EL OTRO DATO/ El domingo 14, la Generación Z volverá a las calles de México

JUAN CHÁVEZ

Es de esperarse que la nueva marcha no sea reprimida y que la presidencia de Sheinbaum guarde bien el Bloque Negro que solo aparece cuando al gobierno le conviene.

La pregunta que muchos ciudadanos nos hacemos es simple y contundente: ¿por qué el llamado Bloque Negro solo aparece en manifestaciones de oposición al gobierno?

Los jóvenes de la Generación Z se manifiestan pacíficamente.

La pregunta que muchos ciudadanos nos hacemos es simple y contundente: ¿por qué el llamado Bloque Negro solo aparece en manifestaciones de oposición al gobierno?

Mientras los ciudadanos no exijamos transparencia, mientras los medios no investiguen con rigor, mientras las instituciones no rindan cuentas, el Bloque Negro seguirá siendo lo que siempre ha sido.

En las calles de la Ciudad de México y otras ciudades del país, se ha vuelto una escena recurrente: manifestaciones legítimas que derivan en caos, comercios vandalizados, enfrentamientos violentos con la policía y, en medio del desorden, figuras encapuchadas vestidas de negro que aparecen y desaparecen sin consecuencias. Lo más inquietante no son los actos de violencia en sí mismos, sino el patrón que emerge cuando analizamos quiénes, cuándo y por qué actúan.

La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es simple y contundente: ¿por qué el llamado Bloque Negro solo aparece en manifestaciones de oposición al gobierno? Estos grupos nunca se presentan en las movilizaciones organizadas por el partido gobernante, donde las marchas transcurren pacíficamente. Esta ausencia selectiva no es accidental; es un patrón documentado que merece escrutinio.

Si realmente fueran grupos anarquistas auténticos, como a veces se presentan, ¿no deberían oponerse por igual a cualquier estructura de poder, sea del partido que sea? Un anarquista genuino no discrimina entre colores partidistas: rechaza toda autoridad institucional. Entonces, ¿quiénes son estos encapuchados que aparecen estratégicamente solo cuando conviene políticamente?

La historia de México está llena de precedentes sobre grupos de choque. Durante décadas, el PRI utilizó porros y grupos paramilitares para infiltrarse en movimientos estudiantiles y sociales, causando disturbios que justificaran la represión policial. La táctica es conocida: infiltrar, provocar y deslegitimar. Lo que vemos hoy tiene ecos incómodos de ese pasado que creíamos superado.

El término «Bloque Negro» originalmente se refiere a una táctica de acción directa utilizada por grupos anarquistas desde los años ochenta para expresar su rechazo al capitalismo y las estructuras estatales mediante actos vandálicos. Sin embargo, lo que vemos en México parece ser algo distinto.

Un verdadero Bloque Negro es una táctica, no un movimiento organizado: quienes participan visten de negro y se enmascaran para actuar bajo anonimato colectivo, buscando visibilizar su protesta contra el sistema. Pero cuando analizamos las acciones recientes en México, encontramos contradicciones fundamentales. Estos grupos no muestran coherencia ideológica, no tienen reivindicaciones políticas claras más allá del caos mismo, y curiosamente, solo operan en contextos que benefician a determinados actores políticos.

Los jóvenes salen a manifestarse para exigir transparencia, seguridad, fin a la violencia y a la impunidad.

Su interés es construir las bases de su propio destino, porque no están de acuerdo con el México que hemos construido y que la cuatroté está destruyendo.

Y mientras los medios no investiguen con rigor, mientras las instituciones no rindan cuentas, el Bloque Negro seguirá siendo lo que siempre ha sido, un fantasma represor utilizado por el gobierno contra sus opositores.

En las calles de la Ciudad de México y otras ciudades del país, se ha vuelto una escena recurrente: manifestaciones legítimas que derivan en caos, comercios vandalizados, enfrentamientos violentos con la policía y, en medio del desorden, figuras encapuchadas vestidas de negro que aparecen y desaparecen sin consecuencias. Lo más inquietante no son los actos de violencia en sí mismos, sino el patrón que emerge cuando analizamos quiénes, cuándo y por qué actúan.

