RICARDO SANHER
Es durante los momentos álgidos y convulsos por los que atraviese una nación, cuando se aprecia con claridad la estatura y el temple político de su Presidente. Hasta el momento López Obrador ha dilapidado el enorme capital político que la pandemia y el huracán “Otis” le hubieran podido proporcionar si el tabasqueño hubiera capitalizado estas dos emergencias con un no digamos excelente manejo de crisis, dejémoslo con una aseada, atinada y ordenada operación del par de contingencias, lo que le proporcionaría la credibilidad de millones de mexicanos en su “proyecto de transformación”.
Pero pudo más el rencor y la continua disputa con sus imaginarios adversarios políticos, porque en esta dos terribles desgracias no se encontraban en juego cotos de poder, al contrario era la oportunidad de unir y amalgamar cualquier diferencia con la oposición, lo que a su transformación realmente le hubiera caído como anillo al dedo y ganarse millones de simpatías de mexicanos que mal miran su desaseado manejo de la política interna y externa del país.
Todo su mal manejo de la crisis, tanto de la pandemia como últimamente de la ayuda que necesita la población acapulqueña que sufre las consecuencias del paso del huracán “Otis”, quedó exhibida en las “benditas” redes sociales, cuando se empezaron a publicar los abusos y arbitrariedades de la Guardia Nacional, que en lugar de facilitar la llegada de los víveres que de inmediato los mexicanos mandaron a la zona de desastre en Acapulco, se limitó a detenerlos y despojarlos para, según muchos testimonios, pararse el cuello aduciendo que la ayuda provenía del gobierno federal y no de la población civil.
Qué ridículo tan humillante fue la escena que protagonizó el Mandatario mexicano, quien en un supuesto intento de llegar a Acapulco para reconfortar a los miles de damnificados por el huracán, decidió irse en transporte terrestre, cuando de sobra sabía que las carreteras hacia Acapulco estaban bloqueadas. ¿Acaso este desastre natural no ameritaba que un helicóptero fuera destinado para transportar de manera segura al Presidente López Obrador y no exponerlo a quedar varado en alguna carretera, como sucedió? No puede ser que mejor los transportes de las Fuerzas Armadas sean destinados para paseos de familiares de las altas cúpulas políticas del partido en el poder.
Este tipo de emergencias ameritan ser tratadas con la máxima seriedad, porque están en riesgo miles de vidas de compatriotas y no tratar de llevarlo al escenario político como lo ha intentado usted, señor Presidente.
Todo parece indicar que le pasó a usted lo que dice la canción de la norteña Alicia Villarreal: “Le quedó grande la yegua y a México le faltó jinete”.