo”, exclamó don Pepe y punto. Así puede entenderse esta defensa que ha hecho el Duce de su hijo José Ramón. Le ha dejado hacer y deshacer desde los días en que lo nombró coordinador de su campaña y le dio manga ancha para negociar candidaturas.
Y así como don Pepe fue acusado de dar espacios de poder a sus hermanas y familiares, de prohijar la corrupción, así ocurre con Andrés Manuel I con sus hermanos y familiares, amigos y recomendados, tal cuales son los casos de Manuel Bartlett Díaz, Irma Eréndira Sandoval y etcétera y etcétera.
Pero. ¿Dónde está el machuchón José Ramón López Beltrán? La máxima reza que, el que calla, otorga, pero más allá del simplismo el sentido común demanda una explicación porque todos los elementos de este escándalo tienen tufo de corrupción, tráfico de influencias y la tipificación de delincuencia organizada, incluso.
¿Por qué la insistencia del licenciado López Obrador de defender al orgullo de su nepotismo? ¿Por qué?
Mire usted, en la mañanera de inicio de semana, una reportera recordó a Su Alteza Serenísima:
“Ya por último, hoy se cumplen nueve meses en que se envió una nota diplomática al gobierno de Estados Unidos por el financiamiento de más de 50 millones de pesos a la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, que llegó a encabezar Claudio X. González y que es un abierto opositor a su gobierno. Si ya han tenido alguna respuesta o algún comunicado del gobierno de Joe Biden, presidente”.
Puso en bandeja la pregunta y el licenciado presidente se sirvió para enderezar la defensa de su hijo Pepe Ramón.
“No, no, no hemos tenido respuesta y ojalá y pronto se dé contestación a esta nota diplomática, porque es indebido, es una intromisión a la vida pública de México el que el gobierno de Estados Unidos esté financiando a grupos opositores a un gobierno legal y legítimamente constituido”, respondió.
De ahí pasó al tema y, sin querer queriendo, acotó:
“Ahora que salió lo de mi hijo José Ramón, no hay pruebas de nada absolutamente, mis hijos no tienen participación en el gobierno. He sido muy claro que el pueblo nos eligió para acabar con la corrupción, con la impunidad, para que no haya amiguismo, influyentismo, nepotismo, ninguna de esas lacras de la política, y hemos actuado con honestidad y lo vamos a seguir haciendo”, argumento.
No se ría, en serio, lo dijo. ¿No hay amiguismo ni influyentismo ni nepotismo en la 4T? ¿Hampa del periodismo?
Y, fiel a esa su peculiar práctica de mentir como respirar, se fue contra los que llama sus adversarios, “a los que enfrentamos –dijo–, porque los consideramos corruptos o paleros, a reporteros… No, reporteros no; conductores de noticias, mujeres y hombres, columnistas y desde luego los dueños de los medios de información, la mayoría, todos ellos están en contra”.
Bien, bien, Andrés Manuel I no quiere ver las pruebas que abundan en redes y en medios impresos. Es que la señora tiene dinero, aduce. ¡Ajá! ¿Y por qué Pepe Ramón se esconde?
“¡Cómo quedarnos callados cuando se calumnia! ¿Por qué me voy a quedar callado? ¿No soy libre? ¿Voy a aceptar que mientan, que calumnien, qué dañen el proyecto de transformación?”, argumenta el licenciado presidente.
Pero, hay un punto sustancial en este escándalo: el licenciado López Obrador no es el acusado. No, es su hijo; y su hijo está obligado a explicar públicamente de dónde los recursos. ¿Es un mantenido?
No, el Duce no da cargos a sus hijos, los deja medrar como hijos del Presidente. ¿Le parece poco? El orgullo de su nepotismo. ¡Materialízate, José Ramón! Comparte la fórmula, ¿será que influencia y poder matan carita y billete? Más cabrón que bonito. Digo.
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