EL OTRO DATO/ No votaré en las elecciones judiciales

JUAN CHÁVEZ

No voy contra México ni en contra de su lánguida democracia.

Jamás daré mi voto por desaparecer las instituciones autónomas que equilibran los poderes del poder.

Se trata del Poder Judicial Federal, que la llamada cuarta transformación, de la que la presidenta Claudia Sheinbaum “construye el segundo piso”, el que será cambiado el primero de junio, con la afamada votación judicial que ha roto todos los estándares de propaganda política.

La última institución autónoma que queda, será derrumbada ese primer domingo de junio con los 30 millones de votos que Morena presume meterá en las urnas.

Y no voy a contribuir en ello. Ni siquiera me pararé en la casilla que me corresponde. Es, dicha elección, un acto reprobable y absurdo que choca con la ideología que anida en mi ser.

Estoy convencido de que la mayoría de los mexicanos registrados en las listas electorales, tampoco se prestarán a la tremenda farsa de un poder, como el Judicial, que se va a construir desde Palacio Nacional, desde el Poder Ejecutivo mismo, con el padrinazgo cínico e impúdico   de un Instituto Nacional Electoral (INE) que queda como órgano rastrero al servicio de la presidenta.

Es desalentador que la reforma al Poder Judicial estableció que el único financiamiento del que podían echar mano las y los candidatos de esta elección es algo llamado “gastos personales”, es decir, aquella inversión que cada uno de los contendientes pudiera destinar de su bolsillo o de su patrimonio, dejando fuera el financiamiento público y privado del que gozan para llevar a cabo sus campañas los candidatos a poderes ejecutivos y legislativos, federales y locales.

Mientras más cueritos, aguacate y salsa tengan un chicharrón falso –porque es de harina y no de puerco–, mejor preparado se dice que está. Esta es la imagen que un candidato a ministro eligió para tratar de hacerse del voto de la ciudadanía este primero de junio.

“Dora la transformadora”, “la ministra del pueblo”, “tu amigo Rigo”, acompañado por lo general de la canción de “El sirenito” de Rigo Tovar, son algunas de las ofertas que se ofrecen en las campañas judiciales.

Finalmente, la elección judicial será ilegítima. No en el sentido legal del término, ya que el partido en el poder ha cambiado las leyes para que se ajusten a sus designios autocráticos. Sin embargo, lo será en el sentido moral de la palabra, ya que se prevé una votación sumamente baja de parte de la población mexicana. Y tiene sentido: porque los juzgadores no son representantes políticos, ¿cuál es el incentivo de salir a votar por ellos, si no tienen propuestas de campaña y representarán a nadie?

El gobierno federal se preocupó ante la baja participación, por lo que el INE le dio autorización para hacer promoción política, yendo claramente en contra del principio de imparcialidad.

¿En qué medida la elección judicial está contribuyendo a mejorar la imagen del Poder Judicial? Más bien el efecto pudiera ser el contrario, porque se están presentando dos formas de desprestigio. Por un lado, los futuros ministros/as, jueces/juezas y magistrados/as aparecen faltos de seriedad como para resolver asuntos de relevancia, en tanto que se comparan con un chicharrón falso, se adjudican apodos chistosos o hasta están tentados a bailar cada vez más ridículamente o hasta quitarse la ropa.

Pero eso no es todo. Por otro lado, han comenzado los ataques en contra de varios aspirantes, no se sabe si porque hay gente denunciante a la que realmente la mueve un afán de justicia o porque se trata de campaña negativa o sucia que bien pudiera generarse desde el cuarto de guerra de algún adversario.

De por sí la gente no confía en la impartición de justicia en este país, y ahora las campañas judiciales no hacen más que ofrecer argumentos para sostener esa sensación.

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