JUAN CHÁVEZ. Todo apunta a que Morena le arrebatará al PRI la hegemonía que durante 93 años ha mantenido en el gobierno del estado de México.
A Alfredo del Mazo le falló haberse adelantado a los designios del tricolor y nominar a Alejandra del Moral como candidata a sucederle y peor estuvo el líder del Institucional, Alejandro “Alito” Moreno, al tomarle protesta el domingo, al cierre de la precampaña en terrenos baldíos aledaños en Texcoco.
A escasos 3 kilómetros también cerró su precampaña Delfina Gómez, la candidata de Morena y socios, con un mitin en el zócalo del mismo municipio, del que por cierto fue alcaldesa.
La disputa real fue por la asistencia a ambas concentraciones. El partido guinda sostiene que Delfina estuvo rodeada por 40 mil militantes y simpatizantes y el PRI dice que 30 mil fueron los asistentes al mitin de Alejandra.
Alguien, en ambos casos, debió tener equipos de contadores para concluir con cifras tan exactas.
De cualquier forma, e innegable que Delfina está imparable. El domingo su precampaña le dio una ventaja de 20 puntos.
A propósitos de precampañas, estoy de acuerdo con los expertos que las señalan como inútiles si no se dan entre dos o más aspirantes a la candidatura formal del partido que les postulan.
Las leyes electorales y la Constitución, son claras en ese aspecto.
Señala Javier Rosiles, politólogo, doctor en Procesos Políticos, profesor e investigador en la en la Universidad de Michoacán y además especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental, que en México cada vez será más difícil ver contiendas abiertas por alguna candidatura, incluidas las presidenciales.
¿Qué nivel de democracia interna puede existir en los partidos políticos cuando pululan las precandidaturas únicas? Este domingo concluyó el periodo de precampañas en amas entidades, pero en ningún partido o aglomeración de partidos hubo competencia, ninguna disputa a lo largo de un mes para alcanzar la candidatura. Se trató de precampañas encubiertas, falsas, apunta.
La discusión política, abierta y pública, es inexistente al interior de los partidos mexicanos. La norma es la presencia de precandidaturas solitarias: aspirantes sin aparente oposición, producto de negociaciones previas a los tiempos electorales, sin propuestas contrastantes. Amarres, antes que desboque.
Una precampaña electoral es el conjunto de actos que desarrollan los partidos, sus militantes y precandidatos de manera previa a la liza electoral, aquella en la que están en juego los cargos de elección popular y por los que luchan las diferentes fuerzas políticas, define Rosiles Salas.
Por tanto, en las precampañas se desarrollan reuniones públicas, asambleas, marchas, además de que se emiten escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones y todo tipo de expresiones que van dirigidas “a los afiliados, simpatizantes o al electorado en general, con el objetivo de obtener su respaldo para ser postulado como candidato a un cargo de elección popular” (artículo 227, numeral 2, de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales).
También señala que estas etapas duran un máximo de 60 días para el caso de elecciones para presidente de la República, senadores y diputados federales; solo 40 días para el caso de elecciones intermedias.
Y precisa; en lo que corresponde a los comicios de gobernador, el artículo 116 constitucional (fracción IV, inciso j) establece que la duración de las campañas será de 60 a 90 días, y que “las precampañas no podrán durar más de las dos terceras partes de las respectivas campañas electorales”.
En Coahuila y Estado de México las precampañas comenzaron el 14 de enero y concluyeron este 12 de febrero: 30 días para decidir algo que ya estaba decidido. Recursos públicos utilizados para posicionar la imagen de las candidaturas ya definidas, no para fomentar la democracia interna.
Precandidatos y precandidatas actúan con la seguridad de la candidatura. Se trata, en los hechos, de una primera parte de las campañas, las cuales comienzan oficialmente los primeros días de abril. Los discursos que se emiten no buscan la reflexión interna, la selección de la mejor opción entre varias, se trata más bien de embates en contra de los adversarios políticos externos. La contienda electoral comenzó hace semanas, entre acusaciones de colocación de espectaculares, acarreos de estudiantes de bachillerato a mítines, entre otras irregularidades.
Los partidos –dice Rosiles Salas– han optado por esconder lo más posible sus diferencias, por no discernirlas en procesos amplios de selección de candidaturas, quizá porque consideran que no silenciar las inconformidades les puede traer rendimientos electorales negativos. Temen la guerra sucia de sus rivales, pero más el fuego amigo y sus efectos devastadores.
Hoy el partido en el poder a nivel federal opta por la encuesta como el mecanismo para legitimar una decisión que parece tomada en favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Se trata de un ejercicio que privilegia la opinión del electorado más que la de los militantes de Morena.
Lo que preocupa es la falta de discusión interna en los partidos políticos, la toma de decisiones verticales, centralistas, la falta de diálogo sobre las propuestas o proyectos que luego deberían ser puestos a consideración de la ciudadanía en las urnas.
¿Puede haber democracia sin partidos democráticos?, remata el politólogo Rosiles.