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JUAN CHÁVEZ
La obra insignia de López Obrador le cuesta miles de millones al año al pueblo bueno de México.
Con nuestros impuestos se subsidia al tren que destruyó la selva del sureste mexicanos.
El Tren Maya, uno de los proyectos más emblemáticos del gobierno federal, primero con AMLO y en continuidad con la presidenta Sheinbaum, enfrenta una operación que depende casi por completo de recursos públicos.
De acuerdo con un análisis publicado por Reforma, el subsidio federal destinado a su operación equivale a 10 veces el dinero que obtiene por la venta de boletos y suvenires.
Este comportamiento financiero abre una discusión importante sobre su viabilidad, sus costos reales y el tiempo que tomará para que pueda sostenerse sin apoyo presupuestal.
Según el reporte, el Tren Maya registró 275 millones de pesos en ingresos por boletos y suvenires durante 2024, mientras que sus gastos operativos sumaron 2 mil 837 millones de pesos.
Esta diferencia fue explicada por Gerardo Herrera, experto en negocios de la Universidad Iberoamericana, quien advirtió que “visto desde un punto de vista financiero, es un proyecto perdedor”.
Deuda del Tren Maya se cuadruplica en 2025 mientras especialistas alertan que los subsidios son mucho mayores de lo que el proyecto puede generar por sí mismo y “ya debe dinero”, aunque señalan que Sheinbaum “nunca” admitirá el ”error” de AMLO al impulsar esta obra pese a problemas de rentabilidad
¿Por qué los ingresos del Tren Maya son tan bajos?
En su segundo año de operación, el Tren Maya continúa funcionando con una demanda que crece, pero no lo suficiente para cubrir sus costos. Herrera cuestionó la proporción entre ingresos y gasto:
“¿Qué negocio se sostiene cuando sus ventas son entre 2 y 10 por ciento de sus gastos operativos?”, señaló.
El proyecto fue inicialmente presentado por el entonces presidente López Obrador como un motor de desarrollo para el sureste.
Sin embargo, la velocidad a la que aumenta el número de pasajeros no compensa, al menos por ahora, la magnitud del gasto operativo anual.
¿Cuánto tiempo tardaría en ser rentable?
Los especialistas coinciden en que la ruta hacia la rentabilidad será larga.
Con las tendencias actuales, podrían pasar entre 10 y 20 años antes de que el Tren Maya pueda sostenerse sin subsidios.
Herrera advirtió que esto representa un compromiso presupuestal importante:
“Y en todo ese tiempo se le tendrá que meter dinero, mucho dinero”.
Si ese ritmo se mantiene, en una década las pérdidas acumuladas llegarían a 25 mil millones de pesos.
Además, recordó que la administración federal “tiene poco dinero y que el Tren ande acumulando pérdidas de 2 mil 500 millones de pesos por año”, resulta contraproducente para las finanzas .
¿Por qué requiere subsidios tan altos?
El especialista en ferrocarriles Carlos Barreda explicó que el proyecto enfrenta un dilema estructural: se trata de un servicio de carácter turístico y de alto costo, por lo que “sus usuarios debieran pagar el costo del boleto en su totalidad”.
Sin embargo, las tarifas actuales no alcanzan para equilibrar la operación. Esto obliga a que la Federación absorba cada año una parte importante del gasto, lo que genera cuestionamientos sobre la capacidad del proyecto para justificar el flujo continuo de subsidios.
¿Qué implica para el presupuesto federal?
El mantenimiento anual de las operaciones del Tren Maya representa un gasto considerable en un contexto nacional con recursos limitados.
Si las pérdidas continúan en niveles similares a los del último año, el gobierno tendría que cubrir, de manera permanente, un déficit que ronda los 2 mil 500 millones de pesos anuales.
Este escenario genera un debate sobre prioridades presupuestales, pues el financiamiento del Tren Maya compite con otros sectores que también requieren recursos como salud, educación, infraestructura urbana o seguridad.
Para quienes planean usar el Tren Maya, es importante saber que el servicio seguirá operando gracias a los subsidios federales, por lo que no se anticipan aumentos drásticos en tarifas en el corto plazo. Sin embargo, los especialistas coinciden en que, si se busca reducir el déficit, uno de los caminos posibles será ajustar los precios conforme crezca la demanda turística.
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En el mediano plazo, el reto del gobierno será demostrar que el proyecto genera beneficios económicos, sociales o turísticos suficientes para justificar el gasto anual que requiere.
