“Las mejores escenas suceden de forma accidental. Los accidentes son divinos, es lo que mantiene vivas a las películas…” O.W
Glen Rodrigo Magaña / HOMO ESPACIOS
Ciudad de México, 13 de noviembre (entresemana.mx). En el otoño de 1970 -un 3 de octubre para ser precisos-, la Finca «Mi Gusto» ubicada en el barrio madrileño de Aravaca en España, propiedad de Orson Welles, sufrió un terrible incendio que se originó en la biblioteca del cineasta, más de mil libros, así como importantes grabaciones quedaron hechas cenizas, se afirmaba que algunos de los materiales perdidos eran un fragmentado documental sobre Goya, El Quijote “wellesiano”, así como la ópera prima y único filme silente de Orson que nunca llegó a proyectarse, Too Much Johnson (1938). Nunca se dieron datos exactos sobre las pérdidas en el incendio, y la verdad sobre estos filmes saldría a la luz mucho tiempo después.
Welles amaba la improvisación, cuentan que al momento de rodar no contaba con un método, se basaba en su intuición y eso ha sido una de las premisas de su ingenio. A inicios de los setenta, el maduro cineasta iniciaría lo que el denominó su “obra maestra”, hablamos de su filme más accidentado, experimental, autobiográfico y hasta psicodélico, The Other Side of the Wind, que se logró proyectar en 2018, bajo el sello de Netflix… 33 años después de su muerte.
El filme castellanizado como El otro lado del viento, fue protagonizado por John Huston, Bob Random, Peter Bogdanovich, Susan Strasberg y la sensual Oja Kodar, bajo la creación, producción y dirección de Welles, que muestra un documental biográfico estilo “home movie” del perfil de un cineasta veterano -Jake Hannaford, interpretado por Huston-, quien busca financiar en su día final su último largometraje, que es una especie de parodia del cine de autor europeo, pero cargada de ambiente setentero entre escenas eróticas, discotecas, el culto automotriz, locaciones desérticas y un sugerente discurso sobre sexualidad existencialista entre Oja Kodar como “la actriz o la india piel roja” y Bob Random, quien da vida al protagonista, el rebelde “Oscar ‘John’ Dale”. Digamos que este exótico rollo desarrolla una “narrativa incrustada” o mejor dicho “una historia dentro de una historia”.
En la entrega número 43 de los Premios de la Academia, dentro del Pabellón Dorothy Chandler el 15 de abril de 1971, John Houston presentó el “Oscar honorífico” otorgado a “Orson Welles por su superlativo arte y versatilidad en la creación de películas”. Welles no asistió y aunque su querido compadre Houston mencionara que se encontraba rodando un filme en el extranjero, lo cual no era cierto, la realidad es que Orson reaccionó con su ausencia a la indiferencia, hipocresía y rechazo de la industria hollywoodense con sus glamurosas firmas, con las que padeció por muchos años, así que envió un video con su discurso, en donde destacó lo siguiente: “Necesitamos al público; el público no nos necesita. Esa es la verdad. Realmente no llenamos una necesidad popular apremiante; tratamos de crearla. Y si no amáramos las películas tanto como el hacerlas, si no estuviéramos un poco locos con el tema, no habría ninguna película en absoluto. Atesoro este premio como una expresión de esta feliz locura, y que lo acepte, por favor, no es tanto por lo que pude haber hecho es por lo que espero hacer. Si Dios quiere, voy a hacer algunas películas que lo merezcan…”. En resumen, da a entender y de algún modo señala con una elegante indiferencia que, lo realizado en Hollywood, no es lo que lo destaca, más bien lo que de forma autónoma ha logrado, eso es lo que celebra, reconoce, así como acepta a la distancia, lejos de todo lo que representa la Academia, identificándose solamente en el público.
