FERNANDO IRALA
Pasará tiempo antes de que conozcamos con razonable certeza qué ocurrió con la captura en territorio norteamericano del “Mayo” Zambada, el más legendario capo del narco en nuestro país.
Una versión que desde el principio circuló, y que conforme pasa el tiempo adquiere visos de verosimilitud, es la traición y el engaño por parte de Joaquín Guzmán López, uno de los “chapitos”, hijo de otra figura célebre de la delincuencia, el “Chapo” Guzmán, quien habría entregado al fundador del Cartel de Sinaloa a cambio de un trato suavizado para él, para su hermano Ovidio, y tal vez incluso para su padre, ya condenado a cadena perpetua por la justicia estadounidense.
Esta versión ha sido apuntalada por la defensa de Zambada, la cual incluso ha aseverado que su cliente fue engañado, dominado, secuestrado, esposado y amarrado en el avión que desde Hermosillo lo llevó al aeropuerto de El Paso, Texas.
El hecho es que ha caído un personaje que se había vuelto mítico, pues no obstante ser reconocido como el capo de mayor poder y ascendencia en el territorio nacional, a lo largo de más de medio siglo nunca había sido aprehendido, pese a que el gobierno norteamericano había ofrecido una recompensa de quince millones de dólares por su cabeza.
Ahora el “Mayo” espera su proceso en una cárcel texana, pero las secuelas de su captura aún están por ocurrir, y correrán en varias vertientes.
Un primer damnificado ha sido el gobierno mexicano, exhibido porque ni participó en el operativo, ni fue cuando menos advertido previamente de lo que iba a ocurrir. Las autoridades de nuestro país se enteraron cuando el “chapito” y el “Mayo” ya estaban en manos de la DEA y el FBI, y por lo que se dijo el viernes en la única reacción oficial, ni siquiera entonces recibieron mayores detalles de lo ocurrido.
Del lado norteamericano, en el periodo electoral que transcurre en su recta final, el gobierno demócrata de Joe Biden podrá colgarse la medalla de la caída de estos dos traficantes, y con ello apuntalar a Kamala Harris, su flamante candidata que intenta ganarle la carrera al republicano Donald Trump. Éste a su vez, también intentará darle la vuelta al tema, y acentuar su campaña extremista y antimexicana.
En el mundo criminal, y en los vastos territorios que la delincuencia controla, las consecuencias pueden ser terribles. La experiencia repetida es que cada captura de un líder del narco desata una oleada de violencia por el control de los negocios ilícitos.
Si a ello se le suma el ingrediente de la sospecgha de traición, la guerra entre bandas será muy sangrienta.
A ese temor obedeció el envío inmediato de fuerzas de élite a Sinaloa, uno de las entidades donde estos grupos tienen mayor penetración y dominio, la tierra de origen del cartel que encabezó el “Mayo”, y también del “Chapo” y los “chapitos”.
Todo ello, mientras al régimen le quedan dos meses escasos de vida, y la futura Presidenta heredará el asunto de la seguridad como la principal bomba de tiempo.