BELLAS Y AIROSAS/ Yolanda Vargas Dulché, referente obligado de la historieta mexicana

ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. La llamaban la “Escritora del Pueblo” y la “Reina de las Historietas Mexicanas”, Yolanda Vargas Dulché brilló en el mundo de las historietas durante la segunda mitad del siglo XX. Desde “Memín Pinguín” hasta “Rubí”, de “Rarotonga” a “María Isabel”, todo el país la leyó y, hasta la fecha, sigue siendo reproducida en telenovelas o películas.

No me avergüenza reconocer que toda mi infancia leí cada una de esas revistas pertenecientes a la colección “Lágrimas, risas y amor”. Apenas mi papá llegaba de trabajar y de inmediato nos compartía esas pueblicaciones que compraba en el puesto de periódicos. Mis hermanas y yo devorábamos con verdadero interés las páginas que nos atrapaban porque el argumento siempre tenía a una mujer protagonista que enfrentaba situaciones complicadas en su vida cotidiana y en cada número podíamos conocer sus peripecias, decisiones y sufrimientos, enamorarse, pero también quererse a ella misma. Hoy, en mi madurez, considero que los personajes femeninos rompían con algunos estereotipos pues presentaban mujeres que además de amar a un hombre, iban en busca de sus propios sueños.

Los dibujos, en color sepia inolvidable, eran de gran calidad y el formato de historieta resultaba ágil, los diálogos eran sencillos, las historias quizás previsibles, pero siempre te emocionaban, te enganchaban y esperabas ansiosa la semana siguiente para saber qué pasaría con tu heroína.

Fue así como admiré la valentía de la gitana “Yesenia” que torció su propio destino al leerse su mano. Me encantaba Perlita, la protagonista de “Ladronzuela”, siempre mal hablada, peleonera e ingenua, sin embargo, nunca dejó de luchar para prepararse mejor en la vida… Me impresionó “Umbral” donde una mujer que representaba a la muerte se enamoró de una de sus víctimas y deseaba cambiar su fatal destino.  Me gustaba Fabián, el chavo que protagonizaba “El Canalla”, siempre marcado por la mala suerte, aunque su alma era muy generosa. “Gabriel y Gabriela” me aproximó a los roles de género, ya que la historia giraba en torno a una muchacha que se disfrazó de hombre para alejarse de una desilusión amorosa. Fue divertido ver las actitudes que la chica debía aprender para tener actitudes masculinas. Cuántos personajes, cuántos dramas, cuántos finales felices.

El nombre de la autora no pasaba desapercibido para mí, la firma de Yolanda Vargas Dulché estaba siempre en la portada de la historieta, aunque no imaginé que alguna vez yo trabajaría con ella.

Sí, mientras estudiaba comunicación en la UNAM, un amigo nos invitó a unirnos al mundo de la historieta para que trabajáramos en editorial Vid, de la cual doña Yolanda era dueña. Fue así como tuve oportunidad de conocer a esta gran escritora. Sencilla y respetuosa esbozaba una sonrisa amable si la llegabas a encontrar por los pasillos del lugar. El equipo de trabajo era muy grande, conocí a geniales argumentistas y dibujantes, aprendí mucho de todos ellos, principalmente de Paco González, quien siempre revisaba mis textos para luego darles el visto bueno. Fue un trabajo que disfruté mucho, siempre queriendo imitar a mi admirada Vargas Dulché.

Ella nació en 1926, su padre fue periodista y su mamá ama de casa. Yolanda publicó su primer texto en el periódico El Universal cuando ella tenía solamente 16 años. Después fue colaboradora constente de la historieta que publicaba la cadena García Valseca, el “Pepìn”, en la década de los 30s. Fue ahí donde descubrió la magia de la vida en cuadritos, los textos que narraban historias combinando dibujos y diálogos.  Nuna imaginó que se volvería exitosa y crearía un verdadero emporio, es así como en 1955 fundó, junto con su esposo Guillermo de la Parra, Editorial Argumentos (EDAR), que después sería Editorial Vid. Se dice que en su época de oro llegó a vender 25 millones de ejemplares de historietas al mes.

Su primera creación ya propia, en 1945, fue Memín Pinguín”, un pequeño niño con piel de ébano y sonrisa de sol que cometía inocentes travesuras, pero que siempre era bien recibido en brazos de su adorada mamá Eufrosina, aunque a veces ella lo reprimía de manera muy estricta. La historieta en su época gustó mucho, sin embargo, en la actualidad ha sido criticada al señalar algunos aspectos racistas.

Pese a ello, el reconocimiento a su creatividad sigue latente pues muchas de sus historias fueron tomadas para hacer telenovelas. En efecto, Emilio Azcárraga Milmo la contactó para producir “María Isabel”, en 1966, el gran éxito influyó para que se grabaran más producciones basadas en sus argumentos, fue el caso de “El pecado de Oyuki”, “Gabriel y Gabriela” o “Rubí”. Esta última lleva cuatro versiones: la primera en 1968 con Fany Cano, en 2004 con Bárbara Mori, en 2010 con Angélica Panganiban y en 2020 con Camila Sodi, además una película que fue protagonizada por Irán Eory en 1970.

Retomada por la juventud de finales del siglo XX, el grupo Café Tacuba compuso una canción que hace honor a otro personaje de Vargas Dulché: “Rarotonga”. Las colecciones de sus revistas se venden por internet y en algunos artículos académicos o tesis la han tomado como tema de estudio.

Y este recorrido por la obra de Yolanda Vargas Dulché se debe a que en este mes se conmemora otro aniversario de su muerte, ocurrida el 8 de agosto de 1999.

En 1978 se publicó un libro titulado “26 autoras del México actual”, una de ellas fue doña Yolanda. Al inicio de la entrevista, Beth Miller le dijo: “Al preguntarles a los taxistas si han oído hablar de Elena Ponoatowska contestan que no. En cambio, al preguntarles por ti la respuesta fue: Ah sí, la del Lágrimas y Risas”. Yolanda Vargas Duché, un referente obligado de la historieta mexicana.

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