El ensayo fílmico Fraude (1973), fue presentado en el San Sebastián Film Festival sobre las falsificaciones de Elmyr de Hory, conocido también como “Dory-Boutin”, “Elmyr von Houry”, “Herzog”, “L. E. Raynal” o “Louis Nassau”, quien logró falsear millares de obras de Modigliani, Monet, Léger, Signac, Vlaminck, Van Dongen, Derain, Dufy, Matisse, Picasso, Renoir y Degas, colocándolas en museos de todo el mundo, bajo los textos biográficos del también falsificador Clifford Irving realizó sobre de Hory. Welles en su devoción por la pintura y el dibujo, muestra en este “falso documental”, una crítica sobre la estética en la creación artística, los límites de la realidad en la ficción, mentiras que afirman ser verdades en un circuito plagado de engaños, con un argumento donde la magia… radica en la estafa.
En 1975, para ser exactos, la noche del 9 de febrero Welles recibiría el “Premio a la trayectoria” por la American Film Institute, su discurso es uno de los más recordados, al citar a Samuel Johnson sobre el tema de las “contrariedades” y ejemplificar este concepto con su filme The Other Side of the Wind, que enmarcó como su “particular contrariedad”: “Los dejo ahora en falta de la elocuencia que esta gran ocasión merece con otra escena muy breve de la misma película, una parte de la cual vieron antes con John Huston y Peter Bogdanovich, solo como una despedida de alguien que recordará esta noche, no como una especie de visita de gala, sino como un muy feliz regreso a casa”, pero ese regreso nunca sucedió, digamos que en un intento desesperado por lograr financiar y terminar su última joya fílmica – The Other Side of the Wind-, la cual buscaba ser su cierre de oro y retorno glorioso después de su aclamado debut con Ciudadano Kane en 1941, solo logro la ovación hipócrita de una industria forzada a homenajearlo -o al menos, al tiempo así parece-, cerrando sus billeteras y dejando al “Maverick hollywoodense”, pastando nuevamente en el desérticas llanuras de la frustración.
Después de realizar algunos materiales para su programa de televisión “The Magic Show”, en 1978 Orson Welles realiza su última película, Filming Othello, que es un detrás de cámaras sobre su filme de 1951 Othello, el cual sería el primero de una serie de documentales sobre la creación de sus películas clásicas que no logró consolidar.
Roda al Maestro…
“Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Únicamente a través del amor y la amistad podemos crear la ilusión momentánea de que no lo estamos…”
O.W.
Además de apariciones a inicios de los ochenta en comerciales de vinos y otros productos para la televisión, en 1982, la cadena británica BBC le realizaría un programa especial, una entrevista de tres horas realizada por el productor, director y escritor de televisión Leslie Magahey, con fragmentos sobre la vida y obra del veterano cineasta bajo el título de “The Orson Welles Story”. Asimismo, el 22 de febrero de aquel año, recibió la “Legión de Honor de la República francesa” de manos del presidente François Mitterrand y participó como orador en una Reunión Nacional Antinuclear realizada el 12 de junio en el neoyorkino Central Park.
Cansado, con problemas cardiacos y diabetes, los últimos esfuerzos de Welles se enfocaron en realizar la cinta The Big Brass Ring en 1981, guion que fuera escrito junto con Oja Kodar y que culminara el director George Hickenlooper hasta 1999, así como una versión cinematográfica de King Lear en 1984, que, si bien pudo llevarla a cabo en 1953 para la serie de televisión CBS Omnibus, nunca logró realizar la película.
Otras participaciones en sus últimos años fueron en filmes como The Muppet Movie (1979), El secreto de Tesla (1980), el documental In Our Hands (1984), la voz de Unicron en The Transformers (1986) y en Hot Money (1986), pero al final, el eco de sus propias palabras cuando recibió el “Oscar honorífico” en 1971, lo alcanzó: “Ahora no soy más que un árbol de Navidad cuyas raíces han muerto. Las pequeñas agujas de mis ramas se van cayendo poco a poco y cada vez es más difícil reemplazarlas”.
