JUAN CHÁVEZ
No hay que pensar mucho para advertir que Claudia Sheinbaum camina tranquila en el nada fácil lapso de la transición, del que le falta todavía recorrer tres meses: Julio, agosto y septiembre.
Lo hace, a mi parecer, para no chocar con López Obrador y más que nada, para mantener tranquilas a las principales fuentes de la ecuanimidad nacional: los mercados económicos y financieros.
Sin duda son 91 días para que tome posesión, tormentosos por las imposiciones de AMLO, como esa de las giras semanales por el país y que este fin de semana será a las Baja Californias y Sonora.
Digamos que, sin estar sometida a los caprichos y ocurrencias del hombre que todavía gobierna a México, ya ha empezado a gobernar con la nominación de 12 de los miembros de su gabinete, en los que ha impuesto a hombres y mujeres que ya se han desempeñado en las artes del gobierno. Varios de ellos o ellas provienen del equipo que le acompañó en sus años de Gobierno de la CDMX.
Le quedan cuatro importantes nombramientos que probablemente dará a conocer en los próximos jueves.
Pero no es descartable que como secretario de Seguridad, nombre al que fue su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch y que ella deseaba fuera jefe de Gobierno de la Ciudad.
Claudia Sheinbaum tendrá que mantener el equilibrio para tener su propia identidad.
En la faceta como candidata triunfante y presidenta electa, como se le ha visto, está actuando con delicadeza e inteligencia.
Tuvo la experiencia de que López Obrador, en el primer debate de la campaña, le mostró seria inconformidad por no hacer referencia a sus obras y acciones de gobierno, como son los programas sociales.
Desde que se dio este hecho, Sheinbaum asumió su papel de candidata morenista y en esta posición, se desenvolvió para conquistar 36 millones de votos en las elecciones.
Como candidata triunfante, tiene que tolerar los últimos días del presidente saliente. No lo puede ignorar, pero necesita poco a poco establecer su condición de poder emergente.
Finalmente, llega la toma de posesión y con ella el poder legal. Sin embargo, en el primer año debe continuar el proceso de construcción del poder real que tiene, más allá del que la ley le otorga.
Todavía no se mide la dimensión de que por primera vez, en los 200 años del México independiente, una mujer ascienda a la cúpula del poder vía la democracia. Esto implica cambios importantes, muchos de los cuales aún están por verse.
Además, desde 1982, hace 42 años, no se veía un proceso en el que el partido que ganó la Presidencia tuviera mayorías calificadas (real en la Cámara de Diputados y virtual en el Senado).
Claudia fue una candidata muy disciplinada, que hizo una precampaña y luego una campaña, siguiendo una estrategia consistente, que acabó rindiéndole frutos.
Conocimos que no es una oradora que despierte pasiones, pero sí con capacidad de hacer presencia, de sumar presencias, y de atraer partidarios.
Podríamos resumir que como candidata fue una política eficaz. Los resultados son contundentes.
A partir del 1 de octubre empezaremos a conocer a la Claudia Presidenta constitucional que a lo largo de los meses va a ir construyendo su poder y definiendo el rumbo de su gobierno en la práctica.