JUAN CHÁVEZ. No conozco a Guillermo Sheridan, pero si se quién es Bernardo Bátiz.
Iniciado en la política en el PAN, Bátiz es un político convenenciero. Esa es su virtud. En 1966 apareció como aspirante a diputado, pero sin figurar en la boleta.
Eran los tiempos de la primera reforma electoral que propició la “elección” de diputados que luego pasarían a ser los plurinominales.
Iban a parar a la Cámara de Diputados los pluris que obtuvieran el mayor número de votos y Bátiz jugaba por el distrito de Tlalnepantla.
Me desempeñaba como delegado del PRI en esa región y Bátiz acariciaba la esperanza de convertirse en legislador.
Su partido, el PAN, no lo había nominado candidato y fue colocado como aspirante si la votación alcanzaba suficientes votos para darle su pase por el número obtenido
Me acerqué a Bátiz y le propuse declararlo el aspirante con la “mayor votación”, para que directo pasara a integrar la legislatura de la Cámara. No existía San Lázaro, el recinto legislativo era el de Donceles, que ahora ocupa la Legislatura Local de la CDMX.
A Bátiz se le saltaron los ojos al escuchar la propuesta y feliz, “aceptó”.
Hice tiempo y los paquetes electorales no fueron tocados. Permanecieron sin ser abiertos, ante la exigencia del hermano de Abel Vicencio Tovar, dirigente del PAN y que, finalmente, luego de limar asperezas y estar de acuerdo en declarar a Bernardo Bátiz como el aspirante de “mayor votación”, nos fuimos a cenar.
De Toluca, era yo urgido por el delegado general:
–El acta. Es urgente que la mandes. ¡Eres el último! Ya no podemos esperar más.
Era miércoles, el último día del proceso de escrutinio.
–No te preocupes, doctor (no recuero su nombre), la tendrás antes de la medianoche, debidamente firmada por los delegados de los partidos.
El hermano de Abel Vicencio Tovar firmó, enviamos el acta a Toluca y nos fuimos a cenar.
Bátiz entró a la Cámara como el primer diputado plurinominal en la historia de las reformas electorales.
Pero el Bátiz que presume ser académico de altura y maestro en la Facultad de Derecho de la UNAM, no es nada limpio. Juega sucio en la política. Aceptó, porque me consta, que el PRI, de algún modo lo hiciera diputado y luego, al correr de los años, lo vi convertido en chapulín cuando saltó a Morena por pura conveniencia. No tiene convicciones, carece de ideología política.
Y Guillermo Sheridan tiene razón.
Su respuesta a Bernardo Bátiz, que lo acusó en artículo que publicó en La Jornada, de buscar entre papeles polvorientos las tesis del plagio de la ministra Yasmín Esquivel y el abogado al que se la plagió, es clara y elocuente, y sitúa a Bátiz como chueco, sinvergüenza y mentiroso.
Escribió Sheridan:
“Ayer lunes, Bernardo Bátiz, quien ha sido, profesor y diputado, y es hoy consejero de la Judicatura Federal, publicó en La Jornada un editorial titulado «Tesis en entredicho (apuntes de un observador)» en el que hace algunas observaciones, emite juicios sumarios y hace a sus lectores varias preguntas que, en realidad, están dirigidas a mí. Le respondo.
“Para empezar, juzga que ventilar el asunto del plagio es «un asunto mediático y mal intencionado para dañar». Es curioso que alguien que fue procurador de justicia emita una sentencia así de tajante
“Luego juzga que «es de la Universidad de donde salió la acusación», lo que no es menos curioso: un procurador de justicia confunde a un universitario con la Universidad, falacia que les procura poca justicia a ambos, aunque mucha a su prejuicio.
“El asunto es académico, no mediático. Si adquirió dimensión mediática es porque la protagonista de este problema académico particular pertenece a la más alta autoridad judicial del país, como usted sabe, pues es su subordinado. Y esto es algo que naturalmente importa a los medios. Si se convirtió en «un escándalo, una escandalera», como juzga usted, es porque escandaliza que quien está encargada de impartir justicia hoy la haya burlado para titularse ayer.
“Le parece «chocante» que un académico se sumerja «en añejos archivos y cajas polvosas» y encuentre dos tesis idénticas. Extraña tal opinión en un procurador de justicia, cargo que supone entender qué son los archivos. O en un profesor, pues en el ámbito académico también son invaluables. No son cajas polvosas, sino esenciales fuentes de datos y reflexión. Y más aún el archivo de las tesis, como el de la UNAM, donde se guardan tanto la suya de licenciatura («La libertad y el derecho») como las mías, y se guardan porque son conocimiento vivo y activo, no polvo.
«¿Qué lo motivó? ¿Quién se lo pidió? ¿Por qué se le ocurrió?», pregunta, y concluye judicialmente que «por curiosidad malsana». Bueno. Me motivó ver un video en el que la ministra hablaba de su deseo de presidir la Corte y lo hacía en un español muy defectuoso. Eso motivó mi curiosidad ciudadana y busqué sus escritos. Hay pocos, pero vi que había una tesis y cuando ingresé su título salieron dos tesis idénticas. ¿Qué habría hecho ante eso el profesor Bátiz?”
El académico Sheridan añadió:
“Me pregunta usted insistentemente por qué lo denuncié, pero no se pregunta usted por qué la ministra firmó una tesis firmada un año antes por otro. ¿No le provoca curiosidad sana al profesor de derecho que seguramente vigilaba la honestidad de sus alumnos? A saber, pero ahora cree usted que inhibir el plagio académico ni sirve de nada ni aporta nada. Confío en que cuando fue usted procurador habrá pensado en que impedir ilícitos sí servía y sí aportaba. Y que cuando fue profesor sí entendía que, como plagiar es el ilícito más grave en el ámbito académico, importa impedirlo y castigarlo”.
Hoy, el “chueco” Bernardo Bátiz podría llegar a ser el sustituto de Gertz Manero en la Fiscalía General de la República.
Los “chuecos”, como Manuel Bartlett y el propio Bátiz tienen encantando a López Obrador.