
JUAN CHÁVEZ
El taco de frijoles y el refresco es la comida para miles de trabajadores, sobre todo del sector de la construcción.
Un albañil no puede trabajar si no tiene a su lado una botella grande de Coca cola que es el único energético que le permite estar pegando ladrillos.
Pero con el impuesto que el Congreso de la Unión está por aprobar, en 2026 pagará más de tres pesos por litro de “chesco” que se reviente.
Esa es la iniciativa de la presidenta Sheinbaum en la construcción del segundo piso de la cuatroté que parece estar dejando a la vera de su camino el talante que presumió su antecesor en su sexenio: “Primero los pobres”.
Un refresco “Miranda” que compré el sábado 20 de septiembre me costó 52 pesos y para el año entrante, con el nuevo gravamen, elevará su precio a más de 55 toletes.
Un mexicano bebe en promedio 166 litros de refresco al año y la costumbre inicia temprano. Siete de cada diez niños y adolescentes los consumen con frecuencia, incluso desde la primera comida del día.
Con el impuesto, se erogarán más de 500 pesos al año si se quiere saciar la sed con un refresco.
El diario El País, de España, ha publicado, bajo el título “México declara la guerra a los refrescos”, que habrá “más impuestos, menos tolerancia”.
Señala que el gobierno recaudará 41 mil millones de pesos de los nuevos impuestos a las bebidas azucaradas y el tabaco en 2026, que serán totalmente destinados al presupuesto en salud.
Siete de cada diez niños y adolescentes los consumen con frecuencia.
La secretaría de Hacienda propone el aumento en el impuesto por litro a bebidas saborizadas de $1.6451 a $3.0818, un aumento del 87%.
La medida, según el secretario de Hacienda busca “incentivar hábitos de consumo más saludables y contribuir a financiar los costos presupuestarios asociados a enfermedades crónicas, bajo la lógica de una política de salud humanista integral y no de una lógica recaudatoria”.
Los “impuestos saludables”, como los ha llamado el secretario, se aplicarán también al tabaco, los videojuegos y las apuestas.
En la exposición de motivos del Paquete Económico 2026, por el impuesto a las bebidas saborizadas se mencionan diversas razones por las que sería deseable reducir el consumo de las mismas: México se encuentra entre los países con los niveles más altos de consumo de bebidas saborizadas, existe una elevada prevalencia de sobrepeso y obesidad en México en todos los rangos de edad, el consumo de este tipo de bebidas aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles y el consumo de bebidas azucaradas está por encima de la recomendación internacional de la Organización Mundial de la Salud.
En el documento presentado al Congreso se afirma que “al reducir el consumo de bebidas saborizadas, la población dejaría de destinar parte de sus ingresos en adquirir esos bienes y como resultado podría mejorar la calidad de su dieta y por ende el bienestar familiar, al destinar estos recursos para la compra de alimentos nutritivos como frutas y verduras”.
Todo suena muy bonito. Pero cabe preguntarse si las familias cambiarán el consumo de bebidas saborizadas por el de frutas y verduras.
¿Las familias mexicanas realmente dejarán de consumir refrescos por un aumento en el precio? Nuestra experiencia diaria parece decirnos que no. Además, la evidencia empírica tampoco le da soporte al argumento de la SHCP. Este argumento ya lo hemos visto fracasar en México después de la introducción de un impuesto similar en 2014.
Y está claro. El adagio popular no está a discusión: “El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe”.
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