CONCATENACIONES/ Violencia desbocada

FERNANDO IRALA

Transcurren las primeras semanas del sexenio de Claudia Sheinbaum, sin que se adviertan visos de que la violencia que ha azotado al país tienda a disminuir.

Por el contrario, en zonas críticas del país la delincuencia ha recrudecido sus acciones, sea porque los malhechores están poniendo a prueba al nuevo régimen, o porque simplemente se sienten dueños y señores de sus territorios, sin que haya autoridad alguna que pueda enfrentarlos.

No es casual que uno de los primeros anuncios presidenciales, una vez asumido el poder, haya sido la estrategia de seguridad que instrumentará el gobierno, basada en varios ejes –atención a las causas, consolidación de la Guardia Nacional, inteligencia y coordinación de las instancias involucradas– para intentar revertir la criminalidad y devolver la tranquilidad perdida, para lograr una repúbica segura.

Lo anterior, mientras en Guerrero el asesinato y decapitación del alcalde de Chilpancingo, quien tenía menos de una semana en el cargo, conmociona no sólo a la entidad, sino al país entero, porque representa un nuevo escalón en la actuación impune de las bandas que controlan la región.

Unos días antes habían matado al secretario general del ayuntamiento, y a quien se aprestaba a fungir como el secretario de Seguridad de la capital guerrerense.

No recordamos que un equipo de gobierno, en este caso  municipal, luciera tan inerme a manos de la delincuencia, ni los criminales tan empoderados.

Esa crisis de violencia por desgracia no es local. En Culiacán y en otras ciudades de Sinaloa la población lleva más de un mes asolada por las bandas; en Jalisco asesinaron al director de procesos de la Fiscalía estatal, y en Aguascalientes a un agente de la policía. En todos lados sigue la orgía de ejecuciones, decapitaciones, extorsiones, secuestros, desapariciones, narcobloqueos en carreteras.

Por supuesto, es muy temprano para esperar resultados positivos en cualquier rubro, más en éste en el que sucesivos gobiernos se han empantanado a lo largo del siglo, y cuya gravedad y complejidad no han dejado de crecer.

Esperemos que esta vez, las buenas intenciones no nos acaben de precipitar en el camino del infierno.

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