MARCELA JIMÉNEZ AVENDAÑO/ Save Democracy
La historia ofrece advertencias que no debemos ignorar. En muchos sentidos, los tiempos oscuros que estamos viviendo evocan los últimos años de la República de Weimar: crisis económica global, polarización social extrema, debilitamiento institucional y proliferación de liderazgos autoritarios que prometen orden a cambio de derechos. Al igual que en aquella Alemania convulsa de los años treinta, hoy vemos cómo el miedo y la incertidumbre son hábilmente utilizados para desmantelar libertades y erosionar las bases de la convivencia global construida tras las dos guerras mundiales.
Pero esta vez hay una diferencia clave: el papel de las grandes corporaciones tecnológicas. Plataformas digitales que prometían democratizar la información se han convertido, en muchos casos, en canales de desinformación masiva, radicalización y manipulación algorítmica. En lugar de unirnos, nos fragmentan. En lugar de promover el diálogo, nos enfrentan. Las cámaras de eco y la viralización del odio han reemplazado el debate público informado y disminuido nuestra capacidad de análisis crítico. Pero su influencia va más allá de lo cultural o comunicacional: estas plataformas y conglomerados tecnológicos también son piezas estratégicas del nuevo juego expansionista e imperial. Colaboran, voluntaria o involuntariamente, con las ambiciones geopolíticas de los regímenes autoritarios, facilitando el control social, la vigilancia masiva, el espionaje cibernético y la erosión de soberanías nacionales. Y todo esto ocurre mientras los liderazgos autoritarios se alinean y se fortalecen mutuamente, reconfigurando un orden mundial más hostil a los derechos humanos y al multilateralismo, y socavando la posibilidad de un mundo en paz.
La historia no siempre avanza. Muchas veces —más de las que quisiéramos— retrocede y hoy, los signos de retroceso se acumulan. Como abordamos en nuestro más reciente webinar, “Geopolítica imperial descarnada en un mundo en redefinición”, estamos asistiendo al ascenso de una nueva era de imperialismos expansionistas que, bajo liderazgos autocráticos, están redibujando el mapa del poder global. Una era que se consolida con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en amplia coincidencia con Xi Jinping (China) y Vladimir Putin (Rusia), a quienes se suman Benjamin Netanyahu (Israel), Kim Jong-un (Corea del Norte) y los inestables gobiernos de Irán, India y Pakistán. El denominador común: son potencias nucleares o tienen capacidad para serlo, y se han consolidado o están en tránsito de convertirse en regímenes autoritarios, marcados por el desprecio al orden multilateral, las normas democráticas y los derechos humanos.
Es así como bajo el mando de estos y otros autócratas que se acumulan a lo largo y ancho del planeta, la apropiación de territorios, la subordinación de naciones débiles por medio de coerción económica o militar, la manipulación del miedo, el odio al diferente y la demolición de los contrapesos democráticos, no son accidentes, son estrategias. Son síntomas del nuevo orden mundial en formación, que amenaza con empujar al planeta hacia una tercera confrontación global.
Frente a esta nueva era de oscurantismo global, se necesita una ciudadanía informada, comprometida y valiente. No es tiempo para neutralidades cómodas ni para el repliegue silencioso. La defensa de los derechos, de las instituciones y de la paz no es una responsabilidad ajena: es un deber compartido. Aunque alzar la voz se ha vuelto cada vez más riesgoso, el silencio —como nos lo recuerda la historia— nunca es neutral y suele costarnos mucho más. En este escenario desafiante, nuestro rol como ciudadanos no solo es indispensable: es decisivo.
Desde Save Democracy, lanzamos este Newsletter no solo como una alerta constante, sino como un espacio de análisis riguroso, articulación colectiva y resistencia cívica. Nos esperan debates difíciles y escenarios inquietantes, pero también oportunidades para recuperar lo perdido. Porque incluso en los momentos más oscuros de la historia, la esperanza ha sido un acto de rebeldía. Y hoy, resistir es el primer paso para reconstruir.
Seguimos. Juntos.