VERÓNICA VALDÉS GONZÁLEZ
A dos meses y medio de que concluya la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, su promesa de tener en México un sistema de salud de calidad, similar o incluso mejor al de Dinamarca, sigue sin cumplirse y la posibilidad de que esto suceda es lejana.
Uno de los principales motivos de que esto no suceda ha sido la carencia de inversión gubernamental, igual que en las administraciones anteriores.
Los datos hablan por sí solos. En 2022, Dinamarca gastó en salud el equivalente al 8.05 por ciento del PIB, México destinó 2.1 por ciento.
En esa misma línea el informe Health at a Glance 2023 de la OCDE señala que en México el sistema público de salud gastó 20 mil 702 pesos por persona, Dinamarca destinó 110 mil 88 pesos.
Como resultado de lo anterior 47 por ciento del gasto total en salud recae en las familias quienes realizan desembolsos periódicos en consultas, medicamentos, dentistas y hospitalización, entre otros. El resto, 53 por ciento, viene de recursos públicos.
En la administración del presidente López Obrador nació el INSABI, en sustitución del Seguro Popular, su objetivo fue dar servicios de salud a la población que carecía de seguridad social, el servicio era gratuito sin ningún pago al momento de atención.
El objetivo no se logró, las deficiencias en la atención médica, el desabasto en medicamentos y las fallas en la entrega oportuna de material de curación e insumos requeridos por el sector salud incidieron en el servicio.
Tras reconocer la falla del INSABI, se creó el IMSS-Bienestar como el Organismo Público Descentralizado encargado del mismo objetivo que tuvo el INSABI, sin embargo, al igual no tiene fuentes de financiamientos adicionales.
Actualmente 50.4 millones de mexicanos, aproximadamente 30 millones más que en 2018, carecen de servicios de salud adecuados, señala el Coneval.
Mientras el gasto público destinado al sector salud siga bajo, tener servicios médicos de calidad a la altura de los países del primer mundo solo será un buen deseo, una promesa con tintes electoreros, solo atole con el dedo para millones de mexicanos, especialmente para los más pobres.