El anterior discurso se fusiona y toma sentido con aquella impresión descrita por su puño y letra sobre el célebre D.W. Griffith, hablamos del creador de El nacimiento de una nación (1915), en un artículo publicado en Madrid, en mayo de 1965, cuando conoció a este pionero cinematográfico a finales de 1939, Griffith en su ocaso y Welles en sus fértiles inicios: “El cine, que él – Griffith-, prácticamente había inventado, se había convertido en un producto único de la cuarta industria más grande de América, y en el interminable engranaje de las gigantescas fábricas cinematográficas, no había lugar para Griffith. Era un exiliado en su propia ciudad, un profeta sin honores, un artesano sin herramientas, un artista sin trabajo. No es de extrañar que me odiara. Yo, que no sabía nada sobre cine, había obtenido el mayor grado de libertad jamás otorgado por escrito en un contrato de Hollywood. Era el contrato que él merecía. Estuvimos de pie bajo uno de esos árboles de Navidad rosados y tomamos nuestras bebidas mientras nos mirábamos el uno al otro como a través de un abismo sin esperanza. Yo lo amaba y lo veneraba, pero él no necesitaba un discípulo. Necesitaba trabajo. Nunca he odiado realmente a Hollywood, excepto por el trato que le dio a D. W. Griffith. Ninguna ciudad, ninguna industria, ninguna profesión ni forma de arte le deben tanto a un solo hombre…”.
Era otoño, un 10 de octubre de 1985, cuando el corazón del gran Orson Welles se detuviera a causa de sus afectaciones cardiacas en su casa de Los Ángeles, California, en los Estados Unidos, sus cenizas -como su última voluntad- reposan en un pozo ciego situado en un jardín de la finca Recreo de San Cayetano, Ayuntamiento de Ronda en Andalucía, España, propiedad del ex matador de toros y su amigo, Antonio Ordóñez, donde se lee la siguiente inscripción: “Ronda, al maestro de maestros”.
Me amarán cuando esté muerto…
“Tener un final feliz depende, por supuesto, de donde quieras que acabe tu historia…”
- W.
El título de este último apartado, hace referencia al documental y detrás de cámaras de The Other Side of the Wind que Netflix lanzó en el 2018, -recuerdan, la historia dentro de otra historia-, hablamos del filme que incluye dos tramas ficticias que, en la narrativa una sucede en la realidad -la del último día del director veterano- y la otra es la historia que filma el mismo cineasta. En el reparto muestra a muchos directores reales de cine como improvisados actores, combina simultáneamente el largometraje con el documental, centrándose en un espejo generacional de un director viejo frente a uno joven, pero lo más relevante es que Welles se adelantaría 35 años a la moda de los cineastas contemporáneos, hablamos de los filmes biográficos con un cierto toque de realismo mágico, algunos ejemplos es el último rollo de Spielberg, Los Fabelman (2022) o Roma (2018) de Cuarón.
Esa visión del biopic, en su tiempo, fue despreciada por Hollywood, las razones: en primer lugar el rechazo a su enfoque independiente y de resistencia a los estándares de la industria; su reputación ante las grandes firmas cinematográficas, que lo colocaban como un director talentoso pero problemático, con diversos baches financieros y varios proyectos inconclusos; así como no lograr asegurar los fondos para la postproducción de las más de 100 horas de grabación que realizó para este filme. Lamentablemente, Welles falleció con este frustrante “casi” que tardo cerca de cuarenta años en ser lanzado.
Admirador de los cineastas John Ford y William Wyler, las actuaciones de Marlon Brando y Greta Garbo, la dramaturgia social de George Bernard Shaw, las letras de Hemingway, Fyodor Dostoyevsky, Joseph Conrad y Mark Twain, las obras de Leonardo da Vinci, Michelangelo, Pablo Picasso y Henri Matisse, así como el humanismo científico de Nikola Tesla, Welles -estemos de acuerdo o no-, es un creativo inmortal, al cruzar la frontera del tiempo con sus esbozos, retazos de celuloide, guiones empolvados y otros materiales que hasta nuestra época continúan descubriéndose.
