CIUDADANO DE A PIE/ La chatarra en el Metro

VERÓNICA VALDÉS GONZÁLEZ

Hace unos días entró en vigor la legislación que prohíbe la venta de comida chatarra en las escuelas, desde preescolar hasta preparatoria.

La intención gubernamental es evitar que los estudiantes coman este tipo de alimentos y así frenar el sobrepeso en niños y adolescentes, además de la posibilidad de contraer diabetes.

Diversos elementos influyeron en la medida gubernamental: los numerosos casos de diabetes infantil, el incremento de la incidencia y el alto consumo de calorías.

Información del Hospital ABC indica que en México 542 mil niños y niñas viven con diabetes tipo 1 y casi 78 mil casos más se presentan año con año.

En 2016 la incidencia de diabetes tipo 2 en los niños fue de 2.05 casos por cada 100 mil, cuatro años después, en 2020, la cifra ascendió a 2.9 casos.

Las causas, el alto consumo de calorías. Un estudio desarrollado por Mi Escuela Saludable, del Poder del Consumidor, estima que diariamente los escolapios consumen más de 550 calorías en comida chatarra.

El consumo de comida chatarra no se exclusivo de niños o adolescentes, también está presente en los adultos, las campañas gubernamentales para reducir su consumo han fracasado.

La publicidad agresiva de las empresas transnacionales, la eficiente distribución de los productos y sus “bajos” precios ha impactado en la salud de los mexicanos. El 70 por ciento padece sobrepeso y casi una tercera parte sufre de obesidad. Se estima que el 90 por ciento de los casos de diabetes mellitus tipo 2 son atribuibles al sobrepeso y la obesidad.

La diabetes es considerada como uno de los mayores desafíos en salud pública en nuestro país. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) indica que 12 millones 400 mil personas en México padecen esta enfermedad crónica, lo cual representa el 9.8 por ciento de la población nacional que vive con esta enfermedad.

La comida chatarra no solo daña a la niñez, también a la población en general, por qué entonces ampliará la oferta de productos en las instalaciones de los servicios públicos que utilizan millones de capitalinos.

Me refiero a las estaciones del Metro, donde día con día aumenta la venta de comida chatarra, “casualmente” en todos los puestos son de la misma marca.

No se trata de prohibir la venta de chatarra, sino ofrecer a los usuarios otros productos, alternativos, como frutas o cereales, no procesados; que sea el propio consumidor quien decide qué consumir y no que se vea obligado a comprar solo lo que hay.

La mayoría de los usuarios el metro pasan largas horas fuera de sus casas, con ayunos prolongados, requieren de un tentempié, un refrigerador, lo único que encuentran es comida rápida o chatarra.

No pueden estar primero los intereses comerciales de los dueños de los negocios que los de la población, sobre todo cuando se trata de un servicio gubernamental.

Ciertamente desde la casa se debe fomentar el consumo de alimentos saludables, pero de nada valdrá hacerlo si en los espacios públicos, donde supuestamente no hay intereses comerciales, no existen alternativas.

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