TERESA GURZA
Por un lado, una investigación de ingeniería genética promete curar el cáncer del hígado en un día.
Por el otro, la Organización Mundial de la Salud, OMS, advirtió que el consumo desmedido de medicamentos ha provocado resistencia a los antibióticos y que de seguir así no servirán más.
Tan grave es la situación que la OMS convocó los últimos días de noviembre a una Semana de Concientización sobre la Resistencia a los Antimicrobianos, en la que informó que la inmunidad de las bacterias ha aumentado 10 por ciento en los últimos tres años y las muertes el 171 por ciento.
Y pidió a los gobiernos que integran la ONU, trabajar urgentemente para bajar la automedicación.
Pero a juzgar por lo que veo entre mis conocidos, será tarea muy difícil.
La mayoría toma medicinas que le recetan, o se receta, para dormir o estar alerta, bajar o subir la presión, adelgazar o fortalecerse y analgésicos, antigripales, antidepresivos, ansiolíticos, antiinflamatorios, vitaminas y colágenos, sin pensar en los efectos secundarios.
Y la promoción que de ellos se hace en los medios, ha provocado la proliferación de farmacias.
Hace años me extrañaba que en las principales ciudades de Chile hubiera una farmacia en casi cada cuadra y ahora estamos igual en México; cerca de donde vivo hay 7, en dos kilómetros.
Y no se diga el montón de ópticas y como no veo a tantos con lentes, pienso que puede tratarse de negocios tapadera.
La resistencia a los antibióticos, no se da solo por su abuso; también por no completar el tratamiento, porque las bacterias que no mueren se vuelven resistentes.
Parte importante del problema radica en los antibióticos que se dan a aves y reses para mantenerlos “sanos” y en los residuos industriales de las farmacéuticas que contaminan el agua de riego, la que bebe el ganado y las carnes y verduras que consumimos.
Ante lo que la OMS planteó, la urgencia de sanear y vigilar a la industria agropecuaria.
Interesada en el tema medicinas, encontré una curiosa nota de abril del año pasado escrita por Andrea J Arratibel para El País, sobre los efectos de los medicamentos en indígenas latinoamericanos.
“Una aspirina no tiene el mismo resultado en ellos que en las poblaciones europeas”, dijo el experto español Adrián Llerena, coordinador de la Red Iberoamericana de Farmacogenética y Farmacogenómica (RIBEF), en reciente sesión del Parlamento Europeo.
Donde puntualizó, que buscando demostrar que las diferentes razas metabolizan las enzimas de distinta forma, 200 médicos de varios países estudian a más de 6 mil indios huicholes.
Y que fue el mexicano José María Cantú, Investigador Nacional Emérito por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y fallecido el año 2007, quien sentó las bases de la nueva farmacogenética.
Otra interesantísima investigación es la que realiza el Instituto de Terapia Génica de San Raffaele Telethon, con sedes en Boston y en Milán y que logró inactivar un gen del colesterol malo de un ratón, sin modificar el resto de su ADN.
Informó lo anterior un artículo de Manuel Ansede para El País, que retomó lo publicado en la revista Nature, que se ufana de dar a conocer lo mejor de la ciencia mundial.
Y donde los científicos italianos responsables del estudio señalaron, que su estrategia de silenciamiento epigenético cura en un día y para siempre.
Explicaron que el ADN es como un libro de 3 mil millones de letras químicas con las instrucciones para el funcionamiento de cada célula.
Y con páginas que son los genes, con recetas específicas para fabricar las proteínas necesarias: el colágeno de los cartílagos, la hemoglobina de la sangre, los anticuerpos que luchan contra los patógenos.
Uno de estos genes, el PCSK9, contiene las directrices para producir una proteína asociada a niveles elevados de colesterol malo.
La empresa estadounidense Verve Therapeutics, que ellos fundaron, editó el ADN de las células del hígado de una decena de personas con hipercolesterolemia congénita, “y su colesterol bajó inmediatamente a la mitad”.
Y si se emplea esta edición epigenética en los linfocitos T, que son glóbulos blancos que defienden el cuerpo humano, podrán luchar mejor contra los tumores y curarán la inmensa mayoría de las enfermedades genéticas y muchas patologías del hígado, como la hepatitis B y el cáncer.
Tan importantes han sido los descubrimientos logrados con la ingeniería genética, que el químico David Liu de la Universidad de Harvard y parte del equipo, la definió como “una especie de lápiz con goma de borrar, capaz de eliminar una sola letra del ADN y sustituirla por otra”.