ANGÉLICA DE LA PEÑA GÓMEZ
SemMéxico, Ciudad de México. Jorge Carpizo señalaba que “El tema del control del poder y de la administración pública es una preocupación que ya lleva siglos: ¿cómo conseguir un verdadero equilibrio entre la autoridad y la libertad que dé por resultado un orden responsable o sea un orden con libertad?”
Y concretaba: “Aquí es donde aparece la figura del ombudsman como un instrumento más, pero importante en el complejo mecanismo que tiende a controlar el poder en beneficio de la libertad, igualdad y seguridad jurídica de las personas”.
Y para lograr este objetivo, para hacer efectiva la protección de los derechos humanos, la plena autonomía del ombusdman es un requisito sine qua non.
Hoy la CNDH ha perdido el objeto de su creación y se ha convertido en una instancia paraestatal y figurativa, cuya presidencia desde 2019 la ocupa Rosario Piedra Ibarra, una militante de Morena, que llegó por instrucciones de López Obrador. En 2024 fue reelecta por el gobierno de Claudia Sheinbaum. Se delinea la ruta hacia su destrucción, a menos de que lo impidamos.
La señora Piedra guardó silencio frente al desastre del Covid donde más de un tercio de personas enfermas no debieron morir; frente a la falta de medicamentos y la niñez con cáncer sigue callada. El Mecanismo contra la Tortura está invisible. El Consejo Consultivo ciudadano renunció en pleno. El Programa de Asuntos de la Mujer para la Igualdad es una figura decorativa frente al crecimiento del feminicidio y la violencia contra las mujeres; no se protegen los derechos humanos de niñas y niños contra la trata. La señora Piedra ha guardado vergonzoso silencio frente a la militarización del país y de la seguridad pública.
La CNDH en términos del artículo 102 constitucional, es un mecanismo que corresponde al cumplimiento de los tratados del Derecho Internacional de los Derechos Humanos aprobados por el Estado mexicano y su armonización en el marco jurídico de la Nación. Si la CNDH hubiese continuado su fortalecimiento de su autonomía como se solicitó siempre por la oposición en el Senado, no sólo garantizaría lo señalado en el artículo Primero de la Constitución, tampoco se recurriría a los organismos internacionales protectores de los derechos humanos frente a omisiones por parte del Estado.
México tuvo una transición a otros partidos desde el 2000, dejando atrás la hegemonía de un partido único, por desgracia hoy volvemos hacia atrás. No es que estuviéramos bien; en cada proceso había un estira y afloja para que el gobierno en turno, no interviniera en influir en quién debía ocupar la presidencia de la CNDH.
Sin embargo, con la llegada de López Obrador, el Senado en 2019 violenta la regla constitucional, cuando la mayoría de senadores y senadoras de su partido, en una votación cuestionada por una oposición debilitada, impone a la señora Piedra. Queda en el Diario de Debates la duda razonable de que no alcanzó los dos tercios que la Constitución obliga. Así llegó quien estaba impedida para ser incluso, integrada al proceso.
Hoy nuevamente en la desvergüenza, hace el ridículo al acompañar al gobierno frente al anuncio del Comité de Desaparición Forzada de Naciones Unidas de invocar el artículo 34 de la Convención para proteger a las personas de desaparición forzada. Su falta de probidad y compromiso con los derechos humanos se evidencia con creces. ¡El Senado debe removerla de su encargo ya!
*Defensora de derechos humanos