JUAN CHÁVEZ
Estados Unidos podría tener también Presidenta.
Es posible que así sea por dos razones que están en juego en estos momentos: primero, que finalmente Joe Biden no resista el estire y afloje de una campaña de reelección en la que no se le ha visto meter el acelerador y segundo, que en su ausencia, el Partido Demócrata decidiera entregarle el bastón de mando a la vicepresidenta Kamala Harris.
En este último caso, Kamala, como bateadora emergente, tendrá que pegar de home run.
En los pasillos de la Casa Blanca se habla ya de que Kamala supliría a Joe Biden en la elección de noviembre, si el Presidente se ve finalmente obligado a tirar la toalla.
Para ser vicepresidente en Estados Unidos se requiere humildad, paciencia y fortaleza de carácter muy sólida porque en caso de que se ofrezca, la número dos se convertiría en automático en el número uno.
Hace menos de un mes, en Birgenstock, en el tope de las pistas de esquí del lago Lucerna, en Suiza, Kamala cumplió un encargo imposible.
En medio de la crisis política de Francia y el Reino Unido, había que mantener sólida a la alianza de Occidente con Ucrania.
La vicepresidenta no solo lo consiguió sino que se aseguró de que en los nuevos gobiernos del Reino Unido y de Francia, sigan con el apoyo a Ucrania en la guerra que le declaró Rusia.
Nada fácil si se considera que los británicos estaban ya a punto de cambiar al Primer Ministro y los franceses anticipaban una enorme turbulencia que casi le abre a la extrema derecha las puertas de la Asamblea Nacional de Francia.
A pesar de la importancia de la Cumbre de la Paz para Ucrania, casi nadie se enteró de la brillante actuación que Kamala Harris tuvo.
Y ese es el trabajo de la Vicepresidenta Kamala: actuar en el silencio, sin que los medios se ocupen de ella. Un trabajo silencioso pero capaz, que ahora la mantiene como la candidata ideal de los demócratas si Biden, como lo requieren la mayoría de sus partidarios, opta por abandonar sus intentos de reelección.