EL OTRO DATO/ Exculpar al Ejército, ¡estúpido!

JUAN CHÁVEZ

El lugar del Ejército está en los cuarteles y no en las calles.

Pasa por mi mente, haber visto los tanques rodando por el Centro Histórico y la vista del bazucaso a la puerta de la Escuela Nacional Preparatoria.

Y recuerdo la entrevista, muy breve, con el jefe del Estado Mayor Presidencial de Gustavo Díaz Ordaz:

“Tenemos que dejar que escurra, para ver de dónde sale”.

El general Luis Gutiérrez Oropeza, daba testimonio, esa noche del 28 de agosto de 1968, de la represión que se preparaba contra los estudiantes en huelga, en todo el país.

Estábamos en Nayarit, en la gira del Presidente GDO y cinco periodistas exigimos que el jefe del Ejecutivo nos explicara “¿qué estaba pasando?”

La exigencia periodística fue feroz y por eso GDO decidió que el militar de alto rango nos recibiera.

En tal perspectiva, viví el 68. No fui testigo de palo y hoy comulgo con la consigna con que se recuerda la masacre estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas: “El 68 no se olvida”.

No hubo conjura internacional, ni tampoco el enemigo estuvo en casa, como el gobierno difundió en un afán equívoco de “esconder la verdad”.

Tres generales estuvieron involucrados en la masacre: Alfonso Corona del Rosal, a la sazón jefe del antiguo Departamento del Distrito Federal; Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional y el jefe del EMP, Luis Gutiérrez Oropeza.

Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación, fue el autor intelectual del evento, donde cientos de estudiantes perdieron la vida en medio del fuego cruzado que sostuvieron el Batallón Olimpia, al mando de Gutiérrez Oropeza y las fuerzas del Ejército al mando del general Hernández Toledo que resultó herido en una pierna con el primer disparo que surgió del edificio “Chihuahua”, donde Gutiérrez Oropeza apostó a sus franco tiradores.

Hoy tenemos al Ejército en las calles y el que no haya pasado algo tan descomunal como aquella noche no significa que no hayan ocurrido y ocurran todos los días abusos de autoridad ni que no pueda suceder de nuevo algo similar a lo que pasó aquel nefasto día.

Por eso resulta absurda e idiota la exculpa que en el 55 aniversario del 2 de octubre, hizo López Obrador del Ejército.

Los culpables del sangriento 68 tienen nombre y apellido y mancillaron, con su acción, a la institución militar.

Marcelino y Gutiérrez Oropeza escribieron un libro. El primero, arroja toda la culpa sobre el jefe del Estado Mayor Presidencial de GDO.

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