JUAN CHÁVEZ
El PRI, el de “la dictadura perfecta” por 70 años según Vargas Llosa, está muerto y su enterrador será Alejandro Moreno, que ayer domingo, en Asamblea Nacional, cambio los estatutos para reelegirse y “velar” al muerto por el tiempo que se le antoje.
El PRI que conocimos se pudrió. Empezó su descomposición desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, aunque José López Portillo, mucho antes, se había definido como el último presidente de la Revolución.
Priistas han brincado a Morena y al Partido Verde. Inclusive, López Obrador, que fuera líder estatal del tricolor, lo abandonó a finales del siglo pasado, luego de componerle un himno.
Se cuenta que 3 mil 500 delegados aprobaron el cambio de los estatutos, aunque opositores, encabezados por la senadora Ana Lilia Herrera, se quedaron afuera, intentando romper ventanas para poder entrar al recinto priista. La entrada, les fue negada.
Con Alejandro Moreno, el PRI vivió sus peores tiempos, perdiendo gubernaturas, congresos locales y alcaldías. El acabose fue cuando perdió su bastión en el estado de México, por entrega que Alfredo del Mazo le hizo a López Obrador, para no ser juzgado como gran señor de la corrupción.
Mientras esto sucedía, Morena se nutría de priistas. Sus cúpulas, casi en pleno, se mudaron a Morena.
Con votos a mano alzada, este domingo los delegados traidores le allanaron la perpetuidad a Alito al frente de lo que quede del PRI.
El partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929, está podrido y desde hace una década se desgaja a pedazos.
Los gritos de traidores y cínicos a Alito se escucharon afuera del salón del PRI.
Alejandro Moreno forma parte de la generación priista más corrupta en lo moral y lo político. Se entregó a AMLO desde 2010 a espaldas de una militancia que se negaba aceptar que un nuevo renacimiento estaba por llegar. Pero jamás apareció.
El domingo se confirmó en la Asamblea de Lideres que lo están enterrando.
El partido se fue vaciando de ideología desde los 80 y de militantes en la segunda década de este siglo.
Las reformas de Peña Nieto fueron acompañadas por la ambición y la entrega del poder, tras bambalinas, a Luis Videgaray y Ángel Osorio Chong, con quien además compartía parrandas hasta el amanecer.
Los dos, Videgaray y Osorio, en lo interno, peleaban por suceder en la Presidencia a Peña Nieto.
En tales circunstancias, el PRI se fue desfigurando aceleradamente y en las elecciones intermedias de 2015, acusó el primer nocaut.
Peña y el PRI perdieron los estados petroleros del Golfo de México y los sureños los castigaron por la reforma educativa y en el norte no le perdonaron la reforma fiscal. Peña, mientras tanto, seguía en la frivolidad.
La debacle cayó en 2018 cuando el PRI perdió la Presidencia y en el hartazgo contra todos los partidos Peña traiciono al PRI para contribuir a la victoria de López Obrador, sacrificar al candidato priista José Antonio Meade y salvarse él de la persecución de AMLO.