FERNANDO IRALA
A punto de empezar las campañas electorales, y a cien días de los comicios en que elegiremos a la mujer que ejercerá la próxima Presidencia de la República, el actual habitante de Palacio Nacional da muestras de su debacle política y personal.
Un reportaje de The New York Times, uno más en que se abordan los elementos que apuntan a la complicidad o sociedad del actual régimen con el narcotráfico, desató la ira presidencial, mostrada con sus habituales descalificaciones a quienes no lo alaban, a lo que esta vez se agregó de paso un dato tan incidental como ominoso: el número telefónico de la reportera que le daba oportunidad de responder a las acusaciones que involucran a su familia y sus allegados.
Como todo se puede empeorar, en particular en este sexenio, al día siguiente fue más allá, defendió lo que pudo haberse asumido como un descuido o negligencia, para manifestar que no se trataba de un error, sino de una decisión deliberada para agraviar a quien le había formulado preguntas que sintió como amenazas. La ley no está por encima de la autoridad presidencial, concluyó el licenciado.
La idea no es nueva, en realidad aterriza y perfecciona el exabrupto que el mismo personaje pronunció hace un par de años, igualmente fuera de sí luego de una sentencia adversa de la Suprema Corte de Justicia: “que no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Si nos vamos más atrás, cabe recordar que luego de perder las elecciones del lejano 2006, López Obrador mandó al diablo las instituciones, tarea que por lo demás ha venido cumpliendo con disciplina y sibn descanso desde que asumió el poder.
Pero lo que demuestran sus actuales despropósitos es que a medida que se acerca el fin de su mandato, la realidad ha empezado a alcanzarlo, en particular –como decíamos al principio de estas líneas– los elementos que muestran la corrupción en la que se encuentra inmerso el régimen y la sospecha de nexos con el crimen organizado.
De esos temas habrá oportunidad de escribir.