EL OTRO DATO/ China y EU a muerte por aranceles

JUAN CHÁVEZ

La “guerra arancelaria” entre las dos potencias económicas –Estados Unidos y China–. está en pie; ya es una realidad que podría llegar a imponer aranceles hasta 104%. Ambos han anunciado que esta media noche entrarán en vigor.

China prometió este martes combatir los aranceles de Estados Unidos «hasta el final» después de que el presidente Donald Trump amenazara con gravámenes adicionales, en una nueva escalada en la guerra comercial entre las dos principales economías mundiales.

Con ello, la catástrofe económica global es inminente.

Ha surgido en muchos países, además, un sentimiento antiamericano.

Tras las sacudidas bursátiles y recriminaciones globales, hay razones para cuestionar si el presidente Trump comprende plenamente las consecuencias de la avalancha arancelaria que utilizó para desencadenar una guerra comercial global.

El poder enloquece, pero el magnate neoyorquino ha estado loco por ejercer el poder y le importa un pito sacudir el mundo con su imposición arancelaria a la mayoría de los países.

La recesión por venir, sin importar el tamaño, tocará a todos los pueblos del planeta que verán encarecer los costos de sus vidas.

Mientras el caos se extendía por todo el planeta y los estadounidenses mayores temían consultar sus agotadas cuentas de ahorro para la jubilación vinculadas al mercado, el vicepresidente J. D. Vance declaró: “Nos sentimos bien”.

Su bravuconería se produjo tras el peor día en Wall Street en cinco años, donde se eliminaron dos mil 500 billones de dólares del índice S&P. Esta catástrofe financiera no fue causada por un caso fortuito, como una pandemia, un desastre natural, un ataque terrorista o una crisis internacional. Fue el resultado de una decisión consciente de un presidente que locamente se puso a prueba.

La acelerada descomposición comercial en el mundo a causa de los aranceles ha provocado un extensivo sentimiento antiamericano.

Los europeos rechazan ya productos provenientes de los Estados Unidos, más allá de que la Unión Europea proponga sanciones de regreso a Washington.

Francia rechazará el whisky —Bourbon— americano, en plena venganza al gravamen contra la champaña y otros productos franceses.

Canadá ha expresado ya con claridad el monto de sus tarifas a los Estados Unidos, que alcanzan unos 130 mil millones de dólares, y que incluyen muchos artículos americanos.

Hoy las agencias de viajes y las cadenas hoteleras del mundo empiezan a percibir, con el verano prácticamente en puerta, que los viajeros estadounidenses disminuirán sus visitas a países europeos y asiáticos, ante un creciente sentimiento antiestadounidense.

La situación pareciera decir: “si ustedes nos rechazan, también nosotros a ustedes”.

En el pensamiento de Trump, la lógica de subordinar la economía mundial a la americana puede resultar en un auténtico desastre.

No solamente países en franco rechazo por hacer comercio con Estados Unidos, por mantener relaciones comerciales o importación de sus productos, sino incluso recibir en sus naciones a turistas que vengan a gastar dólares, euros, pesos u otras monedas.

Pero hoy existe un sentimiento extendido, generalizado en el mundo, de que innecesariamente Washington está golpeando sus economías, su nivel de vida, su acceso al trabajo y la salud dignos.

Trump rompió el uso del diálogo por la imposición por la fuerza. Y el resultado para Estados Unidos puede ser muy negativo.

La popularidad del presidente va en descenso; hoy registra más de 10 puntos de rechazo (54) que de aprobación (43) a nivel nacional. Estamos apenas en el segundo mes de su presidencia.

Aparecen signos de fisuras o aparentes rupturas en las filas republicanas del Senado, cuando algunos integrantes manifiestan rechazo por los aranceles que han derrumbado las bolsas y los índices bursátiles.

¿Alguien podrá detenerlo? ¿Serán los mercados? ¿Serán los empresarios o las grandes empresas las que empiecen a perder ingresos, ventas, penetración de mercado por los aranceles?

El final de la historia, sin embargo, está aún por escribirse.

La mayor tragedia consistiría en que un líder que llegó con la promesa de fortalecer y hacer crecer la economía provoque una crisis mundial que pueda destruir el enorme potencial de su propio país. Vaya ironía; sería una auténtica debacle.

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