JUAN CHÁVEZ
En Guerrero, la violencia sigue imparable.
Normalistas de Ayotzinapa incendian vehículos y atacan a las autoridades.
Se ha señalado que Ayotzinapa será su Waterloo.
Así como para Napoleón su astucia militar quedó exhibida y destrozada con aquella histórica batalla que lució su fracaso como “gran militar”, para el protagonista de las mañaneras el incidente del 26 de septiembre de 2014 que prometía resolver, podría convertirse en su fracaso político.
En mayo 25 de 2018 –en plena campaña presidencial– en Iguala, López Obrador dijo que “tan pronto triunfe, habrá justicia para los jóvenes de Ayotzinapa. Vamos a integrar una comisión de la verdad y que intervenga la ONU para que se aclare todo”.
El 27 de septiembre de ese mismo año, ya como presidente electo, dijo que “sería una asignatura pendiente que me dolería no resolver… vamos a conocer lo que realmente sucedió, que se sepa dónde están los jóvenes y se castigue a los responsables… mi compromiso es no fallarles a las madres, a los padres de los jóvenes de Ayotzinapa, al pueblo de México. No vamos a traicionar la confianza de nuestro pueblo”.
Ya estamos a seis meses de que concluya su funesto mandato y la asignatura no sólo continúa pendiente, no se ha sabido con certeza qué sucedió, dónde están los jóvenes, ni tampoco se ha castigado a los responsables.
Por el contrario, la situación se ha complicado, la tensión se ha intensificado y los incidentes sobre el tema se han agravado, llegando al extremo de las agresiones y ahora hasta con la pérdida de otra vida, el asesinato de un normalista más por un policía que se halla prófugo.
El ofrecimiento de López Obrador de resolver el asunto quedó en el proyecto, solo con la designación de una comisión que no funcionó o que si encontró la verdad la oculto, para después ignorar a los padres de familia que lo único que quieren es saber dónde quedaron sus hijos. Y ante la desesperación de no encontrar apoyo y las manifestaciones de inconformidad por no ser atendidos, vienen la intervención de terceros que aparentemente “sin vela en el entierro” vienen a complicar la discusión y a poner en riesgo no sólo la negociación sino la paz social.
Los padres se han plantado ante diversas dependencias, pero no han pintado paredes, destrozado ventanales o agredido. Han sido un grupo de estudiantes o supuestos estudiantes del mismo centro educativo al que pertenecieron aquellos que desaparecieron y que hoy son el motivo de la conversación.
No fueron los padres que continúan llorando la ausencia de sus hijos los que dieron el “portazo” en Palacio. Pero el silencio, la inacción y la arrogancia presidencial nos han puesto al borde de lo que puede ser la batalla que marque el “Waterloo” de quien ha sido incapaz de cumplir la promesa, dar a conocer la verdad y castigar a los responsables.
En los últimos días un estudiante fue asesinado por parte de policías estatales en medio de la polémica de los desaparecidos; elementos de la Guardia Nacional fueron atacados por estudiantes y secuestrados -ya liberados- y quemaron sus patrullas. ¿Qué sigue…?
El que despacha en Palacio tiene la palabra. Hablar con la verdad y actuar con justicia y responsabilidad o dejar que lo que ofreció resolver se convierta en otro más de sus fracasos y su Waterloo político.
Ayotzinapa se ha convertido en la sombra del presidente López que le acompañará por siempre. Pero… en la desfachatez de dejar hacer y dejar pasar, no le quitará el sueño. Para eso está el “coctel” de pastillas que, dice, noche a noche ingiere.