
JUAN CHÁVEZ
No me extrañaría que entre el sector laboratorios-farmacias hubiese contubernio con el gobierno de la 4T para beneficiarse del considerable gasto en medicamentos que hacen los hogares mexicanos.
Sería una forma razonable de aceptar la falta de atención del gobierno federal al sector salud.
No obstante, en la disminución del sector salud en el presupuesto federal 2025, que representa un retroceso significativo en la inversión en salud pública, puede estar el meollo.
Aunque se ha optado por el término «ajustes» en lugar de «recortes» para reflejar una redistribución de recursos, el impacto real es un recorte del 12.2% en comparación con el presupuesto aprobado en 2024. Este ajuste se traduce en un gasto total en salud de 881 millones 83 mil de pesos, lo que representa una caída del 12.2% y el monto más bajo desde 2022.
La disminución en el gasto per cápita y la accesibilidad geográfica de los servicios de salud son preocupaciones comunes en el contexto del recorte presupuestal al sector.
Entonces, se llega a la conclusión de que la salud en México puede ser ¿lujo, negocio o derecho humano?
Más de 40 millones de personas en México carecen de acceso efectivo a servicios de salud.
El sistema de salud está al borde del colapso debido a una lógica extractivista que prioriza la rentabilidad sobre el bienestar.
El gasto en salud en México es bajo en comparación con los países de la OCDE, y una gran parte proviene del bolsillo de las familias.
La promesa de cobertura universal es retórica, con millones de personas sin acceso efectivo a servicios de salud.
El modelo actual se centra en la reacción en lugar de la prevención, lo que resulta ineficiente e inmoral.
La fragmentación entre los sectores público y privado impide la colaboración y la eficiencia.
El sector empresarial ha adoptado una postura pasiva, individualista y hasta oportunista ante la crisis de salud.
Se necesita un liderazgo humanista que entienda que rentabilidad y bienestar colectivo no son opuestos.
Se requiere que las empresas inviertan en salud preventiva, creen redes colaborativas y promuevan alianzas con universidades y organizaciones de la sociedad civil.
Se necesita voluntad, humanismo y perspectiva de riqueza distributiva para mejorar el índice de salud mexicana.
Mientras las autoridades improvisan discursos, la sociedad paga las consecuencias. Pero entender la raíz del estancamiento es el primer paso para enfrentarlo. Y eso comienza por leer, por cuestionar, por no aceptar lo que nos dicen como inevitable.
La pobreza no es solo cuestión de ingreso, hay que ver lo que ha sucedido con los accesos a la salud, a la educación, a la seguridad social. Sí aumentó el ingreso, pero eso no redujo otras carencias básicas y quien más claro lo tiene son las personas de menores ingresos.
La disminución del presupuesto del sector salud para 2025 representa un retroceso significativo en la inversión en salud pública. Y ¿quién paga el plato roto?, insistimos. La respuesta es dramática: Los pobres.
Gasto promedio de las familias en salud incrementó 7.9% en 2024
En promedio, cada hogar en México desembolsa 1,605 pesos trimestrales de su ingreso corriente para cubrir necesidades de salud, como chequeos, estudios, cirugías o atención a enfermedades.
El impacto, además, es mayor entre las familias más pobres: se observa que destinan el 3.9% de su ingreso a la salud de los integrantes.
Por su parte, para los hogares más ricos esta cifra baja a representar el 2.1% del ingreso corriente.
Algo que es tan desigual, como los ingresos que perciben ambas clases.
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