EL OTRO DATO/ Sheinbaum cumple un año y muestra su disciplina morenista

JUAN CHÁVEZ

Más que su discurso de celebración del primer año de gobierno, la presidenta mostró su disciplina contra morenistas rebeldes (Andy López Beltrán, Adán, Monreal entre otros y otras) al fijó su disciplina al movimiento al relegar a la segunda fila a estos morenistas rebeldes.

La presidenta Claudia Sheinbaum encabezó este domingo un acto en el Zócalo de Ciudad de México para tal celebración.

La secretaria de Gobierno de la jefa Clara Brugada, exageró al mencionar que 400 mil personas “abarrotaron el Zócalo”. Una exageración. Fueron miles, acarreados de los estados cercanos y aún de los alejados, pero nunca 400 mil. Se ahogarían. Es cuestión de números.!50 mil es la cifra aceptada generalmente, dado que dos personas ocupan un metro cuadrado de la Plaza de la Constitución.

Durante el evento, la mandataria recibió el respaldo de figuras importantes del morenismo, así como de gobernadores de la oposición, en primera fila, entre ellos Mauricio Kuri (Querétaro) y Esteban Villegas (Durango).

La atención se fijó en el acomodo de algunos integrantes de la 4T que han sido considerados “incómodos” para la presidenta.

En segunda fila estuvieron Adán Augusto López, coordinador de los senadores morenistas; Ricardo Monreal, líder de Morena en la Cámara de Diputados; Luisa María Alcalde, presidenta nacional del partido; y Andy Manuel López Beltrán, secretario de Organización de Morena e hijo del expresidente López Obrador, y Manuel Velasco, coordinador de los senadores del Partido Verde.

Estas figuras habían sido objeto de críticas tras un mensaje previo de Sheinbaum en marzo, cuando fueron señaladas por un supuesto “desaire” hacia la presidenta al no saludarla durante la toma de fotografías junto a Andy López Beltrán.

“Sobre este tema, pues es menor, la verdad. Estaban distraídos, eso es todo”, aseguró.

La celebración reflejó, por un lado, el respaldo social y político de la mandataria y, por otro, la dinámica interna de Morena y la relación con aliados de otros partidos, en un acto que combinó celebración y gestos estratégicos de visibilidad política.

Quedó claro, por otra parte, que Sheinbaum no quiere ver a López Obrador como un problema que obstruye la construcción del segundo piso de la ‘cuatroté’, ni en público ni en privado.

Un columnista escribió:

Vestida con el color de Morena, con una retórica partidista y combativa, la presidenta Claudia Sheinbaum pronunció ayer el discurso político que corona su primer año de gobierno. La oposición, afirmó, quiere dividirnos y destruir a la “cuarta transformación”, pero no podrá.

¿A cuál oposición se refiere?

Afuera de Morena y sus aliados, lo único que identifica a los partidos de oposición es la categorización, porque, por estrategia y acciones, es inexistente. La única oposición que existe se encuentra dentro de Morena, donde los golpes son rudos, a veces salvajes, algunos públicos y otros no tanto.

Esa ebullición interna no busca destruir el movimiento que fundó el expresidente López Obrador, sino determinar quién manda ahí: él o Sheinbaum; la presidenta o el caudillo que quiere seguir imponiendo sus caprichos, pensando solamente en su “legado”. Quienes lo obedecen son traidores, no sólo al proyecto de nación que ambos enarbolan, sino también a la institucionalidad que representa la jefa de Estado mexicano. Al final, su apuesta no debe ni puede prosperar, porque el verdadero poder, que es indivisible, lo tiene quien porta sobre el pecho la banda presidencial.

La presidenta no quiere ver a López Obrador como un problema que obstruye la construcción del segundo piso de la ‘cuatroté’, ni en público ni en privado. Ella piensa que es impoluto, ajeno a todos los obstáculos que han dificultado su primer año de gobierno. La defensa de él la hace de manera incansable, de forma incluso melosa, como ayer en el Zócalo, cuando lo elevó otra vez a alturas épicas. “El presidente López Obrador nunca se rindió”, dijo. “Nunca se vendió a los poderosos. Nunca dejó sus principios”. Su admiración por él es inconmensurable. “Se han empeñado en separarnos, en que rompamos”, agregó. “Su objetivo no es otro más que el de acabar con el movimiento de transformación; que nos dividamos. Pero eso no va a ocurrir”.

No los van a dividir, porque en ninguno de los dos casos es el objetivo. Quebrar su relación sería tanto como dinamitar las bases del proyecto para perdurar infinitamente en el poder. La dialéctica en la que se encuentran, sin embargo, aunque no lo desee, es de una creciente confrontación. El último capítulo de esta guerra soterrada por el poder fue la semana pasada, con la Ley de Amparo, cuando el senador Adán Augusto López Hernández, coordinador de la bancada de Morena, volvió a jugar en su contra.

Pero el senador López Hernández no actuó por iniciativa propia, de acuerdo con las evidencias que recogieron legisladores durante las tormentosas negociaciones intramuros, sino que siguió las instrucciones que le estaba dando, literalmente sobre su espalda, Alejandro Esquer, que fue secretario particular de López Obrador y quien le dictaba las instrucciones de Palenque.

Esquer, que suele sentarse discretamente en un extremo de la cámara, en las filas de atrás, hasta donde va López Hernández a intercambiar puntos de vista y recibir las órdenes de López Obrador, fue todo lo contrario en la sesión donde se definió el camino de la Ley de Amparo.

El punto de quiebre entre Sheinbaum y López Obrador, sin embargo, se dio el viernes, cuando la presidenta se lanzó contra la provisión dentro de la Ley de Amparo que la haría retroactiva, en flagrante violación del artículo 14 constitucional, y recomendó que se modificara la minuta en la Cámara de Diputados.

La posición de la presidenta fue interpretada como un revés para el senador, que se quedó solo, junto con todos los legisladores de Morena y de sus aliados, el Verde y el PT, que siguieron a López Hernández en su desafío a Palacio Nacional.

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