EL OTRO DATO/ Reinventar la República, necesario

JUAN CHÁVEZ

Estamos transitando en el filo de la navaja.

Con el nuevo Poder Judicial, resultado de la fraudulenta elección y con la participación de solo el 13 por ciento de los más de cien millones de votantes de México, la cuarta transformación se ha adueñado del poder absoluto, sin contrapeso alguno.

Ministros, magistrados y jueces federales, todos como personajes surgidos del morenismo, rendirán cuentas a la presidenta Claudia Sheinbaum que, de hecho, ejercerá el poder en forma dictatorial, como se lo programo su antecesor, el cacique que despliega el Maximato desde Palenque, sin dar la cara.

Ya la senadora Lilly Téllez, del PAN, propuso en el Senado “reinventar la República”, en una estentórea declaración que pinta la impotencia de no poder ir más allá de la simple narrativa opositora.

Y Donald Trump, con el envío de su secretario de Estado Marco Rubio a Palacio Nacional para que le leyera la cartilla a la presidenta Sheinbaum, lanza, sin que así fuera advertido o dado a conocer, el ejercicio de la fuerza estadounidense para “desmantelar” a los cárteles del narco crimen.

La palabra “desmantelar”, que por primera vez se usa en los discursos diplomáticos, constituye el anuncio de lo que el país habrá de vivir, seguramente, en los próximos meses.

Palpitará la soberanía mexicana en labios de la presidenta, que ya marcó el Himno Nacional de los mexicanos, como el más serio opositor a los oscuros designios del mandamás inquilino de la Casa Blanca.

Han sido Rubio y la senadora Lilly Téllez, los clientes de la “reinvención”.

Trump quiere colgarse la medalla histórica de terminar con el tráfico de sustancias a EU. Lo prometió en campaña, y es justo señalar que no ha ordenado un operativo unilateral por más ganas que tenga.

Pero de que viene, viene.

Entre los acuerdos alcanzados por la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario de Estado americano Marco Rubio, está la creación de un grupo de alto nivel para desmantelar el crimen organizado.

No es la primera vez que esto sucede en las últimas décadas entre Estados Unidos y México. Todos recordamos la existencia del Plan Mérida en administraciones pasadas, que realizaba justamente la labor de coordinación, inteligencia, información y objetivos compartidos. Y antes de ese, otros grupos, también de alto nivel —que, aunque suene muy importante, quiere decir que se coordinan los titulares de las áreas, secretarías, departamentos, agencias— que realizaron labores conjuntas de ataque, seguimiento, búsqueda y detención de criminales.

Una de las herencias malditas de la administración López Obrador consistió justamente en el desmantelamiento de todos esos canales de información y comunicación privilegiada para combatir el crimen. Recordemos la absurda tesis de AMLO de los abrazos, que produjo la desastrosa expansión de las organizaciones del crimen a niveles de corporaciones sofisticadas, de lavado, extorsión, huachicol, tráfico de sustancias y personas.

López Obrador tomó decisiones que generaron un grave deterioro al aparato de seguridad nacional y, por supuesto, a nuestra relación de enlace y colaboración con las muy diversas agencias y dependencias del gobierno americano.

El gobierno de Sheinbaum parece decidido a actuar de forma distinta. No solo porque hay un auténtico profesional en la materia al frente de la dependencia (Omar García Harfuch), sino porque sostienen interacción y diálogo con sus contrapartes en Washington. Algo que, lamentablemente y para grave perjuicio del país, habíamos perdido. Recordemos la infausta etapa en que Rosa Icela —actual secretaria de Gobernación— estuvo al frente de Seguridad Pública. ¡Un desastre! En Washington la apodan “la Tía”. Solo sirve para dar consejos.

Los ejes de seguridad fronteriza, ataque a los cárteles, seguimiento y alerta de flujos financieros ilícitos, incrementar inspecciones y mejorar colaboración en materia de tráfico de combustibles, apuntan a un mejor diálogo y, sin duda, una colaboración más robusta.

Pareciera que Claudia Sheinbaum se ha convencido de que la colaboración abierta, fluida y con canales institucionales será mucho más efectiva que la política patriotera, soberanista y de total inacción de su antecesor.

Pero lo que resulta evidente es la convicción prioritaria que el gobierno de Trump le ha asignado al “desmantelamiento de los cárteles de la droga”.

Nunca antes en la historia habíamos escuchado una posición terminante: no hablaron de combatir, detener, arrestar a capos, sino de desmantelar.

Las recientes declaraciones de Trump hacia Sheinbaum no dejan lugar a dudas: “Tiene miedo de la presencia de tropas americanas en México”.

Lo que simplemente quiere decir que ya se propuso, se discutió, se colocó sobre la mesa.

Para la idiosincrasia mexicana, para la herencia cultural de los “gringos invasores”, abusadores, explotadores y ladrones de territorio, resulta impensable que el gobierno de México permitiera una incursión militar americana en suelo nacional. Es como dijo la misma presidenta, ir en contra del Himno.

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