JUAN CHÁVEZ
De las dos grandes artistas, soy contemporáneo.
Salvo que Silvia Pinal murió a los 93 años y Blanca Estela muy joven abandonó este inmundo mundo, cuando el avión de Mexicana de Aviación en que viajaba se estrelló en la base del Pico del Fraile, en el Popocatépetl, el 26 de septiembre de 1949.
Blanca Estela tenía 23 años.
Pocas cosas de los aconteceres diarios me pegan, me subyugan, me oprimen.
Sufrí el fatal fallecimiento de la estrella, al lado de Pedro Infante, en las películas “Nosotros los pobres” y “Ustedes los ricos” e igual me pasó ayer alrededor de las 6 de la tarde cuando escuché en el canal 40 que la última diva de la época de oro del cine mexicano, había fallecido en un hospital.
Silvia Pinal, que despuntó en su carrera artística muy joven, fue también política y formó parte del Senado y de la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
Posó para Diego Rivera, que exhibió en su lienzo la exquisita belleza de Silvia y la hermosura de sus formas.
También existe una escultura de ella en el Parque de los Venados.
De Blanca Estela, digo que su vida y su trágico final dejaron una marca indeleble en la memoria colectiva de México.
En el corazón de la época de oro del cine mexicano, el país vibraba con la presencia de talentosos actores y actrices que dejaron una huella imborrable en la industria.
Uno de esos nombres que resplandece en los anales de la historia cinematográfica es el de Blanca Estela Pavón, cariñosamente conocida como «La Chorreada».
Blanca Estela nació el 21 de febrero de 1926 en Minatitlán, Veracruz. Desde su infancia, demostró un interés innato por la actuación, participando en obras teatrales improvisadas junto a sus hermanos.
Lo que comenzó como un juego infantil se transformó en su pasión y, finalmente, en su carrera.
Sus primeros pasos la llevaron a la radio, donde destacó por su voz y versatilidad, incluso prestando su voz para doblajes de películas estadounidenses.
Sin embargo, fue en la década de los cuarenta cuando dio el salto a la gran pantalla y se convirtió en un ícono del cine mexicano.
Blanca Estela Pavón es inolvidable por su papel en películas como «Nosotros los pobres» y «Ustedes los ricos», donde compartió pantalla con el legendario Pedro Infante.
Su belleza singular le valió el apodo de «La Romántica», pero fue su papel como «La Chorreada» en esas películas lo que la hizo entrañable para el público.
Su relación con Pedro Infante, quien interpretó a «Pepe el Toro», era especial y se rumoreaba que podría haber algo más que amistad entre ellos.
Pedro Infante confesó, antes de morir igual que Blanca Estela, en un accidente aéreo, que Blanca Estela había sido su amor platónico.
Silvia Pinal Hidalgo; nació en Guaymas, Sonora, en 1931.
Empezó a trabar a los 14 años, aunque no propiamente en el cine.
Verdadera institución en el mundo del espectáculo mexicano, Silvia Pinal poseyó también un importante arraigo en la cinematografía internacional, gracias a su participación como protagonista en la obra maestra de Luis Buñuel, Viridiana (1961), y a sus deliciosas interpretaciones en películas españolas como Adiós, Mimí Pompón (1960), de Luis Marquina, y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué.
La actriz había llegado a España de la mano de Tulio Demicheli, realizador argentino que la había consagrado en México con varios melodramas eróticos.
Silvia Pinal se inició como actriz teatral sobre el escenario del Ideal capitalino a una edad muy temprana, gracias a su relación sentimental (que pronto se formalizaría en matrimonio) con el actor y director Rafael Banquells. Tal circunstancia le proporcionó un sólido aprendizaje del oficio y una inmediata popularidad.
Su debut cinematográfico tuvo lugar en 1948 (es decir, cuando sólo contaba diecisiete años), en la película Bamba, de Miguel Contreras Torres. Allí se hicieron ya patentes las rasgos que harían de ella una actriz singular en el panorama artístico mexicano.
Con su voz ronca y sensual y un atractivo físico de enorme agresividad, encarnó a una joven veracruzana, embarazada por el arrebato erótico del villano Tito Junco. En el material publicitario de este melodrama folclórico se decía: «El excesivo calor de estas regiones permite a las mujeres ir ligeras de ropa y mostrar el encanto de sus formas…»
Casi sin interrupción rodó una película tras otra, casi siempre productos comerciales que arrasaban en las plateas y que, si bien no contribuyeron a engrandecer su gloria artística, sí que fortalecieron en cambio su popularidad.
Entre ellas se encuentran El pecado de Laura (1948), de Julián Soler, en la que encarna a una estudiante de piano que triunfa como concertista y cae en los brazos de su verdadero amor en la vida real, Rafael Banquells; Puerta…, joven (1949), de Miguel M. Delgado, que le permitió formar pareja con la gran estrella nacional Cantinflas; o La mujer que yo perdí (1949), de Roberto Rodríguez, en la que disputó fieramente los favores de otro ídolo popular mexicano, Pedro Infante, contra cualquier hembra que se cruzase en su camino.
Formó pareja con el cómico Germán Valdés, Tin Tan, en dos películas producidas el mismo año (1950) y por el mismo director, Gilberto Martínez Solares: El rey del barrio y La marca del zorrillo, que contribuyeron a popularizar definitivamente la imagen de Silvia Pinal en todo el país.
A partir de entonces su categoría se elevó al nivel de las estrellas indiscutibles del período (Pedro Infante, Marga López o Silvia Derbez), con los que compitió en ocasiones en el mismo reparto.
Y fue en este periodo su consagración y su conversión a diva del cine mexicano, como murió: La última diva de la época de oro del cine mexicano.
Silvia fue velada en la Funeraria López del sur de la ciudad, justamente donde se llevaron a cabo las exequias de mi difunta esposa Maricela.