FERNANDO IRALA
Entregadas estas líneas antes de que tenga lugar el primer debate presidencial, tendremos tiempo de referirnos a los previsibles dimes y diretes del encuentro.
La confrontación de ideas y posturas debería ser un elemento central a la hora de definir preferencias y votos. Sólo ocurre así con un pequeño porcentaje de la ciudadanía, en particular los indecisos o los menos informados de la realidad nacional. Los que integran el llamado voto duro, es decir, quienes sienten una acendrada convicción partidista, de antemano dirán y proclamarán en las redes que su candidata es quien ganó el debate, que fue la más lúcida y carismática, que ahora todo está claro.
Lo que no es nada claro es el contexto nacional e internacional en el que tiene lugar el proceso electoral que culminará al inicio del próximo junio.
A nivel local, la oleada de violencia que no cesa ha cobrado a lo largo del sexenio más de 180 mil vidas, convirtiendo al actual régimen en el más sangriento desde hace un siglo. La criminalidad ahora toca a la clase política, a grado tal que cerca de una treintena de candidatos a diversos puestos de elección popular han sido asesinados, y otros muchos más temen por su integridad.
En los escenarios internacionales las cosas no van mejor. A las crisis bélicas detonadas en Ucrania y el Medio Oriente, y a la amenaza en Estados Unidos del retorno de Donald Trump, ahora hemos sumado el rompimiento de relaciones diplomáticas de México con Ecuador.
El trance, que estalló luego de que contra toda norma internacional la policía ecuatoriana allanase la embajada mexicana en Quito, tuvo como antecedente que el presidente mexicano, cuyo pecho no es bodega, se entrometió en la política interna de la nación suramericana, e intentaba dar un controversial asilo a un exvicepresidente de ese país. El resultado es un conflicto diplomático como pocos ha vivido nuestro país a lo largo de su historia, pero éste visiblemente sin sentido.
Entre la violencia interna de múltiples facetas y un entorno mundial complejo y más revuelto aún por un mandatario bravucón y entrometido, tiene lugar la contienda por la presidencia.
Cada vez falta menos para el desenlace.