CONCATENACIONES/ La muerte del INSABI

FERNANDO IRALA. Nació muerto, como otros tantos proyectos del actual régimen, que tardarán más en fenecer aunque ya desde ahora muestran su inutilidad y el desperdicio.

En el afán de desmontar las instituciones de anteriores regímenes, se decidió cancelar el Seguro Popular, con el cual se atendía a una vasta población sin acceso a los sistemas de seguridad social, y reemplazarlo por una entelequia denominada Instituto de Salud para el Bienestar, INSABI.

Con la puesta en marcha del nuevo esquema, al empezar el año 2020, de un día para otro las deficiencias del anterior seguro se sustituyeron por las ausencias del nuevo.

Para colmo, la pandemia llegó y tomó a las instituciones públicas de salud por sorpresa. Entre la impreparación y la torpeza, la atención sanitaria fue dando tumbos hasta producir un resultado catastrófico. Las cuentas del INEGI arrojan un saldo de más de setecientas mil muertes en exceso desde que detonó el covid en México, además del abandono de los niños y mujeres con cáncer y la escasez de medicamentos que se niega todos los días en las declaraciones oficiales, y comprueba cualquier paciente que intente surtir su receta.

Tan evidente resultó el fracaso del INSBI que desde hace tiempo se le encargó sólo de la compra de medicinas, otro sector en que el gobierno actual ha mostrado una incapacidad criminal. Tampoco eso pudo resolverse.

Finalmente se decidió matar al INSABI y encargar la atención de la población sin seguridad social al IMSS Bienestar. Ello ocurre cuando ha trascurrido la mayor parte del sexenio y falta, por fortuna, sólo año y medio para su conclusión.

Desde hace medio siglo, el IMSS opera la división que en sus orígenes se llamó IMSS Coplamar, destinada a la atención de las zonas de mayor marginación en el país. Saturado e insuficiente para atender a su población derechohabiente, que sufre las mismas carencias de las instituciones públicas de salud, agudizadas ahora, es evidente que el IMSS no podrá atender a una población sin servicios que es mayor a sus afiliados y tiene necesidades más grandes, derivadas de su pobreza.

Es evidente que una deficiencia que viene de muchas décadas atrás y que no ha tenido solución en más de cuatro años, no podrá subsanarse en los meses por venir. El desastre está a la vista, y es sólo uno de los que se están produciendo.

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