Si realmente fueran grupos anarquistas auténticos, como a veces se presentan, ¿no deberían oponerse por igual a cualquier estructura de poder, sea del partido que sea? Un anarquista genuino no discrimina entre colores partidistas: rechaza toda autoridad institucional. Entonces, ¿quiénes son estos encapuchados que aparecen estratégicamente solo cuando conviene políticamente?

La historia de México está llena de precedentes sobre grupos de choque. Durante décadas, el PRI utilizó porros y grupos paramilitares para infiltrarse en movimientos estudiantiles y sociales, causando disturbios que justificaran la represión policial. La táctica es conocida: infiltrar, provocar y deslegitimar. Lo que vemos hoy tiene ecos incómodos de ese pasado que creíamos superado.

El término «Bloque Negro» originalmente se refiere a una táctica de acción directa utilizada por grupos anarquistas desde los años ochenta para expresar su rechazo al capitalismo y las estructuras estatales mediante actos vandálicos. Sin embargo, lo que vemos en México parece ser algo distinto.

Un verdadero Bloque Negro es una táctica, no un movimiento organizado: quienes participan visten de negro y se enmascaran para actuar bajo anonimato colectivo, buscando visibilizar su protesta contra el sistema. Pero cuando analizamos las acciones recientes en México, encontramos contradicciones fundamentales. Estos grupos no muestran coherencia ideológica, no tienen reivindicaciones políticas claras más allá del caos mismo, y curiosamente, solo operan en contextos que benefician a determinados actores políticos.

La Generación Z sabe que el mundo que les hemos construido con nuestras acciones no es el que desean y toman sus propias decisiones, a veces movidos por la moda o por la influencia del mundo virtual, pero siempre construyendo desde sus identidades y creencias. Viven segmentaciones que, desde su posición social y sus múltiples intersecciones, les enfrentan y les generan emociones diversas. Cuestionan, siempre, ese sentido del “esfuerzo y el mérito” que se rigió sobre la lógica de lo violento y lo natural. No habitan en un mundo binario, sino se alimentan desde su propio concepto de pluralidad.

El reto de su salida al espacio público es la posibilidad de construir su propia forma de ciudadanía desde sus lógicas, sus memes, sus banderas, sus símbolos o sus múltiples identidades. La partidocracia, la industria de generadores de odio pagada por los gobiernos, así como los conocidos como “grupos de choque”, buscan a toda costa deslegitimarles.

El reto es identificar, observar y reconocer; quiénes de los que se manifiestan son Generación Z y el criterio noes la edad, sino los anhelos y sus luchas. “One Piece” también puede ser intergeneracional. El movimiento de la Generación Z no puede ser enfrascado en un rango de edad porque eso es lo que quiere el poder.

Convivir y comprender a la Generación Z, nos tiene que obligar a colocar en el centro la igualdad, la diversidad y la pluralidad. No estamos hablando solo de un rango de edad, sino de una nueva ideología y vivencias cotidianas que somos incapaces de comprender. A nosotros nos define el paradigma del pasado y nos hemos acostumbrado a la desigualdad, como si la desigualdad fuera destino, hemos aprendido a vivir el presente continuo sin imaginar el futuro. Hemos construido nuestra ciudadanía a golpe de lucha, de resistencia y de negación del estado.

Me emociona saber cómo pueden ser capaces de construir una nueva ciudadanía. En el fondo sé, que la Generación Z, sabrá resistir y encontrar su camino, aunque la polarización le ataque, aunque la institucionalidad le injurie, aunque la partidocracia le quiera atrapar.

Ojalá que su salida al espacio público hoy tenga un buen destino. Y que este 14 de diciembre, con su nueva convocatoria, quede claro que la Generación Z es apartidista y que solo buscan fortalecer las propias ansias del futuro que corresponde a esa juventud y no a nosotros, los de las viejas generaciones.

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