JUAN CHÁVEZ
Sheinbaum se ha pronunciado por la continuidad de la cuarta transformación y será la “agraciada” en el proceso para elegir al coordinador de la defensa del proyecto fracasado de López Obrador.
¿Por qué la hará su sucesora el cacique de Palacio?
Para tener ahí a una títere que haga lo que el cirquero mayor dicte desde su rancho La Chingada, en Palenque, para continuar con sus planes destructores de México.
La campaña de doña Claudia ha costado un dineral, sustraído del erario nacional. Ella no tiene nada que enseñar, ni siquiera físicamente, aunque en los últimos días de la precampaña que no es precampaña, le ha dado por vestir como mujer y muestras faldas a la altura de la rodilla.
Ante Xóchitl Gálvez, la fortaleza de Claudia Sheinbaum estará en el respaldo financiero de las arcas federales y estatales. También de grandes empresarios.
La candidatura de doña Sheinbaum es una ocurrencia de López Obrador que nos saldrá más cara que el Tren Maya y servirá para la misma cosa.
Han gastado una millonada en recursos públicos para que Sheinbaum le pueda ganar a Ebrard, con los trucos ilegales que prometieron desterrar.
Seguramente tiene virtudes personales, pero no hay manera de hacerla competitiva frente a Xóchitl Gálvez más que con toneladas de dinero, presión a medios y a grandes empresarios.
Aun así, podrían ser recursos desperdiciados porque carece de carisma, chispa, ni transmite serenidad ni conexión con los sectores populares.
Xóchitl es nacida, criada y crecida en el terreno rudo donde hay que batallar a diario para ganarse la vida. También para no perderla. De ahí viene su sonrisa, sencillez y picardía que la hace una candidata muy humana.
Sheinbaum no conoce el país. Su carrera está hecha en la Ciudad de México, donde no brilló en ningún terreno, salvo en los descuidos al mantenimiento del Metro, con el saldo de 26 muertos en el desplome de la Línea 12 y la paralización de otras líneas, por carecer de sostenimientos.
La pregunta es por qué López Obrador, un gran estratega, se empeñó en hacer candidata a Sheinbaum.
Por la enfermedad del poder, es la respuesta. Y de poder seguir con su 4T en perjuicio de México, dado que a millones de mexicanos parece no importarles que esté hundiendo al país.
A ese mal se le conoce como el síndrome de hubris, definido como “un trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás”.