Algunas de estas obras que no he mencionado son: The Deep (2012), adaptación de la novela de Charles Williams que terminó dirigiéndola Damián Chapa, quien se basó en un guion inacabado de Welles titulado como «Dead Reckoning»; The Dreamers (2002), basado en un par de relatos de Isak Dineson, rodado de 1980 a 1985, cayó en el olvido tras la muerte de Welles hasta que el Filmmuseum de Múnich reconstruyó algunas secuencias con una duración de 24 minutos; The Merchant of Venice (2004), adaptación de la obra de Shakespeare, en la que el cineasta británico Michael Radford descubrió una grabación en la que se escuchaba a Welles interpretando el papel de “Shylock” y que utilizó como base para la creación de esta versión cinematográfica protagonizada por Al Pacino; finalmente sumaré a esta lista, una de sus grandes rarezas, que es catalogada como realmente su primera película y que nunca se proyectó, el silente rollo Too Much Johnson (2013), que Welles filmó en 1938, la película nunca se completó debido a problemas técnicos y financieros, pero a inicios de 2013, los rollos originales fueron encontrados en un almacén en Italia, después se restauraron y digitalizaron para presentarse en la edición número 28 de La Giornata del Cinema Muto de Pordenone, donde se ofrece una visión de su proceso creativo en los primeros años de su carrera.
Respecto a sus biopics, destacan; RKO 281 (1999), película para televisión que se centra en la realización de Ciudadano Kane; Me and Orson Welles (2008), ambientada en la década de 1930, donde un joven actor consigue un papel en una producción teatral dirigida por Welles que mezcla realidad y ficción; así como Cradle Will Rock (1999), dirigida por Tim Robbins, quien incluye un retrato del joven Welles -interpretado por Angus Macfadyen- en la década de 1930 y sigue los acontecimientos en torno a una polémica producción teatral.
Además, entre sus principales biógrafos figuran Simon Callow, quien publicara la trilogía “wellesiana”: Orson Welles: The Road to Xanadu (1995); Orson Welles: Hello Americans (2006) y Orson Welles: One-Man Band (2015). El reconocido libro de Barbara Leaming, Orson Welles: A Biography (1985) o el profundo análisis de David Thomson en su obra Rosebud: The Story of Orson Welles (1996).
En lo inconcluso, sin lugar a dudas, está el legado y el estudio sobre Orson Welles, un tipo de cineasta que se adentró al existencialismo de Kafka, Camus y Sartre, envuelto en una feroz crítica al poder, la manipulación mediática, fílmica y la alienación social, con un embeleso por la naturaleza humana en términos shakesperianos, ligado a un sentimiento cervantino de la modernidad. Welles, es la mirada fílmica del bien y el mal, con villanos introspectivos en la ética del utilitarismo y el relativismo moral, que proyectó en personajes como “Charles Foster Kane”, “Falstaff” o “Harry Lime”, donde finalmente, citando al cineasta, “la verdad sobre cualquier hombre sólo puede calcularse mediante la suma de todo lo que se ha dicho sobre él” y definitivamente, garantiza su continuidad… en lo inacabable.
Estimados homoespacieros, les comparto los trailers de nuestra selección sobre los mejores cinco filmes de Orson Welles:
Citizen Kane (Estados Unidos, 1941). https://youtu.be/2HY35DNYt8g
Touch of Evil (Estados Unidos, 1958). https://youtu.be/gFCaDFAKNlk
The Tragedy of Othello: The Moor of Venice (Marruecos, 1951). https://youtu.be/biLgzSxK_KY
Falstaff -Chimes at Midnight- (España, 1965). https://youtu.be/YU_mx6uORGQ
The Trial -Le Procès- (Francia, 1962). https://youtu.be/ae3-01zSQOs
Bonus: Compulsion (Estados Unidos, 1959) -Actuación, argumento final-. https://youtu.be/CrjbL4eedkQ
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