
TERESA GURZA
Sobre la marcha realizada este sábado 15 en la Ciudad de México por miles de personas de distintas edades y estratos sociales, la dirigente de Morena, Luisa María Alcalde, sintetizó “Fue igual que siempre, con los mismos de siempre, no hubo ninguna novedad”.
Qué curioso, porque a mí me parece que hubo varias.
Empezando porque “a los de siempre” se unieron médicos de hospitales públicos que carecen de medicinas, campesinos a caballo aburridos del abandono gubernamental, michoacanos en protesta por el atroz asesinato, aún sin resolver, del alcalde de Uruapan Carlos Manzo, derechistas y antifeministas con suásticas en camisetas y añosos políticos que en mucho contribuyeron a que estemos, como estamos.
Desde que tengo memoria todos los gobiernos mexicanos han minimizado las manifestaciones en su contra; basta recordar los “no somos uno ni somos cien, prensa vendida cuéntanos bien” de las marchas estudiantiles de 1968.
Pero como el gobierno de la autollamada Cuarta Transformación (4T) se jacta de no ser «igual a los anteriores”, su conteo disminuyó no en cientos como en los gobiernos liberales que critica, sino en decenas de miles el número de los asistentes; que Alcalde insistió, fueron 17 mil.
Otra novedad es que los pirrurris de López Obrador pasamos a ser chavosrucos con Claudia Sheinbaum, quien intentó deslegitimar la marcha Generación Z con un “hubo muy pocos jóvenes”.
Si así fuera, sería peor para ella; porque significa, que en todas las generaciones hay hartazgo.
Y que sus chavosrucos tienen tan excelente condición física, que pese a sus muchos años fueron capaces de treparse a los bloques de concreto que custodiaban Palacio Nacional y tirarlos, algo que nunca había sucedido; y de resistir durante 3 horas, los golpes de decenas de policías y muchachos del bloque negro que sabemos depende del gobierno.
Sheinbaum y sus cercanos decían que todo se reducía “a millones de bots en redes sociales pagados por la derecha internacional”.
Y novedad digna de entrar en los Guinness, es que a los bots les salieran piernas para caminar kilómetros y llegar a las barreras colocadas calles antes del Zócalo, para que funcionaran como embudo y los dejaran pasar solo poco a poco.
Obstáculos puestos para infundir miedo que los disuadiera de su empeño por llegar al centro político del país, para exigir acaben corrupción, inseguridad, secuestros, extorsiones, asaltos, asesinatos y la impunidad.
Situaciones todas, cotidianas en este gobierno; que además, como todos sus actos revelan, NO es de izquierda.
Novedad es que más que analizar el por qué de la manifestación, como lo haría cualquier gobierno respetable, lo que preocupe a la presidenta sea quienes convocaron.
“No se trata de un movimiento genuino ni nació de la indignación espontánea… es una operación articulada, financiada y amplificada por actores y grupos políticos de derecha tanto internos como externos” dijo.
Apreciación secundada por Mario Delgado, secretario de Educación Pública y famoso precisamente por su corrupción y lo que dilapida de dinero ajeno y que sentenció: “quieren engañar a las y los jóvenes, contratando millones de bots para que regresen los privilegios, la corrupción…”
Para Luisa María, fue “la oposición la que empujó la marcha”.
¿Pensará que las marchas de protesta contra los gobiernos de antes, las hacían los miembros del gabinete y sus más fieles seguidores?
Raro, porque antes y ahora los principales promotores del descontento y la ira, son las acciones y omisiones gubernamentales.
Son también novedades, la existencia del cuerpo de granaderos que hace 7 años Sheinbaum aseguró había eliminado y que llegaron como grupo antimotines con el mismo equipo que los granaderos.
Y el lanzamiento de gases lacrimógenos, que prometió jamás utilizaría y el sábado afectaron a bebés, niños, jóvenes y chavosrucos.
Es novedad que la relación con sus gobernados sea para ella, un juego de vencidas.
“Somos invencibles”, dijo con arrogancia y precisó que mientras más la ataquen, “más fuerte me hacen y nunca nos vamos a rajar”.
Y sí, a lo mejor de eso se trata; de puras luchitas y yo aquí haciendo elucubraciones sobre un gobierno autoritario que trata a los que protestan como criminales y ha eliminado la independencia de los otros dos poderes, el Judicial y Legislativo, suprimiendo todo contrapeso legal.
En fin, hay 18 detenidos que las autoridades acusan hasta de intento de asesinato y varios policías heridos.
Y Sheinbaum y sus colaboradores condenaron, aquí sí sin novedad, la violencia de los hechos.
Pero antes de condenar, debían dejarse de complicidades para evitar que el descrédito que han alcanzado siga multiplicándose.
Antes de castigar, debían modificar conductas para que no pensemos que gran parte de la violencia registrada, fue planeada, impulsada y organizada por ellos.
Y deben cambiar, hasta por ellos mismos; porque supongo que oír gritar “con el pueblo son cabrones, con el narco maricones”, aunque sea a esas pocas 17 mil personas que una a una contó Luisa María, debe ser espantoso para cualquier gobernante.
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