EL OTRO DATO/ Bolillo caro, la crisis silenciosa

JUAN CHÁVEZ

Un golpe directo a las familias pobres: El bolillo sube a dos pesos con cincuenta centavos.

El bolillo aumentó de 1.70 pesos a 2.50 pesos en cinco meses, reflejando una crisis silenciosa que golpea la mesa de millones de mexicanos. El aumento es del 47%, en lo que va de 2025 o sea 80 centavos más.

Ocho bolillos al día, para un hogar de cuatro habitantes, pone fuera de combate el miserable salario de un trabajador común que gana el salario mínimo.

En enero de 2025, el bolillo costaba en promedio 1.70 pesos en panaderías y expendios de barrio.

Hoy, desde mediados de mayo, ronda ya los 2.50 pesos por unidad.

Este aumento del 47% en menos de medio año ha encendido las alarmas entre familias de bajos ingresos, para quienes el pan salado no es un gusto ocasional, sino un componente esencial de la dieta diaria.

Este encarecimiento no es anecdótico. En muchas ciudades del país, comprar 10 bolillos ya cuesta 25 pesos o más, una suma considerable. Su aumento, por tanto, impacta de forma directa y profunda la economía popular.

Los hogares mexicanos gastan la mayor parte de sus ingresos en alimentos.

Cerca de 4 de cada 10 pesos que desembolsan las familias mexicanas se dirigen a cubrir las necesidades de alimentación, es el rubro en que más gastan.

El salario de un trabajador se va, en más de 50% en la canasta básica, que no incluye al bolillo. La canasta tiene un precio de cuatro mil 719 pesos.

La presidenta Sheinbaum pacto con el empresariado de las tortillas, no subir su precio, pero se olvido del bolillo, el pan del desayuno y cena de las familias pobres.

De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares del INEGI, el 38% del total de dinero que gastan las familias se destina a la alimentación de los integrantes.

Mientras que el 20% de lo que se desembolsa en los hogares se va a los gastos en transporte ya sea auto propio, metro o camiones colectivos.

El gasto en la vivienda, incluyendo renta o hipoteca, mantenimiento y servicios públicos como luz y gas, concentra cerca del 15% del total del gasto de los hogares mexicanos.

La educación, el vestido y la salud completan el ranking de los rubros en los que más gastan los mexicanos.

Dueños y encargados de panaderías coinciden en que el pan salado, especialmente bolillos y teleras, representa la mayor parte de sus ventas diarias. No sólo porque es el más vendido, sino porque su volumen compensa los márgenes estrechos de ganancia que se tiene con los panes dulces. Pero ese equilibrio comienza a romperse.

Los costos de los insumos han subido hasta un 25% en lo que va del año. La harina, los aceites, las grasas, el azúcar, el gas para los hornos y la electricidad han elevado el costo de producir pan a niveles insostenibles para muchos negocios pequeños. Ante esta presión, panaderos han optado por ajustar sus precios para sobrevivir, aún con el riesgo de perder clientes.

Además, las panaderías no han escapado al incremento del salario mínimo ni al encarecimiento del transporte y la distribución. Muchos intentaron mantener los precios, conscientes del peso social del bolillo, pero ya no fue posible: operar con pérdidas se volvió la única alternativa si no se ajustaban los costos al público.

Pero el alza del precio del bolillo, de 1.70 en enero a 2.50, es una tormenta perfecta de aumentos.

El aumento del bolillo responde a una cadena compleja de factores. La harina de trigo sigue siendo más cara a nivel internacional, afectada por conflictos geopolíticos, fenómenos climáticos y problemas logísticos. El azúcar también ha registrado aumentos notables. A eso se suman los combustibles, el gas para cocción, y los costos laborales crecientes. Todo se ha encarecido.

El aumento del precio del pan ha sido más persistente que el de otros alimentos de la canasta básica. Mientras productos como el huevo o la leche han registrado altibajos, el bolillo no ha bajado. Es, hoy por hoy, un termómetro fiel del costo de la vida. El pan dejó de ser barato. Esa es la realidad en cientos de colonias populares de México. El bolillo, que antes se compraba sin pensar, ahora se evalúa en la báscula del presupuesto diario. El pan salado, con su crujido familiar y su sabor cotidiano, es también ahora símbolo de una crisis silenciosa que erosiona los hábitos más básicos de alimentación.

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