Decisiones de alto impacto mediático

JAVIER ESQUIVEL DÍAZ. El último tercio de cualquier periodo gubernamental es el más proclive para dar a conocer con contundencia los resultados obtenidos del trabajo de los anteriores años. La alta mediatización y espectacularización de la acción de gobierno es más una acción obligada en épocas sucesorias.

El decidir qué tan visible debe ser el resultado de las tareas más delicadas de la administración pública y las decisiones importantes de un régimen es quizá una de las acciones que más planeación estratégica implican en la comunicación de gobierno en nuestro tiempo.

El dar a conocer informaciones por las que será recordado un gobierno y que sacudirán a la opinión pública en la recta final del mandato implica que cada una de estas tareas sean tuteladas con tal precisión y articulación que cada una de ellas estén blindadas y sean a prueba de balas incluso desde su planeación.

La planificación, construcción y ejecución de escenarios de alto impacto mediático obliga también observar y prospectar las posibilidades de éxito y fracaso de dichas decisiones y las probables repercusiones en los ámbitos jurídicos y social, pero sobre todo calcular el futuro de la convivencia política con las contrapartes.

La acción de comunicar desde el gobierno una disposición de alto calado implica también no solo saber medir los tiempos, sino obliga a construir y diseñar mensajes que soporten las más agudas interpretaciones y cuestionamientos electorales con el paso de los años.

Sin una narrativa sólida y carente del soporte necesario por espectacular o mediático que sea podría sucumbir con el paso del tiempo y generar un efecto bumerán donde los roles de los protagonistas cambien con el tiempo.

Una historial mal contada y sin consistencia en el tiempo convierte a las personas que fueron señaladas de villanas en víctimas y a los juzgadores del pasado en victimarios del futuro. El ciclo de posiciones cambiará si no hay contundencia, blindaje y solidez.

Por ello, otro factor determinante para obtener esa credibilidad en la esfera de la opinión pública y mantener la vigencia del tema en la agenda pública es determinar con coherencia la selección de las y los voceros.

Un portavoz mal elegido para posicionar y dar seguimiento a los asuntos clave de un gobierno siempre termina por desvirtuar la intención original de la toma de decisiones.

Toda decisión de alto impacto mediático debe ser filtrada por el tamiz del análisis multidisciplinario y de la prospectiva. En los tiempos vigentes de la política no se puede analizar solo bajo una óptica temática y pensando solo en el presente.

Toda decisión de gobierno pudiera tener repercusión en otras áreas y en otros momentos si ésta no está debidamente analizada y confeccionada con el blindaje transexenal necesario. Mediatizar y conseguir el impacto mediático es banal, pasajero e insuficiente. La estrategia de comunicación de gobierno obliga pensar más allá del periodo de un mandato, de un gobierno y de un régimen.

Ninguna de las medidas comunicacionales está exenta de generar un efecto mariposa. Todo implica y obliga a actuar con estrategia a mediano y largo plazos.

La historia latinoamericana reciente demuestra que la falta de contundencia jurídica y mensajes poderosos proclives a la mediatización a gran escala e insostenibles con el tiempo otorgan segundas oportunidades a destinatarios de la justicia. Incluso algunas de estas personas asumen roles protagónicos en las elecciones de sus países sin importar su grado de percepción de culpabilidad por parte del público.

Por lo pronto en México hemos llegado al momento del sexenio en el que la mayoría de las decisiones que se tomen en los tres niveles de gobierno serán de alto impacto. Es tiempo de mostrar resultados y se presume que podría ser a través de golpes mediáticos.

@Javoesquivel

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