TERESA GURZA
Me ha parecido siempre raro que sea mal visto y de poco pudor, mencione el clítoris que más de la mitad de la población tenemos ya la menstruación, por la que mujeres de todas las razas pasamos.
Y no den vergüenza en el cambio, escenas de violencia, guerra, humillaciones y dolor, en las que muchos medios y personalidades parecen solazarse.
El término menstruación viene del latín menstruum derivado de menstruus , mensual, pero como muchos prefieren decir “tiene el mal de las mujeres”, “tiene la regla”, «estar en esos días” y otros más, la ONU decretó para normalizarlo que los 28 de mayo sean el Día Mundial de la Salud Menstrual.
En todo el mundo hay más de mil 800 millones de mujeres y adolescentes que menstruan y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud OMS precisaron que alrededor de 500 millones de ellas, no tienen acceso a productos sanitarios.
Que sólo dos de cada cinco escuelas del mundo imparten educación sobre la menstruación y casi la mitad de las niñas adolescentes y latinoamericanas, prefieren no asistir a clases durante su período menstrual por carecer de agua limpia para asearse y por falta de dinero para comprar toallas sanitarias, recurrir a calcetines, trapos o papel.
Cuando yo era adolescente los supermercados eran pocos y no se podían tomar toallas sanitarias de los estantes.
Había solo Kotex para las solteras y Támpax para las casadas y debían pedirse en las farmacias solo a empleadas mujeres, que les decían camelias y los entregaban bien envueltos para que no se notara lo que era.
Y aún ahora, hay lugares en donde persisten pudores y creencias criminales o absurdos.
En algunos países las mujeres que pasan por la menstruación tienen que aislarse; no pueden bañarse y menos meterse a ríos, porque se piensa que los secan y los muchachos encanecen y pierden vigor, si están cerca de alguna de ellas.
Y añada usted un largo etcétera, que envió La Jornada este día 28; porque se han ido transmitiendo de generación en generación, principalmente por el tratamiento dado por las religiones a la menstruación.
En la Biblia cristiana, el Levítico dedica el capítulo XV a las impurezas de la menstruación, que considera una inmundicia.
La Torá judía legisla sobre la mujer menstruante o Niddah, término que utiliza para llamar a la ley que obliga a la separación del esposo durante la menstruación.
El Corán recoge preceptos similares y ordena aislar a las mujeres menstruantes por estar impuras.
Silencios y vergüenzas heredados que siguen perjudicando a mujeres de todas las edades.
Y si eso pasa con la menstruación, imagínense con el clítoris; causante de que en países africanos y asiáticos y ahora también en europeos por la llegada de los inmigrantes y sus costumbres, se mutila a millones de niñas.
Mientras que en otros “es completamente ignorado por casi todos los médicos” dijo al New York Times, Rachel Rubin uróloga y coautora de un estudio publicado en 2018, en la revista Sexual Medicine.
Especificó que la mayor parte de los doctores no saben cómo examinar la vulva y el clítoris “no se sienten cómodos en esa zona extraña y mítica que sirve para tener orgasmos… o no les interesa saber de dónde vienen las cosas”.
Evasión casi universal, que repercute gravemente en las pacientes; porque al contrario de lo que sucede con el placer sexual y el orgasmo masculino, que se estudian a conciencia para corregir lo que no permite a los hombres gozar, la salud sexual de la mujer no figura en la lista de prioridades de la Medicina y hasta hace muy poco no se considera área adecuada de investigación médica.
Y como la mayoría de las mujeres desconoce esa parte de su cuerpo, Rubin entrega a sus pacientes un espejo de mango largo para que vean lo que va a examinar.
En el mismo artículo, Helen O’Connell primera mujer australiana en recibirse de uróloga recordó que en el texto universitario en el que estudió en 1985, las descripciones del pene se prolongaban muchas páginas, pero al referirse a la pelvis femenina se omitía el clítoris y describía los genitales femeninos, como “fracaso” de la formación genital masculina.
Motivo por el cual, decidió investigar su anatomía y en 2005 publicó un estudio que demuestra que se extiende varios centímetros por debajo de lo que se puede ver y tocar.
Tanto O’Connell como Rubin advirtieron, que llevamos varias décadas de retraso médico en lo que respeta a la fisiología de las mujeres.
Y cómo decir las palabras que corresponden a cada órgano sí importa, ambas forman parte de los médicos que quieren desterrar la ‘vergüenza’ del estudio y la práctica de la anatomía femenina.