JUAN CHÁVEZ
En su gobierno, Claudia Sheinbaum no soñará con una “salud como la de Dinamarca o superior”.
Será congruente con la realidad y a partir de esta, construirá un sistema que beneficie a la población no asegurada.
Eso es lo que ha esbozado el doctor David Kershenobich, que ella ha nombrado como su secretario de Salud.
Desaparecerá, quizá, IMSS-Bienestar que se ha convertido en una enorme carga financiera para la institución de seguridad social y que solo ha servido para apiñar más pacientes en clínicas y hospitales del Seguro Social.
López Obrador nunca se ha interesado en la salud del pueblo. Se burla de quienes tienen que acudir a las cada vez más maltrechas clínicas públicas.
En entrevista de prensa, el próximo secretario de Salud puso los puntos sobre las íes: “Yo no sé si necesariamente como Dinamarca, pero de que vamos a avanzar en tener un sistema de salud sólido y que pueda durar por mucho tiempo para adelante, sí”.
Una declaración, repetimos, congruente con lo que actualmente es el servicio de salud para la población en general y que contrasta con las constantes declaraciones de López Obrador de que ya pronto vamos a estar como en Dinamarca, o mejor que en Dinamarca, y que nos revelan la ignorancia de quien no conoce más sistema de salud que Médica Sur o el Hospital Militar cuando brinda servicios al primer mandatario.
López Obrador nunca se ha interesado en la salud del pueblo. Se burla de quienes tienen que acudir a las cada vez más maltrechas clínicas públicas al decir que ya casi se transformarán para volverse mejores que las de Dinamarca.
Por lo menos Kershenobich no se burla. A él le ha tocado trabajar en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición. Lo ha dirigido también. Conoce la dolorosa precariedad de recursos de las instituciones públicas. Quizá por eso podemos esperar de él soluciones en vez de ocurrencias.
¿Por dónde empezará Kershenobich su labor en la secretaría de Salud?
Este pasado 27 de junio dijo: “Sobre todo, en continuar con los procesos que ya existen y poder plantear cómo seguir avanzando en los mismos”.
Al contrario de López Obrador y su incondicional Hugo López-Gatell, que desmantelaron el Seguro Popular y las compras consolidadas de medicamentos, Kershenobich propone construir sobre lo que ya tenemos. Es una posición razonable.
¿Cuál es el reto? El mismo que tenían las autoridades de salud antes de la llegada de López Obrador: “Dar atención a toda la población, independientemente de que tengan o no aseguramiento laboral”.
Ese objetivo fue la razón del lanzamiento del Seguro Popular, que en su momento fue uno de los programas mejor evaluados del gobierno federal y que López Obrador destruyó por razones ideológicas.
Para sustituirlo, creó el Insabi en 2020, pero tuvo que extinguirlo en 2023 ante su estrepitoso fracaso. Ahora ha encargado la tarea a una rama del Seguro Social llamada IMSS-Bienestar.
Pero Zoé Robledo, el director, está echando maromas por construir un buen sistema de salud para los no asegurados en el IMSS-Bienestar. Tiene sentido que Kershenobich vaya a edificar sobre lo logrado y que no llegue con un hacha destructora como AMLO.
Sin embargo, uno de los grandes problemas será evitar que el gasto en el IMSS-Bienestar socave los recursos del IMSS. Esta es una institución tripartita, financiada por patrones, trabajadores y el gobierno, y usar sus recursos para tapar un hoyo sin fondo sería irresponsable.
De hecho, ya hemos visto en los últimos años un deterioro notable en los servicios del IMSS.
El primer paso en salud del próximo Gobierno debe ser dejar de engañar al pueblo, no seguir pretendiendo que los servicios de salud serán pronto iguales o superiores a los de Dinamarca. El segundo es entender que cualquier sistema de salud necesita recursos adecuados.
El gasto público en salud de México, que alcanzó 3.4% del PIB en 2003 y 2004, cuando se creó el Seguro Popular, ha bajado a 2.7% en 2023. No sólo gasta menos el gobierno en salud, sino que lo hace peor, como se manifiesta en las fallidas compras de medicamentos.
El único éxito de López Obrador en salud ha sido el de tolerar la privatización del sistema. Al enfermarse, los mexicanos acuden cada vez más a los consultorios de las farmacias privadas. Estos son ya los puntos de primer contacto. Esperar semanas o meses a una cita en las instituciones públicas es inaceptable. Quizá el presidente no lo sepa, pero así no funcionan las cosas en Dinamarca.
Hay que aceptar que el servicio de salud en las cadenas de farmacia, en los hechos, constituye el “otro” seguro social que atiende al enfermo en un santiamén, a cambio de una cuota no gravosa que va de los 30 a los 50 pesos por consulta.