EL TLACUILO/ La otra historia, la oculta y no oficial del estado de Hidalgo

ARTURO MORENO BAÑOS (Hidalgo). El 16 de enero para los hidalguenses significa alegría, felices estábamos, sí efectivamente palabra conjugada en pretérito, justo después de festejar 153 años de la erección del estado de Hidalgo; más de un siglo en el que a partir de un decreto por el cual surgió nuestro estado, el ánimo, las caras de felicidad y prosperidad se aglutinaban.

Cada año el gobernador en turno da un discurso en el que argumenta interminables calificativos para Hidalgo y por su puesto de su gente. Por unos minutos pudiera creerse y esperarse que es real la bonanza, prosperidad y modernidad únicas e incuestionables.

Yo como hidalguense en verdad lo espero, quiero creerlo, incluso soñarlo, sin embargo existe un hondo dolor que se agolpa en mi psique; el recuerdo devastador y lacerante de aquel para nada lejano 18 de enero del año 2019 que afectó a mis paisanos de Tlahuelilpan y por ende nuestra felicidad ilusoria se desvaneció al saber que en Hidalgo ni existe la prosperidad ni la modernidad y mucho menos la felicidad todo es simple discurso, vil e incluso ofensivo.

Después de la explosión del ducto de combustible que causó la muerte de 137 personas, en la zona cero de la tragedia se ha erigido un cementerio simbólico donde yacen las cenizas de los fallecidos, que se acercaron con cubos para llevarse algunos litros de gasolina de esa toma clandestina. ¿Por qué lo hicieron? Es fácil la respuesta, el hambre, la desesperación y sobre todo aprovechar un resquicio por el cual poder prosperar es aprovechado por cualquiera; sí cualquiera que en definitiva tiene necesidades precarias que no han sido ni serán subsanadas y mucho menos con ayuda de cada uno de los gobiernos que han pasado desde hace 153 años en Hidalgo.

En Hidalgo y aún para ser más precisos en Tlahuelilpan se respira el olvido de las autoridades que prometieron reconstruir un pueblo enlutado, la disputa de las rutas de la ordeña por parte de grupos de huachicoleo y, encima la precariedad laboral agudizada hoy en día por la pandemia de covid-19 mantienen en la peor de las incertidumbres no solo a la comunidad sino incluso al Estado que vive la procrastinación constante así como el olvido de los funcionarios públicos que no hacen, ni harán, absolutamente nada por cambiar la situación.

Crimen vil y desleal que, según informes en México existen 12.581 tomas clandestinas de oleoductos. La mayor parte en los estados de Puebla (1.815), Hidalgo (1.726) y en Guanajuato (1.547), siendo una zona denominada el “Triángulo rojo o del huachicol”. Ciudades como Acarzingo, Palmar de Bravo, San Martín Texmelucan, Tepeaca, Tecamachalco, Quecholac, entre otras se encuentran entre las ciudades con más registros de robo de combustibles.

El robo al hidrocarburo se ha convertido en uno de los más siniestros y desleales que existan en México, es increíble que vaya a la alza y justamente debido al aumento progresivo del precio de la gasolina, la toma de los ductos ha incrementado en un 915% y el registro de un total de 20 millones de barriles de combustible robados por lo menos.

El robo, también conocido como “huachicoleo”, perdura y a pesar de que se han realizado algunas acciones para mitigarlo, cualquier rescoldo basta para que se proceda al hurto ¿por qué? Simple, la respuesta es la perenne necesidad, la miseria, la falta de oportunidades que no permiten mantener una cívica y ética elevada cuando el hambre aparece y no existe absolutamente ninguna alternativa a pesar de buscarlas.

153 años de la erección del Estado de Hidalgo, más de un siglo y medio de soportar estoicamente los caprichos del devenir histórico que pareciera, al menos en Hidalgo, la pobreza, el hambre, la falta de oportunidades así como el abuso; la corrupción, el narcotráfico, la impunidad, la violencia, los asaltos y un largo etcétera. Son una constante que se dan cita una y otra vez.

¿Tú lo crees?… Yo también.

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