RICARDO SANHER. No se necesitaba ser un pitoniso para prever lo que se les avecinaba a los pobres migrantes que creyeron en los cantos de las sirenas presidenciales y en las invitaciones abiertas, en el sentido que quienes quisieran trabajar aquí serían bien recibidos porque México también es un país de oportunidades, aunque nunca se les aclaró oportunidades para qué.
Estaba más que claro que el discurso populista, en cuanto al trato a los migrantes, del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, iba en dirección opuesta a los intereses del vecino del norte, por lo que la crisis que ahora está flagelando a los estados mexicanos fronterizos desde entonces era previsible, porque no todo son buenas intenciones porque sin el respaldo de una infraestructura nada funciona, como han sido las ocurrencias de este gobierno al que nada le sale bien y fácilmente se entiende por qué.
Si desde un principio se hubiera reconocido que se aceptó ser Tercer país seguro o como quieran llamarlo, desde entonces se hubiera proveído a las ciudades designadas para tener las estaciones de migrantes de la infraestructura necesaria para asumir esta responsabilidad y no ver cómo les explota y sale de control el problema de la inmigración, pero la tentación del discurso popular le ganó al tabasqueño y quiso sacar raja, aunque le salió más caro el caldo que las albóndigas.
El actual gobierno de la 4ª. Transformación, por su ambición de dar aparentes buenos resultados, no vio venir la celada que le tendió Estados Unidos, que no protestó cuando el tabasqueño por medio de sus operadores políticos “invitó” a los migrantes de todas las nacionalidades a que se creyeran el cuento chino que el paso por México era seguro. Cuando los vecinos del norte vieron comprometida su seguridad fronteriza, bastó un manotazo en la mesa para que México asumiera la responsabilidad de cerrar su frontera sur y conservar a los miles de migrantes en su frontera norte, porque así lo “propuso” EU. La famosa doblada de AMLO.
Es decir que durante los últimos tres años se instrumentó el llamado Titulo 42, en el cual autorizaba a la policía fronteriza que tras la captura de cualquier migrante que intentara cruzar hacia México fuese deportado sin consecuencias legales y una de las causas fue para apresurar la expulsión de 2.8 millones de migrantes a México por el tema del Covid, hasta ahí todo iba normal, pero no paró ahí la cosa. Ahora con el Título 8, quienes hayan pasado la frontera de manera ilegal son enviados a sus países de origen y quedan vetados para pedir asilo y se les prohibirá por cinco años cualquier trámite de inmigración. Obvio que esto favorece a los “coyotes”, quienes elevarán sus tarifas.
Con esto dos cosas quedan muy claras: La frontera de Estados Unidos no está abierta y a México le hace falta un Presidente y un Secretario de Relaciones Exteriores inteligentes y con el conocimiento básico de las reglas de la diplomacia en el mundo.