RODULFO REYES (Tabasco). De la avalancha mediática contra el presidente Andrés Manuel López Obrador por la vida de príncipe que se da su hijo José Ramón, las recriminaciones más crudas y descarnadas son las de cartonistas de la prensa nacional. ¿Por qué las caricaturas se están divulgando más que los textos fragosos de los columnistas? Porque basta con un par de segundos para entenderlas por sencillas.
La mañana de este jueves llegó por diversas fuentes al celular de este reportero el dibujo de Kemchs, publicado ayer en El Universal. En la sátira se observa el rostro regordete del primogénito con lentes y la que ahora es la sonrisa más conocida de México; de espaldas, una pareja de desarrapados exclama: “Quiere educar a un pueblo en la austeridad y no pudo educar a un hijo”.
La caricatura te pone de buen humor de inmediato, pero unos segundos después te hace reflexionar sobre el tema, que si bien no tiene elementos para considerar que se trata de un delito, pues nadie ha dicho que la lujosa mansión con alberca de 23 metros y cine privado haya sido adquirida con recursos públicos, sí demuestra el doble discurso presidencial.
Quizá legalmente no haya nada qué perseguir, mas eso no obsta para que pueda existir un “conflicto de interés”: el lujoso inmueble es propiedad del ejecutivo de una empresa que le trabaja a Pemex y que un mes después de habérsela prestado a la pareja, obtuvo un contrato de 85 millones de dólares por parte de una empresa del gobierno de López Obrador.
Haciendo de lado las implicaciones jurídicas y políticas, lo cierto es que el trazo del cartonista de El Universal retrata fielmente la realidad que vivimos en México, con un jefe de la nación que a diario pontifica sobre la austeridad, que quiere que los ciudadanos solo poseamos un par de zapatos, que no usemos tarjetas de crédito y que solo traigamos 200 pesos en la cartera; todo ello, mientras su retoño disfruta a cuerpo de rey.
En efecto, no es responsabilidad de un padre lo que haga un hijo mayor de edad, como el mismo presidente sostiene, pero la misma sabiduría popular sentencia que no se puede ser “candil de la calle y obscuridad de la casa”.
En resumen, el presidente no puede pedirles a los ciudadanos abrazar la austeridad si su descendiente tiene gustos de sultán.
Quizá siga apareciendo más información sobre escándalos protagonizados por los López, pues ya se comprobó que en la «sangre de su sangre» está el antídoto para su popularidad.
Como la de Kemchs hay un mar de caricaturas que circulan de boca en boca –también es tema de conversación en centros de reunión «hablar» de los cartones contra el presidente–, y que le están llegando al ciudadano común y corriente.
Según una medición realizada por el portal ‘De Primera Mano Noticias’, es negativo el 80 por ciento de los comentarios al calce en las publicaciones en redes sociales sobre la forma de vida de José Ramón López Beltrán y su esposa.
Para que usted se dé una idea de lo que significa esa estadística, va este dato: en las elecciones intermedias del año pasado, ocho de cada 10 ciudadanos opinaban negativamente en las publicaciones sobre el exgobernador Andrés Granier Melo y su hijo Fabián.
Así, es posible asegurar –con elementos duros como la medición de los comentarios vía internet– que el escándalo que le detonó el periodista Carlos Loret de Mola a López Obrador por presentar a su hijo como un “júnior”, sí ha trastocado la figura presidencial.