JUAN CHÁVEZ
El tormentoso e ilegal proceso mexicano para elegir Presidente de la República, ya entró a los tiempos legales con las precampañas iniciadas el 20 de noviembre.
Aquí se permite todo, desde una promoción al arrancar un nuevo gobierno federal, hasta corretear la postrera candidatura durante los años del sexenio, como lo hizo López Obrador hasta en tres ocasiones.
Pero ahora, ya con el año de las elecciones (2024) tocando a la puerta, cabe preguntar: ¿Qué va a gobernar la próxima presidente, porque no hay duda de que será Sheinbaum o Xóchitl?
El Ejército está metido hasta en la cocina. López Obrador ha entregado al Ejército y a la Marina, organismos e instituciones que estaban a cargo de civiles.
Actualmente, el gobierno de la Cuatroté está por entregar a las Fuerzas Armadas los trenes de carga que circulan por el país, concesionados a capitales privados, para que se conviertan también en trenes de pasajeros.
Está claro que ningún empresario serio va a armar un proyecto para el tren de pasajeros en 60 días. No da tiempo de hacer ni un estudio de origen y destino. Es decir, nadie puede estar seguro de que habrá un negocio en mover personas de un lado a otro.
Las condiciones ya no son las mismas que hace 28 años cuando se privatizaron los trenes; hoy hay más vuelos, más aeropuertos, más y mejores carreteras. Salvo las líneas muy estudiadas como la México-Querétaro-León-Guadalajara y la México-San Luis-Monterrey-Laredo, del resto no hay información, así que de lo que se trata es madrugar al siguiente Gobierno, gane quien gane, y dejarle ya concesionados los trenes a las Fuerzas Armadas.
Salvo alguna otra ocurrencia de aquí al fin de sexenio, López dejará a la próxima Presidente con los militares metidos hasta la cocina, manejando la secretaría de Seguridad Ciudadana, la secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (tendrán en sus manos puertos, aeropuertos, trenes y la seguridad en carreteras), una parte de Hacienda a través de las aduanas y una parte de la secretaría de Salud con la distribuidora de medicamentos
La pregunta que deben estar haciéndose desde ya las candidatas Sheinbaum y Gálvez es cómo quitarse de encima la loza militarista en caso de ganar la elección. Porque una cosa es que Claudia diga que seguirá los lineamientos de la 4T y otra muy distinta es gobernar atada de pies y manos. Una acción obligada es pactar con quienes vayan a ser los nuevos secretarios de las Defensa y Marina para perseguir la corrupción dentro de las Fuerzas Armadas y a partir de ahí comenzar una transición para regresar al ámbito civil las tareas que no son castrenses.
No será fácil desmotar el entramado, pero si no lo hacen en el primer año no van a gobernar nunca.
La seguridad pública, por ley, estará en el ámbito militar hasta el 2028; el Tren Maya está atado a las pensiones militares, con lo que López Obrador aseguró que haya un interés específico a defender.
La distribución de medicamentos desde un almacén central, la aventarán muy pronto, pues, se ha demostrado una y otra vez, que el centralismo genera ineficiencia y que los medicamentos no van a llegar a donde deben llegar: la cama del paciente.
Como sea, en cada campo habrá una gran batalla que librar.
La gran corrupción de este sexenio está alrededor de las Fuerzas Armadas. No porque sean mejores o peores ciudadanos que el resto de los mexicanos, son exactamente iguales que el común, pero protegidos por un esquema de opacidad disfrazado de seguridad nacional. Si quien llegue a la Presidencia no da un golpe en la mesa procesando judicialmente la corrupción de las Fuerzas Armadas difícilmente ejercerá el poder.
Cuando llegó al poder López Obrador dijo que para el final de su sexenio se imaginaba un Ejército pequeño y una Guardia Nacional grande. Hoy tenemos un Ejército enorme y empoderado y una Policía civil inexistente.
Para la próxima Jefa del Ejecutivo, el panorama luce cabrón… con las Fuerzas Armadas encima, enseñoreadas en un “gobierno” que López Obrador les construyó.